El jueves 21 amanecimos ya en Oslo, para empezar nuestro recorrido de 3 días completos en la ciudad. Desde nuestro hotel vamos al centro de la city en bus, ya que estamos a unos 20 kms de Oslo centro. Pero como hemos adquirido el Oslo Pass, tenemos transporte público completo incluido en el mismo, ademas de gratuidad en numerosos museos y otras actividades y descuentos en la mayoría.
El bus tarda casi media hora, pero el viaje es muy agradable, ya que el paisaje es variado y sobre todo muy verde.
Ya en Busterminal, en el centro de Oslo, hemos empezado nuestro paseo por la calle principal, Karl Johans Gate, peatonal y con multitud de comercios y cafés. Lo primero que vimos fue un edificio contiguo a la catedral, lleno de cafeterías. También pudimos enterarnos de que en la catedral, el viernes 22, se celebraba un acto con música de órgano del que tomamos nota.



Continuando el paseo, llegamos a un gran parque, donde se encuentra el Parlamento, el Gran Hotel, el teatro Nacional y más al fondo el Palacio Real. Y desde el mismo parque vimos que salía un bus de visita turística por Oslo, y en vista de que hacía calor optamos por tomarlo para durante algo más de una hora conocer sobre la marcha los principales monumentos y zonas de interés de la ciudad. El recorrido nos sirvió para organizar los tres días de estancia y decidir qué cosas ver con más detalle.
De vuelta al punto de inicio, y de camino hacia el puerto, Ipi sugirió hacer un alto en el edificio del ayuntamiento, que resultó ser precioso. Allí pudimos observar unas hermosas pinturas murales y las salas de reunión así como el salón de plenos. Además, en el gran patio central es donde anualmente se lleva a cabo el acto de entrega del Premio Nobel de La Paz, el único que no se entrega en Estocolmo.

Después de visitar el ayuntamiento, como era ya una hora adecuada para comer, buscamos algún lugar próximo y encontramos una terraza en el puerto muy cómoda donde nos tomamos una pizza y unas cervezas a modo de tentempié para continuar nuestra excursión de ese primer día.
Luego visitamos el castillo, situado justo sobre la terraza donde comimos. La verdad es que el castillo no valía mucho la pena, pero era uno de los puntos que estaban recomendados. Y desde allí ya nos fuimos caminando hacia el edificio de la Ópera de Oslo, algo realmente impactante. Había leído mucho al respecto, e incluso en la programación del viaje hace un par de años llegué a conseguir una reserva para asistir a una representación, creo recordar que de la ópera Carmen, pero como no fuimos, ahí se quedó la cosa. Antes de llegar a la Ópera nos sorprendió ver las saunas que están en el puerto, justo enfrente. Son saunas flotantes, en las cuales la gente, tras darse un baño de calor en ellas, se tira al mar para refrescarse. Y hay muchas, algunas como muy llamativas.


Pero volviendo sobre el edificio de la Ópera es algo realmente impresionante. Tanto en el exterior como en su interior. Nos hartamos de fotografiarla, desde todos los ángulos y en diferentes alturas. Justo frente al edificio hay una especie de playa que ese día estaba muy concurrida porque hacía calor, aunque la tarde estaba ya medio tormentosa y llegaron a caer algunas gotas.

Tras esa visita, en el edificio que está tambien enfrente, al otro lado de la avenida, hay otra construcción grande y moderna, que resultó ser la Biblioteca municipal. Es otra obra grandiosa, con 6 plantas dedicadas a la lectura, con un diseño innovador y muy atractivo. Según supimos, hay más de 450.000 volúmenes, además de zonas dedicadas al diseño, a la fotografía, impresión en 3D, confección, etc. Y también con una zona en la que se puede comer o tomar un café mientras lees. Nos encantó y pese a ser ya las 9 de la tarde, pudimos visitarla con calma porque no cerraba hasta las 10. Con lo cual el día resultó completo en todos los sentidos.

