10 de abril a 9 de mayo – 2017
804 kms; 27 etapas y tropecientas mil calorías. Pero eso son sólo números y no dan indicación alguna de lo que siento tras haber completado Mi Camino en los términos en que lo había planificado. Bueno, más o menos, porque las previsiones son siempre genéricas y sobre la marcha siempre surgen variaciones más o menos imprevistas.
Como digo fueron 27 jornadas de marcha, a las que hay que añadir las otras tres de descanso que me tomé en el fin de semana último para recuperar las piernas y a la vez asistir en Londres a los eventos del equipo de fútbol de Chema y a celebrar mi 67 cumpleaños en la forma adecuada. Además, como en ese finde coincidía tambien el día de la madre, pude estar con Ipi en esa fecha especial ya que hacía más de 10 años que no tenía la ocasión de pasarlo con sus dos hijos.
La sensación global al final del recorrido es de satisfacción. Una satisfacción basada en haber conseguido los objetivos marcados antes de salir, por cuanto fui capaz de estar ‘desconectado’ de las ocupaciones diarias, de las rutinas habituales y de los problemas que de todo ello se derivan;
a la vez haber logrado recorrer los 800 kms del Camino sin apenas problemas ya que desde lo físico únicamente tuve que sufrir una ampolla que tampoco me creo grandes complicaciones y la sobrecarga en las piernas que solucioné con los tres días de descanso y lo más importante: la tranquilidad que da cada mañana al levantarte al saber que tu único objetivo para ese día es recorrer un determinado número de kms, sin estar preocupado por la hora de llegada y sin que tampoco sea algo cerrado, es decir que podrías modificar sobre la marcha en función de tu estado físico o de ánimo, o por cualquier otra circunstancia que
a tu criterio merezca la pena hacerlo. Y eso un día tras otro, siendo todos similares y a la vez muy diferentes por la gente que te encuentras, los paisajes que vas viendo y las diferentes situaciones con que te tropiezas cada jornada. Es, por decirlo de alguna forma, o al menos como yo lo siento una sensación de máxima libertad.
Además de eso, evidentemente hay otros logros a nivel individual como puede ser en mi caso haber aligerado mi peso en 5 kgs, algo que no habría conseguido de otro modo, la comprobación de que a mis 67 años todavía tengo la energía suficiente para acometer una aventura de este tipo,
y tambien la percepción de que el entorno queme rodea, a todos los niveles, valora mi actuación como algo positivo, se implica conmigo en la consecución de mi prueba, y me anima desde fuera para llevar el proyecto a buen fin.
En otro orden de cosas, y desde el punto de vista de experiencias positivas, la cantidad y diversidad de las personas con las que me topé en
mi periplo. El grupo que conocí en Saint Jean al inicio y de los que ya hablé anteriormente, la brasileña de Roncesvalles que dejó su trabajo un par de meses para venir a hacer algo parecido a lo mío, las familias que hacían un tramo o varias etapas con sus hijos, Miuko, la japonesa con quien como en Villalcazar y a la que me reencontré en Santiago, la sudamericana a la que conocí en un albergue y que me saludó entrando en Compostela, el catalán que me contó
sus experiencias en la India, los diferentes hospitaleros que merecen un aplauso por su labor, y todas aquellas otras personas, muchísimas, con las que he contactado y a las que he tratado en mayor o menor medida en este mes, y que me han dejado algún tipo de poso.
Y algunos hechos concretos como la visita de Ipi a Ponferrada y la posterior a Samos, acompañada de Elena y Rafa, el final de etapa de Arzua acompañado por mi hermano Miguel, y las dos ultimas etapas en las que disfruté de la compañía de Ipi, que estuvo a mi lado mientras recogía la Compostela acreditativa de Mi Camino.
Todo ello conforma un conjunto en el que los valores individuales se suman y complementan de forma que convierten esta experiencia en algo difícil de describir con palabras y que creo que solo yo puedo entender en su totalidad.
Enviado desde mi iPhone
M.R.Gigirey











