Roma, siempre eterna

Es verdad, Roma es una ciudad que siempre aparece igual de atractiva, igual de interesante, llena de turistas, con buena comida y un montón de alicientes para ser visitada de cuando en cuando. Por esa razón creo que seleccionamos este destino cuando, hace varios meses, atendimos a uno de esos guiños que Iberia y Vueling hacen cada cierto tiempo para meterte en vereda y animarte a que compres unos billetes teóricamente baratos. Y en esta ocasión fué Elena quien inició el tanteo y nos llevó al huerto. Pero hay que decir que aunque el viaje ha sido esta pasada semana, hace casi 6 meses que se compraron los billetes, creo que concretamente el 26 de septiembre de 2016.

Para mí esta fué mi cuarta visita a Roma, creo que igual para Ipi y la segunda o tercera en el caso de Rafa y Elena. Lo que nos daba a todos un plus de comodidad para seleccionar con criterio lo que queríamos ver, lo que queríamos hacer y cuanto tiempo estar. Y como hubo tiempo para preparar el viaje, al final eso se hizo en los últimos cuatro días. Lo hicimos entre todos, con un cierto reparto del trabajo (el trabajo en equipo siempre nos funciona bien), por eso Elena compró los billetes de avión y seleccionó la reserva de alojamiento, y también aportó en los últimos días alguna información sobre sitios de interés para visitar. Ipi se ocupó de ver lugares interesantes a los que acudir y también recogió de sus amistades y familia sitios donde degustar buena pasta, buenos postres, y visitas de interés. Rafa hizo la reserva del aparcamiento y la recogida en Roma para llegar al apartamento, nos llevó hasta la puerta del avión y se ocupó de fotografiar todos los aspectos recónditos de cada una de las visitas, completando asi la totalidad de fotos que entre todos hicimos. Son más de mil entre cámaras y teléfonos en los cuatro dias del vieja. Yo también trabajé, claro está, encargándome de planificar las visitas, situar en el mapa cada uno de los lugares de interés y recogiendo información escrita sobre lo que pensábamos visitar. Como dije, trabajo en equipo.

Asi pues, el viernes día 10 de marzo a las 8,30 de la mañana nos poníamos en ruta a Lavacolla para alli coger el avión de Vueling que nos llevaría drectamente a Roma. Curiósamente, y en contra de lo que ya viene siendo habitual últimamente, el vuelo salió a su hora y llegó a destino con exquisita puntualidad, aunque luego la recogida de maletas se alargó un poco. Tardamos también algo en localizar en el aeropuerto a nuestro chofer y una vez llegado al punto de destino hubimos de esperar unos minutos a que nos dieran acceso al apartamento, Suites Giulia, en el mismo centro de la ciudad, que por cierto resultó ser excelente, cumpliendo con creces lo que las fotos que lo anunciaban ya anticipaban. Una vez acomodados mínimamente, el propio Dario (nuestro alojador) nos asesoró sobre algunos restaurantes donde comer bien cerca del alojamiento. Y en pocos minutos nos plantamos en Tonino, una trattoría muy cerca de Piazza Navona y de nuestro lugar de residencia. Después de esperar unos minutos por la mesa (estaba lleno y había cola, aunque era hora de terminar la primera ronda de comidas) nos acomodaron, y nos dieron de comer. Todos pasta, excepto Ipi que tuvo que conformarse con una ensalada al no tener allí pasta «senza glutine» como los italianos denominan a la comida libre de gluten. Aunque todos comimos bien, creo que quien mejor acertó en la elección fui yo, con unos macarrones con jugo de ternera que desde que entramos al local le ví a una comensal y me llevaron los ojos.

Tras la comida, comienzo de visitas… Piazza Navona, continuando hacia el Panteón y Fontana di Trevi, y luego Piazza de Spagna. Con una parada intermedia en Piazza de San Eustaquio para degustar un buen café en la cafetería del mismo nombre, lugar destacado por las guias turísticas. Desde la plaza de España, regreso por Via Condotti buscando ya lugar donde cenar. Y encontramos un sitio que nos gustó, l’Antica Enoteca, pero ya a esa hora estaba completo, por lo que decidimos hacer reserva para la cena del domingo. Continuando nuestro camino y buscando algún «gluten free», llegamos a otro de los sitios previamente recomendados, que resultó ser Bar del Fico, cerca ya de la calle Giulia. Después de muchas consultas vimos que no era posible asegurarse de que carne y pescado estuvieran libres de trazas, asi que Ipi nuevamente recurrió a la siempre humilde ensalada y los demás tomamos otro tipo de pastta, risotto o un tartar con varias especias. El local no está mal, pero estaba lleno a rabiar y había bastante ruido, por lo que no cabe calificarlo de fenomenal. Simplemente bien y en cuanto a la comida destaca el Risotto con mariscos que me tomé y compartí con Rafa. Y de allí al alojamiento, a descansar y prepararse para otra jornada de visitas, más intensa que la primera.

