Mayo Viajero – 3 – La Palma

Para terminar el mes de mayo, llegó la tercera de las actividades viajeras previstas, es decir el viaje a la Isla de La Palma que habíamos organizado varios meses atrás, cuando nuestra amiga Elena localizó los vuelos a la isla, con salida desde el aeropuerto de Santiago, y estuvimos todos de acuerdo en reservar para colaborar en la reconstrucción tras la erupción del volcán. Hechas las reservas de los vuelos, a los pocos días localizó también una buena oferta para el alojamiento, quedando todo previsto para los días 27 a 30 de mayo, para las dos parejas, es decir Rafa-Elena, Ipi y yo.

A todo esto, hay que señalar que durante nuestra estancia en Lanzarote, en el mes de febrero, también Elena se enteró de que podíamos apuntarnos para participar en los sorteos de unos bonos turísticos de 250 € por persona que el Cabildo de La Palma montó para que quien resultase afortunado pudiera destinar ese dinero a gastarlo en la isla. Acordamos que nos anotábamos los cuatro y si alguno resultaba agraciado, el bono lo compartiríamos. Y mira por donde, cuando yo jamás soy afortunado en sorteos, esta vez me tocó a mi. Me llegó el aviso durante nuestra estancia en Matalascañas.

Y volviendo al objeto de esta entrada, el viernes 27 de mayo iniciamos el viaje. Por cierto, que como la salida del vuelo era a las 6,30 de la mañana desde Santiago, apenas pudimos dormir cuatro horas. Pero pese a ello, el primer día lo aprovechamos al máximo. Llegados a La Palma, enseguida recogimos el coche que previamente Rafa había reservado (un Volkswagen T-Roc, muy cómodo por cierto) y nos lanzamos a recorrer la isla, ya que hasta la tarde no podíamos acceder al alojamiento. De entrada nos dirigimos al sur hacia Fuencaliente donde después de recorrer el pueblo localizamos un lugar donde meter al cuerpo un rico desayuno, y ya repuestos del vacío estomacal, continuamos al Faro situado en el extremo sur de la isla, desde donde pudimos observar todo el recorrido de la lava que el volcán Teneguía dejó en su erupción del año 1971. También sobre aquella zona generó su erupción cientos de años antes el volcán San Antonio, y sobre la lava de aquella erupción ya brota ahora algún tipo de vegetación. Hoy se mantiene todo eso sin tocar apenas (solamente se abrieron algunas zonas para rehabilitar carreteras). Cerca del faro hay una especie de gruta con unos manantiales de aguas medicinales que quedaron en su día cubiertos por la lava y que desde hace unos años tratan de recuperar. Junto al faro hay un restaurante, que estaba cerrado, y unas salinas. Y poco más que ver, además de una exposición sobre las bondades naturales del mar en aquellos pagos.

En la oficina de turismo del pueblo de Fuencaliente Ipi consiguió amplia información sobre todo lo que podíamos ver ese primer día, para optimizar el tiempo, de modo que nos dirigimos de nuevo hacia el norte, esta vez por la parte oeste de la isla, para llegar hasta Todoque, el pueblo que quedó cortado por la erupción de este año. Allí llegamos hasta un mirador en el que está la imagen de una virgen. Ese mirador está situado justo en el límite lateral de la zona accesible, completamente llena de ceniza de la que, cuando la erupción del volcán Cumbre Vieja, a finales del pasado año, nos mostraban las televisiones que abarrotaban los campos y tejados de las casas próximas al cráter. Impresiona realmente la magnitud de lo que allí hay acumulado. En la actualidad multitud de trabajadores se afanan por retirar algunas de esas cenizas, que van acumulando en lo que es ya una montaña en las proximidades del pueblo. Uno de esos trabajadores, bombero, nos explicaba lo que están haciendo, y la forma en que todo el mundo está colaborando en la medida de sus posibilidades. Nos causó una gran impresión ese primer contacto con la ceniza y la lava, y desde allí mismo podían verse algunos de los tejados de las casas que quedaron semi-enterradas y otras que, sin estar cubiertas quedaron aisladas por las corrientes de lava.

