A Coruña-Oslo, inicio del viaje

Esto es el inicio de nuestro viaje a los fiordos noruegos, viaje pospuesto un par de veces, ya que la programación inicial data de enero de 2020 para llevarlo a cabo en junio. Y precisamente ese año fue el del comienzo de la pandemia, con el confinamiento al principio y las limitaciones posteriores en los movimientos. Y como quiera que las reservas, tanto de vuelos como de hoteles estaban hechas, hubo que anular todo, pero en el caso de los vuelos no pudimos recuperar el dinero que quedó convertido en bonos en el caso de Iberia, y Cashpoints, en el caso de Norwegian.

Un año después como aparentemente las cosas mejoraban, volvimos a replantear la planificación, con nuevas reservas que además en el caso de Norwegian hubo que volver a pagar porque la compañía estaba en plena reestructuración y los cashpoints habían quedado congelados hasta un año después. Pero de nuevo volvió la segunda o tercera ola, y Noruega cerró el acceso a visitantes extranjeros por lo que nuevamente hubo que cancelar todo.

Por eso, en esta tercera ocasión, para evitar la caducidad de puntos y cashpoints, organizamos el viaje cambiando coche por aviones y barco, con lo que además optábamos por la solución Hurtigruten, que yo ya había analizado antes y descartado por su alto coste. Y decididos a llevar a cabo el recorrido por los fiordos, dejamos reducida la ruta al viaje Bergen-Kirkenes por barco, añadiendo una estancia de 4 días en Oslo, ciudad que yo no conocía de mi viaje anterior.

Las fechas elegidas fueron del 20 de julio al 2 de agosto, condicionadas por la disponibilidad del barco, y de esa forma el miércoles 20 de julio salimos del aeropuerto de Alvedro, para volar a Oslo vía Londres. El viaje empezó puntual, ya que el vuelo de inicio salió a su hora, pese a que la cola para pasar el control de pasaportes era enorme y al ritmo que llevaban amenazaba con retrasarlo. En el último momento decidieron facilitar que los que tuvieran pasaporte español entraran por uno de los lados y así la cola se resolvió pronto.

Aunque inicialmente nos planteamos no salir de Gatwick al aterrizar en Londres, cómo quiera que pudimos liberarnos del equipaje enseguida porque aceptaban la facturación, optamos por tomar un tren a Londres y así hacer más llevadera la espera hasta la hora de embarcar para Oslo.

De esa forma, poco después de las 12, hora inglesa, estábamos paseando por la ciudad. Y como los principales lugares de interés están todos en el centro, desde la estación Victoria, a donde llegamos, nos dirigimos inicialmente a Buckingham Palace, para desde allí continuar hacia la zona de Westminster y proseguimos camino por Horse Guards Street hacia Trafalgar Square.

Todo el recorrido comentado lo hicimos con las calles llenas de gente pese a que hacia bastante calor. Y como entre caminar y  hacer fotos se fue haciendo tarde, antes de llegar a Trafalgar hicimos un alto en un restaurante que ya conocíamos de uno de los viajes anteriores, cuando estuvimos con Elena y Rafa. El sitio se llama Horse and Guardsman y en él nos tomamos unas sabrosas hamburguesas (es la especialidad).

Terminado el almuerzo, seguimos la visita, por Trafalgar y de vuelta hacia la estación Victoria rodeamos por calles menos conocidas para alargar la estancia. En ese recorrido hacia la estación nos encontramos con una reunión de gente, aparentemente familias, que salían de una iglesia donde se había llevado a cabo algo así como la graduación de alguna escuela, porque chicas y chicos estaban vestidos con togas al estilo de una fiesta de fin de carrera.

El viaje de regreso lo hicimos a media tarde, para no correr riesgos por si surgía algún inconveniente. No fue así y llegamos a Gatwick con más de una hora de antelación sobre la hora de salida prevista, si bien luego se produjo un retraso adicional de otra hora y media. En cualquier caso, el vuelo de Norwegian recuperó parte del retraso y hacia las 0,30 h. Llegamos al aeropuerto de Oslo.

Para llegar al hotel llamamos a un taxi que empleó algo más de media hora en el trayecto y finalmente arribamos al hotel sobre las 2 de la madrugada. Tuvimos la suerte de que la recepcionista era una joven extremeña (Lucia) muy simpática que nos dio toda clase de informaciones para nuestra estancia.

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