Triste Ensalada
Navona-Fuente 4 Rios
Navona-Fuente Neptuno
Musicos Callejeros
Artista Callejero
Plaza de España

 

 

 

 

 

 

 

Nuestra segunda jornada comenzó sobre las 9 de la mañana y cerca del apartamento encontramos un buen lugar para desayunar. No era nada espectacular, pero el zumo de naranja (naranjas sanguinas) era bueno, igual que el café y las tostadas. Para Ipi no había nada especial, de modo que usaba las galletas que ya llevaba de Coruña. Allí hicimos los tres desayunos y nos atendieron bien. Imagino que el martes nos habrán echado en falta. Y después del desayuno programamos un plan de visitas que empezando en Campo di Fiori, para ver el mercado de frutas, verduras y flores, además de numerosos puestos de pasta y mercadillo en general, nos llevó luego a la Iglesia del Gesu, fantástica, donde pudimos ver una estatua de un cristo de Miguel Angel, además de una ornamentación espectacular y unos frescos increibles. Alli nos lanzamos a fotografiar todo con sumo detalle, para luego seguir a Sta. Maria Sopra Minerva, delante de la cual está la estatua del elefante de Bernini. Por el camino, siempre lleno de gente, turistas en su gran mayoría, tuvimos ocasión de escuchar a un violinista frente al Panteón y en la Piazza della Piedra a una banda de música que interpretaba temas variados. Seguimos ruta hacia la Fontana di Trevi nuevamente, y cerca de allí aprovechamos para comer en la Hostería Trevi, donde sí tenían carta «gluten free» (así Hostería con H, que quiere decir que es un restaurante o trattoría, ya que según averiguamos, Ostería sin la H es más bien un lugar donde tomar bebidas, más tipo bar). Por fin Ipi pudo degustar pasta por vez primera, libre de gluten. De la comida, sin duda lo mejor una Lasagna que tomé yo. La comida la hicimos en una hora temprana (poco después de las 12 del mediodía) porque a las 14,30 horas teníamos la reserva para visitar los Museos Vaticanos y considerábamos que nos hacía falta el tiempo para llegar. No nos equivocamos, porque aunque aparentemente estábamos cerca, la verdad es que la entrada dista bastante de la Plaza de San Pedro, y hubimos de recorrer más de 2 kms. para llegar a la entrada de los Museos con tiempo suficiente. Durante el trayecto matinal, Elena fué haciendo acopio de diversos medicamentos para sus dolencias de garganta en cuanta farmacia encontraba al paso.

Ya dentro de los Museos Vaticanos, realizados los trámites de acceso y demás, un guía nos recibió al grupo de 37 personas que componían la visita en español y nos fué anticipando un poco de lo que sería el recorrido, pero basando las explicaciones fundamentalmente en los detalles de la Capilla Sixtina, aunque antes de llegar allí hicimos un amplio recorrido por otra serie de salas, muy interesantes y repletas de frescos, estatuas, pinturas, tapices, etc. Mención especial suponen las estancias de Rafael, justamente las que se visitan antes de llegar a la Capilla Sixtina. El guía, que terminaba su recorrido con nosotros justo al llegar a la Capilla, nos indicaba que tras la visita a la Sixtina podíamos continuar por la Pinacoteca o salir directamente a la Basílica, sin esperar otra cola. Evidentemente optamos por esta segunda opción, habida cuenta de que ya habíamos visto mucha pintura y queríamos visitar la basílica antes de ir al Trastevere, que sería el final de la jornada. En la Capilla Sixtina no pueden hacerse fotos, motivo por el cual de ahí no tenemos ninguna, pero nos cansamos de fotografiar todo lo anterior y también el interior de la Basílica, con la escultura de La Pietá, de Miguel Angel entre otras maravillas. Aprovechamos también para colarnos hasta el altar mayor, donde estaban celebrando misa antes de salir y pasear luego por la propia Plaza de San Pedro. Tras dejar atrás el Vaticano, hicimos un paso por el apartamento para coger algo de ropa de abrigo las chicas y un ligero descanso antes de ir a cenar.

