23 de julio de 2006. Tras pernoctar en Navarrete, comencé el recorrido de esta etapa con buen
ánimo y bastante fresco, pero tras una parada en Ventosa para desayunar, se me fué haciendo cada vez más duro el camino. El dolor que se me había iniciado en la etapa anterior en el juego del pié derecho fué a mas y llegando a Nájera lo cierto es que casi me costaba enlazar un paso con el siguiente. «He visto que no es solo
un problema mío, sino que cuando me fijo en otros caminantes observo que falta coordinación entre las piernas a la hora de dar los pasos. El cansancio va haciendo mella y las piernas se resienten y se niegan a funcionar de modo convencional«. Este párrafo escribía yo en mi cuaderno del camino en esa fecha.
Y dado que veía dificultades para continuar, estuve planificando mentalmente la forma de llegar desde alli hasta Burgos para enlazar con el tren y regresar a Ourense. Sin embargo, un
hecho posterior me hizo cambiar los planes. Fué una llamada de teléfono a María, en la que supe que estaba pasando esos dias en Mondariz, cuando yo suponía que lo estaba pasando mal. Me pidió que continuase el recorrido según mis previsiones iniciales y aunque no lo hice por esa razón, decidí continuar en cierto modo por rabia y pensando además en que aunque retornase antes de lo previsto no me iba a encontrar con ella. Asi pues, decidí continuar
la marcha hasta Azofra, un pueblo pequeño pero con un albergue excelente. Tiene habitaciones con dos camas, y en la que yo ocupé me tocó como compañero un austríaco que también viajaba solo. Como llegué pronto al albergue, tuve tiempo de ir a comer a un restaurante llamado El Peregrino y allí coincidí también con mi compañero de habitación, así que comimos juntos y charlamos animadamente en inglés. Se alojaron también aqui los daneses de los últimos días.
Como esta etapa fué mas corta y tuve mucho tiempo para descansar, pensar, escribir, etc… en
esa fecha me puse a hacer una serie de reflexiones, algunas de ellas un tanto «filosóficas», que transcribo del cuaderno: «dentro de las disquisiciones filosóficas que vengo realizando en los momentos de soledad, mientras trato de que un pié siga al otro, pensaba ayer en el sentido que puede tener el daño en uno u otro pié. Desde el inicio, mi pié izquierdo ha sido el más deteriorado por la ampolla en la planta que no puede cicatrizar al no tener descanso. Pensaba yo que
el pié derecho es el que pisa firme y el izquierdo el que soporta el desnivel, la inclinación, los huecos o las piedras…. Tal vez en la vida ha sucedido algo parejo. En tanto mi propensión es a mirar a la izquierda con talante progresista e izquierdoso, la verdad es que en todo momento he tratado primero de asegurar (pié derecho) y luego me permito ciertos devaneos pero teniendo siempre por delante la seguridad. Y hoy, curiosamente, el pié derecho ha empezado a

flaquear. Será que me fallan las convicciones? Que me falta seguridad? Seguramente ha sido una chorrada de las muchas que uno puede pensar en tantos ratos de soledad, muchos de ellos bajo un sol de justicia que ablanda las ideas… «
Esta parada de final de etapa coincidió con fiestas en Azofra, y con motivo de las mismas en el centro del pueblo había una degustación de pinchos morunos, de forma que pagabas el pincho y te daban la bebida. Como los pinchos estaban buenísimos, me tomé varios y ya me sirvió como cena, pues además en esta ocasión había comido bien. Estuve analizando posibles fechas para hacer una segunda tanda en mi Camino, y pensé que septiembre sería un buen mes.