Después de recorrer las partes accesibles, y dado que era ya una hora más que prudente para comer, localizamos un lugar (el Bar Americano) para poder tomar algo. El resultado no fué malo, aunque no todos quedamos igual de conformes con la elección. Yo, por mi parte, tomé una cazuela con carne guisada que estaba deliciosa. Otros que eligieron alitas de pollo llegaron a la conclusión de que se habían equivocado. Pero con una par de postres, al final todos quedamos contentos. Y desde allí continuamos nuestro periplo bajando hacia la costa para continuar observando los desastres de la erupción, y haciendo el recorrido inverso nos dirigimos a Santa Cruz de la Palma, la población principal de la isla, donde habíamos reservado nuestro alojamiento. Allí, una vez instalados, salimos a hacer un pequeño recorrido por la ciudad, antes de prepararnos para la cena. Lo primero que encontramos es la plaza de España, donde se ubica la iglesia. La plaza estaba preparada para un acto de arriado de bandera por parte de unos militares. La calle real estaba engalanada con estandartes debido a que un par de días después se celebraba el día de la Comunidad.

Después de tomarnos unas cervezas en una de las terrazas con mayor ambiente (el Bar Cuatro), seleccionamos restaurante donde cenar. Y como a la hora del desayuno habíamos comprobado que no todos los establecimientos aceptaban como pago la tarjeta del bono turístico, hicimos un repaso a la información del mismo para conocer aquellos que, con mejor valoración en Tripadvisor, estaban incluidos. Uno de ellos era Casa Osmunda, que también nos había sido recomendado por el dueño de la casa donde nos alojamos, y allí reservamos directamente para la primera cena. Y otro, el de mayor relevancia, era La Gatera, que aquel día estaba completo y en el que dejamos ya hecha reserva para cenar el domingo, como cierre, puesto que el lunes regresábamos por la mañana a Santiago. La cena estuvo francamente bien, degustando productos típicos de la isla y regado con un vino de la tierra. Allí de forma casual coincidimos con el dueño de la casa y su novia, que casualmente también acudieron a cenar esa noche.

A la mañana siguiente, con la programación ya hecha de antemano, tomamos un espléndido desayuno en una cafetería cercana, instalada en un edificio que en su momento fué sede de la Compañía Transmediterranea. Y a continuación hicimos un recorrido por las principales calles de Santa Cruz. Hemos visto una ciudad bastante cuidada, con unos espléndidos balcones en la calle principal, frente al mar. Al parecer muchos años atrás, el mar llegaba directamente hasta las casas al igual que ocurría en A Coruña en la zona de La Marina. En la calle paralela a la avenida principal, numerosos comercios que aquel sábado no estaban muy concurridos porque era temprano, pero que en época turística deben tener mucho movimiento. Y de paso que hacíamos el recorrido, lo terminamos en el mercado para hacer acopio de artículos para la cena, puesto que era el sábado en que se celebraba la final de Champions en Paris, y optamos por quedar a verla en el excelente televisor de 65 pulgadas que tenía el salón de nuestra casa. Compramos queso (teóricamente uno de los doce mejor valorados del Mundo), pan, cervezas y otras exquisiteces para acompañar los 90 minutos de la final.

Terminado el recorrido por la ciudad, arrancamos con el coche hacia el norte. Hay que decir que Santa Cruz de la Palma tiene tantas cuestas y tan empinadas que nos costó llegar a la carretera porque la calle por la que accedimos tenía una impresionante pendiente y las ruedas del coche patinaban (ruedas que por cierto estaban en muy mal estado pese a que el vehículo tenía menos de 14.000 kms). Alguna de las chicas quiso bajarse del vehículo viendo que no era capaz de subir y al patinar las ruedas se deslizaba hacia atrás. Pero se salvó el escollo y finalmente llegamos a la carretera. El plan marcado para ese día nos llevó a Puntallana, donde visitamos un mercadillo y la iglesia del pueblo, para continuar luego hasta el Mirador de San Bartolo y un poco más tarde llegar a la Cascada de Los Tilos, que todo el mundo nos había recomendado visitar. Para llegar a la cascada hay que recorrer una especie de pasadizo estrecho, al borde del lecho de un río que en esta ocasión estaba sin agua. La afluencia de visitantes era enorme, por lo que casi había que hacer cola para fotografiarse junto a la cascada. En cualquier caso, valió la pena el recorrido, tanto por la vistosidad de la cascada como por la del camino recorrido. Hay que señalar además que durante todo el trayecto hasta Los Tilos, como la carretera circula bastante elevada sobre la costa y con preciosas vistas, cada poco rato hacíamos una parada en el arcén para fotografiar el paisaje.