Y como ya comenté, para terminar la jornada nos dirigimos al Trastévere,  que estaba animadísimo por ser sábado y porque además imagino que está siempre lleno de turistas. Allí visitamos la Iglesia de Santa María in Trastévere, donde estaban oficiando misa, y después de recorrer un poco la zona esperamos para conseguir mesa en Tonnarello, un restaurante que nos habían recomendado y que resultó ser francamente bueno. Además había pasta para Ipi con lo que pudimos todos comer a gusto. Fué un estupendo cierre del día, y tras la cena regresamos caminando hasta nuestros aposentos, para disfrutar de un merecido descanso después de una intensa jornada.

El tercer día, domingo, habíamos reservado las visitas de Foro y Coliseo, también para las 14,30 horas, con lo que programamos la mañana para hacer visitas que estaban pendientes. Una de ellas era pasar de nuevo por Piazza de Spagna, para verla de día y subir la escalinata que está frente a la embajada de España. Tras el desayuno en el mismo sitio del día anterior, tomamos esa ruta, pero pasando previamente por Piazza Navona, Panteón y Fontana di Trevi, ya que estaban en el camino. La iglesia de la Trinitá, que está en lo alto de la escalinata, no tiene mayor interés, pero sin embargo desde lo alto se divisa una bonita e interesante vista sobre Roma. Y desde alli nos fuimos directamente a San Carlo, que está en el cruce de 4 Fontani, desde donde se divisan tres obeliscos (Trinitá, Quirinalle y Santa Mª Maggiore). La iglesia de San Carlo, bastante austera, tiene sin embargo su encanto, aunque como estaban en misa no pudimos verla con detenimiento, de forma que continuamos ruta a la iglesia de Sta.Mª della Vittoria, donde se encuentra la estatua denominada El Extasis de Sta.Teresa, de Bernini. Una verdadera joya. Y continuamos nuestra ruta, con dirección a otra iglesia, Sta. Mª Maggiore, una de las cuatro basílicas de Roma, y que pasa por ser la iglesia de mayor tamaño dedicada a la Virgen Maria. Desde luego es impresionante y para acceder a ella hubimos de pasar control de seguridad, algo que solo habíamos tenido que pasar en los Museos Vaticanos. Desde allí el punto de encuentro para el recorrido por Foro y Coliseo estaba muy próximo, por lo que decidimos localizar un lugar para comer algo de forma apresurada y no llegar con el estómago vacío a la visita. Localizamos un restaurante justo al lado de la agencia desde donde partía nuestro bus, y alli comimos, un tanto deprisa.

El programa del Coliseo empezó con un corto recorrido en bus que nos llevó hasta la base del Coliseo. Nos acompañaba Vanesa, una guía italiana que debe hacer pocas veces esa visita porque, aunque se conocía la historia a fondo, la forma de transmitirla era un tanto peculiar. Y dió muestras de esa falta de práctica cuando nos dejó medio colgados para ir a recoger las entradas, mientras nombraba a Elena «dirigente» del grupo a cuyo fin le cedió su bandera indicativa. El grupo, de 17 personas, constaba además de nosotros de unos cuantos turistas procedentes de Miami, otros mejicanos y otros cuya procedencia no recuerdo ahora. En el Coliseo recorrimos únicamente la planta de base, desde nos fué contando la historia de la construcción, antecedentes y desarrollo a través del tiempo. De allí regresamos al bus, para llevarnos a la zona del Museo Capitolino, próximo a donde se situa la estatua de la loba amamantando a Rómulo y Remo y desde un alto próximo tener una visión general del Foro, con las explicaciones pertinentes. Y en un tercer recorrido de bus nos llevaron luego hasta otra zona próxima al Coliseo para hacer la visita de la iglesia de San Pietro in Víncoli, donde está la estatua del Moisés, de Miguel Angel. Ya no volvimos al bus porque desde alli nos dirigimos a pie a visitar la iglesia de San Giovanni in Laterano, la catedral de Roma. Cuando llegamos estaba ya cerrada y tan solo pudimos ver el baptisterio, que está en una capilla contigua. De camino a esta última visita hicimos una parada para tomar un café y otra para comprar Ipi unos yogures que le permitiesen completar su desayuno a base de cereales.

