Como ya viene siendo habitual en los últimos años, llegadas estas fechas hay que programar el viaje a la nieve, para disfrutar de una semana de esquí y asi matar el «mono», a la vez que compartir con mi amigo Rafa unos días lejos de los hábitos diarios y de las rutinas, en su caso del trabajo y en el mío de las ocupaciones semanales.
En esta ocasión aunque inicialmente estuvimos analizando otros destinos (yo tenía muy avanzado un viaje a Suiza, particularmente a la zona de Zermatt) pero en el momento de tomar la decisión y hacer la reserva optamos por Andorra, repitiendo hotel respecto al viaje de hace ahora 3 años. Queda lo de Suiza para el próximo año.
De modo que ayer, domingo 2 de febrero, nos montamos en el Audi y caminito de Andorra, a donde llegamos pasadas ligeramente las 7 de la tarde. Fué un viaje muy tranquilo, porque apenas tuvimos tráfico (solo a la entrada en Andorra) y como el tiempo estuvo bueno, los casi 1.100 kms que nos metimos en el cuerpo no nos cansaron en exceso. Y tras los trámites de rigor a la llegada al hotel,
salimos ya ayer tarde a realizar un pequeño recorrido por la citi, porque además se daba la circunstancia de que un buen amigo de Rafa y Elena
también llegaba ayer aqui con otros miembros de su familia, por lo que quedamos con ellos para saludarles y tomar una cerveza antes de ir a cenar.
Como primera experiencia gastronómica repetimos también lo que hicimos tres años atrás, es decir, nos fuimos a cenar al Refugi Alpí, un restaurante en el centro de Andorra del que teníamos buen recuerdo y que además en esta ocasión resultó todavía mejor que en la primera.
Cenamos unos rollitos de primavera, muy bien preparados y luego un plazo de «carne a la piedra» con variedades de pavo, pato y buey. El pato excelente y el buey también muy rico. Lo regamos con un Priorato a base de uva Garnacha que dió un excelente juego. Y de remate un par de chupitos de Ron.
Y ya hoy, esta mañana tras un copioso desayuno en el hotel, nos fuimos a las pistas de esqui, donde nos esperaba un precioso día, con una nieve polvo excelente, y poca afluencia de esquiadores, de modo que aunque se veía actividad en las pistas, a la hora de coger los remontes prácticamente no había tiempo de espera.
Según Endomondo, recorrimos un total de 44,71 kms. de los cuales cabe calcular que las dos terceras partes (es decir, aproximadamente 30 kms) han sido lo que realmente hemos esquiado y el resto los recorridos en remontes. Recorrimos pistas azules, rojas y alguna negra, todas ellas muy amplias y cómodas. Si bien inicialmente estuvimos solos Rafa y yo (Solanelles XL, azul muy larga, luego las rojas Enradorf y Moretó, rojas, espléndidas, que repetimos dos veces cada una, Serra Picos, roja muy larga, y de alli pasamos a Obac Solana, azul, para acercarnos por Miquel Baró (roja) a la Arrosería, una zona de descanso donde habíamos quedado con Marco y familia). Después de reponer fuerzas durante casi una hora
(una buena jarra de cerveza y un par de barritas energéticas), ya con los amigos de Rafa nos dedicamos a recorrer varias veces Esparver (roja) y Mufló (negra), antes de emprender un recorrido que nos traería de nuevo a Encamp a tomar el funicamp de vuelta. Para ello hicimos la Lliebre (roja), Solana (azul) y un par de pistas más que nos llevaron al último remonte que nos dejó a las puertas del
funicamp. Y tras todo eso, regreso al hotel para un merecido relax antes de salir para la cena.
Llegado el momento de la cena, o parecido, salimos a tomar una cerveza con los amigos de Rafa. Pero resultó que el lugar en que habían quedado, un bar donde había Estrella Galicia, cuando llegamos ya iban a cerrar, asi que Marco decidió llevarnos a una cervecería que conocía en la calle Meritxell. Y despues de mucho caminar, cuando al fin la localizamos, a ellos ya se les había hecho tarde para llegar a su hotel a la hora de cenar, con lo cual nosotros quedamos solos para encontrar un lugar adecuado a la cena. Hay que señalar que previamente, durante la tarde, Rafa se había esmerado en llamar a no sé cuantos restaurantes para saber si encontrábamos donde comer calcots, sin resultados positivos.
Pero localizamos un sitio cerca de donde Marco nos llevaba, en el que bajo el nombre de Vinoteca con especialidades se escondía un local con diferentes tipos de menus que al final nos generaron una cena espléndida. Unas tapas a base de tostas de sardinas en crudo aderezadas con tomate, una tapa
de creso brie frito con salsa de piña, y como colofón rabo de toro, que estaba exquisito (aunque no tanto como el que hace la madre de Elena, segín Rafa). Claro que como yo no he podido probar el de la madre de Elena, me quedo con que este estaba muy bueno, casi tanto como aquel que me comí hace un par de años en Sierra Nevada.
Y como todo ello lo habíamos regado con un vino tinto francés (Santa Lucía), muy bien de precio y recomendado por la dueña del local, para terminar la botella nos pedimos una tabla de quesos, buenos en general pero con uno muy especial, que trataremos de conseguir para llevar. Terminamos como no podía ser de otra forma con los característicos cafés ristretos y un chupito de ron. Todo muy rico.