Paramos a comer en San Andrés, poco después de abandonar la cascada. En el pueblo se había celebrado una carrera ciclista y estaba cortado el camino. El primer restaurante donde intentamos tener sitio estaba completo y charlando con unos policías locales nos informaron que cerca de allí, bajando hacia el puerto, había varios restaurantes más atractivos. Cuando llegamos estaba casi todo lleno y hubimos de esperar, pero al final conseguimos mesa en el Restaurante San Andrés y comimos bastante bien. Al salir del mismo, como quiera que la calle tenía mucha pendiente, Elena prefirió hacer la bajada a pié y se incorporó a continuación al coche. A partir de allí, de camino hacia el Charco Azul, hicimos multitud de paradas en los plataneros porque Ipi quería conocer con detalle las particularidades de la producción, y a base de consultas a los paisanos llegamos a saber que la «piña» tiene «manos» y estas tienen «dedos». Fue un arduo proceso hasta dejar a Ipi contenta con sus conocimientos sobre las plantaciones de plátanos de La Palma.

El Charco Azul es una zona de baño, junto al mar, en el que hay unas lagunas naturales muy bien preparadas y con amplio espacio para tomar el sol e incluso algún chiringuito. Entre las rocas, algunos charcos que se han producido por el azote del mar, generan acumulaciones de sal a causa de la evaporación. A la hora de nuestra visita estaba ocupada principalmente por grupos de jóvenes, aparentemente de algún colegio, además de alguna familia. Pese a que el día no era demasiado soleado, la temperatura era buena y había gente bañándose. En todo caso, hicimos una parada breve para no alargar demasiado la excursión, habida cuenta de que el partido era temprano (en Canarias hay una hora menos) y nos hacía falta el tiempo para regresar. El camino de vuelta lo hicimos de nuevo con numerosas paradas para fotografiar el paisaje.

La cena fría, mientras veíamos ganar al Madrid la Champions, fue un mero entretenimiento habida cuenta de que el queso que en teoría era uno de los mejor valorados no nos gustó casi nada. Era como «corchudo» (supongo que este término no es muy correcto, pero así lo sentí yo), y pese a todo entre las cervezas y el resto de cosas que habíamos comprado, resultó entretenida. Al terminar salimos a tomar una copa para celebrarlo y alargar la jornada, pero todo estaba abarrotado. Cuando al final conseguimos encontrar donde sentarnos, resultó que había poco surtido de ginebras, no tenían gominolas, y en fin, fué simplemente pasar el rato, con lo que nos fuimos a dormir pronto.

A la mañana siguiente, tras desayunar en el mismo sitio e igual de bien, arrancamos directamente hacia la zona del Roque de los Muchachos, por la carretera que atraviesa la isla de este a oeste. Es una ruta endiablada, con curvas constantes que no permiten circular a más de 40 km/h más o menos. Aunque estaba poco transitada a primera hora, cuando de pronto nos encontrábamos con un coche delante, costaba trabajo adelantarlo. Hicimos un par de paradas llegando a lo alto, porque antes lo denso de la vegetación casi impedía ver hacia el mar. En uno de los miradores poco antes de llegar a lo alto, se podía visualizar la isla de Tenerife, con el Teide sobresaliendo de las nubes, y en otro de ellos había unas vistas magníficas sobre la Caldera de Taburiente y allí nos paramos un rato, aprovechando además para recibir información de otro visitante que era palmero y conocía bien el terreno. Ya desde allí seguimos hasta el mirador del Roque de los Muchachos, en cuyas proximidades se ubican varios observatorios astronómicos, pertenecientes a diferentes países. El mayor de todos es el Observatorio Astrofísico de Canarias (el que vemos más frecuentemente a través de la televisión), pero hay otra serie de ellos de menor tamaño, y particularmente nos llamaron la atención unas antenas que son mucho más modernas (los Magic Telescopes), instaladas para captar una serie de señales electromagnéticas.