Terminamos el recorrido de la tarde paseando por los alrededores del Coliseo para una vez más fotografiarlo desde distintos ángulos aprovechando además la circunstancia especial de que hemos tenido estos días luna llena y nos ha facilitado preciosas instantáneas de los monumentos romanos. Y como el tiempo se agota, rápidamente desde allí tomamos ruta de regreso hacia nuestra reserva para cenar, pasando eso sí, por los Foros de Adriano y de Trajano y la Piazza Venezia, desde donde recorrimos Via del Corso hacia el norte y caminamos entre calles para llegar en hora al restaurante, no sin antes una simple parada a fotografiar, una vez más aunque esta vez de noche, la Fontana di Trevi. La cena la teníamos reservada desde el viernes en L’Antica Enoteca, y la verdad es que mereció la pena la reserva, porque estuvo francamente  bien, con productos

 

 

adaptados a las necesidades de los celíacos. Y ya no tomamos postre porque nos reservábamos para degustar los deliciosos productos de Pompi Tiramisú, que está casi al lado del restaurante donde cenamos. Estaban ya cerrando pero merced al buen rollo de Rafa nos abrieron y pudimos probar cuatro variedades de Tiramisú: el clásico, con fresas, con nueces y por último el especial sin gluten. El regreso a casa lo hicimos en taxi, debido a que mis pies ya pedian descanso tras una jornada de tanto paseo (creo que hicimos más de 18 kms, según el Endomondo de Rafa). Y todavía nos quedaba la media jornada del lunes por delante.

 

 

Y llegó el lunes día 13, fecha de regreso, aunque como el vuelo lo teníamos por la tarde, tuvimos tiempo de programar una serie de visitas durante la mañana. Tras el desayuno en el sitio de costumbre, y después de haber dejado los equipajes ya en el Hotel Indigo, contiguo a nuestras suites, nos dirigimos hacia el Trastevere, para hacer un recorrido de día en las calles que solo habíamos conocido en la noche que fuimos alli a cenar. Transitamos por aquellas calles, no tan concurridas como en la noche del sábado, pero con un ambiente interesante, pasando por un mercado y llegando finalmente a la iglesia de San Francesco a Ripa (en definitiva debe ser el mismo S.Fco. de Asis) para alli poder admirar otra de las estatuas significativas de Bernini: El Extasis de Ludovica Agripa. Tiene la misma factura de la ya vista de Santa Teresa, pero menos santa y más erótica (dentro de lo que cabe, por supuesto). Cuando llegamos a la iglesia no había nadie en el interior, pero luego llegó un grupo de turistas que casi nos arrinconan. Continuamos nuestro recorrido para llegar a la Bocca della Verita, donde tuvimos que hacer un rato de cola para poder dejar prueba gráfica de nuestra presencia y de que no se nos tragó la boca nuestras manos. Y ya alli, visitamos la iglesia aneja, para posteriormente recorrer un par de calles que nos llevaron a Piazza Venezia, para observar con detalle la estatua de Vittorio Enmanuelle II que ya habíamos visto, aunque de prisa, la noche anterior.

Con una parada previa para tomar algo en una terraza, desde alli hicimos ya viaje de regreso hacia nuestra zona de residencia para comer en Da Francesco, uno de los lugares que nos había recomendado Dario, el hostelero. También valió la pena el desplazamiento porque comimos muy bien, y pudimos alli probar las alcachofas que se exponian no solo en los mercados sino en muchos restaurantes como un producto de temporada. Son algo diferentes a las que vemos por aqui, tal vez algo más gruesas y con un color rosado. La preparación (fritas) fué excelente y tomamos nota para poder importar la receta. Y para remate, el postre lo dejamos para saborear los helados de Tre Scalini, una famosa heladería de Piazza Navona. Precisamente en la plaza, aprovechando el sol de mediodía, nos tomamos los Tartufo Nero que era el helado de referencia en ese lugar y del que habíamos leido en las guias turísticas de Roma. Y aunque nos dijeron que era también «senza glutine» debió ser un cuento chino o más bien un «cuento romano» porque Ipi, que tenía de maravilla su estómago en todos los dias del viaje, llegó a casa ya con molestas intestinales que achaca a ese último postre.

Asi concluyó nuestra estancia romana, ya que solo nos dió tiempo a tomar un rápido café en el Hotel Indigo mientras esperábamos el taxi que nos trasladaría a Fiumicino para tomar el avión de Vueling que nos trajo de regreso a Santiago. En síntesis, una nueva experiencia fenomenal del grupo que no hace sino dejar ese buen regusto para organizar nuevos destinos siempre que el bolsillo y la buena gestión de los dineros nos lo permitan en un futuro.

 

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