Desde lo alto del mirador de El Roque, hay unas espectaculares vistas de toda la Caldera. El lugar estaba muy concurrido porque era domingo, y como además estaba buen día y despejado, tuvimos ocasión de captar numerosas imágenes de todo el entorno. Desde El Roque continuamos la ruta hacia el oeste, en principio hacia Garafía, haciendo una parada breve en el primer bar que nos encontramos de camino.

Llegados a Garafía, y desde el mirador, unas preciosas vistas sobre el mar, pero nada que señalar en cuanto al pueblo, minúsculo. Y como la hora de comer se nos podía pasar, aceleramos el regreso hacia el sur, buscando un restaurante donde acomodarnos, aunque por cada lugar que pasamos íbamos viendo que todos estaban llenos, hasta que casi sin darnos cuenta llegamos al Mirador de El Time, el lugar desde el que, según nos había dicho el bombero el primer día, mejores vistas del volcán Cumbre Vieja podíamos tener.

Allí, en el propio mirador, hay un bar en el que comimos de nuevo con productos típicos, muy bien elaborados, al tiempo que nos cansamos de fotografiar el volcán, toda la zona cubierta de lava, y el puerto de Tazacorte, desde donde las televisiones enfocaban el cráter del volcán durante la erupción. Por cierto, aunque inicialmente el cono estaba semi-cubierto por las nubes, mientras comimos se fue descubriendo y pudimos comprobar que todavía sigue saliendo humo del cráter. Terminada la comida, que hicimos con mucha calma por lo bien situados que estábamos, bajamos hasta el puerto de Tazacorte. Aunque nos hubiese gustado hacer una pequeña excursión marítima para acercarnos a la fajana hasta su entrada al mar, no fue posible, y pronto volvimos al coche para tomar el camino de vuelta a casa, pero pasando previamente por La Cumbrecita, otro mirador que nos recomendaron abiertamente. De camino, en Los Llanos de Aridane, localidad muy próxima al cráter, tuvimos ocasión de hacer las fotos de cerca.

El Mirador de La Cumbrecita está integrado en un gran bosque y desde lo alto hay buenas vistas, pero tampoco tiene nada demasiado especial. Desde allí ya regresamos directamente a casa, para un breve descanso antes de ir a cenar a La Gatera, que resultó ser uno de los mejores (sino el mejor) restaurantes de La Palma. Cenamos de maravilla, siendo de destacar un Tartar de Albacora que tomamos Rafa y yo, espléndido, y que nos dejó un gratísimo recuerdo. Nos atendió una joven maitre que pese a su edad demostró gran experiencia y capacidad, y que al terminar la cena nos obsequió con un malvasía dulce, en parte para compensarnos porque las copas de vino que nos habían puesto no eran del tamaño adecuado. Terminamos la cena ya tarde y como el local estaba alejado del centro de Santa Cruz, regresamos en taxi, igual que habíamos ido, para poder estar relajados durante la cena.

En la mañana del lunes ya tocaba regresar. Aunque el vuelo estaba fijado para las 10,30 h, como antes había que entregar el coche en el aeropuerto, optamos por levantarnos pronto y desayunar en Zulai, una cafetería próxima, una franquicia de la misma en la que el primer día desayunamos en Fuencaliente. Allí nos dimos el último homenaje antes de volver a A Coruña. La espera en el aeropuerto no fué larga, y el vuelo de vuelta también agradable.

Desde Santiago volvimos en el coche de Rafa, que había quedado en un aparcamiento próximo. Y con la llegada a casa a la hora de comer, terminamos este fantástico viaje, que nos volvió a demostrar la magnífica compenetración que tenemos los cuatro viajeros, y en la que en esta ocasión pudimos además disfrutar de esas dos excelentes cenas que, gracias al bono turístico, nos financió el Cabildo de La Palma.

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