Bueno, casi completo porque en cambio, dada la hora, ya no encontramos sitio donde poder cenar y hubimos de contentarnos con tomar unos bocadillos muy poco apetecibles, que era lo único disponible en el pequeño bar que estaba abierto en la estación de autobuses. Y desde ahí, ya directamente a subirnos al 380, que es el bus que nos acercaba al hotel. Terminamos la jornada viendo una peli de Netflix en la habitación porque todas las cadenas de TV están en noruego y/o inglés.
El segundo día de estancia en Oslo comenzó como el anterior, bueno, parecido porque a primera hora de la mañana llovía con fuerza, incluso diríamos que jarreaba, con lo cual hubimos de esperar algo antes de abandonar el hotel para no empaparnos en el recorrido hasta la parada del bus. En el hotel nos prestaron un paraguas que nos vino de maravilla.
Tras llegar al centro, cambiamos de bus para ir hacia la zona de los museos de Bygdoy, que era el mejor plan mientras no parase la lluvia.
Visitamos con cierta calma el Fram, el museo sobre las expediciones de Amundsen y otros exploradores al polo sur y en general a los descubrimientos de las rutas polares. Es interesante y con muchas particularidades. Hay una reproducción a tamaño real del barco original que Amundsen utilizó. Y otros de menor tamaño, de expediciones posteriores. También pudimos ver en la sala de proyecciones una película sobre esos descubrimientos.
Y como al terminar esa visita casi ya no llovía, tras hacer unas fotos por el entorno, decidimos ir a visitar el museo Vikingo, que resultó estar cerrado, y más tarde el Norsk Folkemuseum, un museo de la historia cultural de Oslo, en el que se pueden ver las casas de los antiguos pobladores de Noruega. Allí, además, está la Kirkechurch, una iglesia del siglo XII, que fue trasladada desde su ubicación original a este lugar en 1855, y que se conserva en muy buen estado, con uñas preciosas y bien conservadas pinturas en su interior. En la cafetería del propio museo hicimos una comida rápida, a base de tostas que por cierto estaban muy buenas.
Ya por la tarde, como queríamos ir al concierto de órgano de la catedral, poco antes de las 5 nos instalamos en uno de los bancos. Realmente lo que había programado no era un concierto sino una misa con actuación especial de un organista. La misa, como supimos al terminar, era una celebración para conmemorar el 11º aniversario del atentado terrorista de Oslo, en esa misma fecha del año 2011, en la que fallecieron 77 personas, la mayor parte niños en el campamento de la isla de Utoya, donde pasaban unos días de vacaciones. Fuera de la iglesia hay un espacio que los recuerda, donde habían depositado numerosas rosas.
De regreso al centro, fuimos recorriendo el puerto hacia la zona de Aker Brygge, que nos recomendaron para cenar. Y esa zona en efecto estaba muy concurrida pero con restaurantes demasiado turísticos. Y en casi todos había cola para conseguir mesa. Al final lo logramos en Olivia, uno de los recomendados, pero que resultó ser de tipo italiano, con pizzas, pasta, etc. Tuvimos que esperar bastante, la atención fue regular y no cumplió las expectativas previas.
Desde allí volvimos a la Busterminale en tranvía, para seguir probando los diferentes tipos de transporte público incluidos en la Oslo Pass.
El tercer día de Oslo empezó como los anteriores, pero con mejor tiempo, ya que no llovía, Por ello, tras el desayuno en el hotel como jueves y viernes, nos dirigimos a la parada del bus para empezar la jornada. Teníamos ya bastante marcado el programa, y de entrada nos fuimos hasta el parque Vingeland, que Ipi quería visitar a toda costa porque era donde había una buena colección de esculturas del titular del parque, y una de esas cosas que en todas las guías recomiendan ver.
Efectivamente el parque es enorme, muy bien cuidado, y como sabíamos, existe una grandísima colección de esculturas de forma humana, bien individualmente hombres mujeres y niños, como agrupadas de dos en dos, en muy diferentes posiciones. En lo alto de la zona principal se alza el Árbol de la Vida, con esculturas de figuras humanas (niños, mujeres y hombres) aparentemente amontonadas que simbolizan los deseos de cada uno de mejorar. Y además en el entorno hay varias líneas de figuras agrupadas de dos en dos, señalando diferentes etapas de la vida.
Había mucha gente en el parque, en parte por ser sábado y en parte también por la buena temperatura y lo bien que se estaba. A Ipi le llamó la atención un grupo de mujeres que parecían indues o paquistaníes, junto a un grupo de niños, que parecían estar celebrando algo como una primera comunión. Como e insistía en que yo fuese a preguntarles cual era la celebración, y yo no lo consideraba adecuado, finalmente fue ella quien se plantó junto a una de las mujeres a preguntar. Al parecer era un grupo familiar africano que venían para asistir a una boda y todas ellas (mujeres y niñas) eran las damas de honor. Ipi hizo numerosas fotos al grupo y quedó satisfecha con las explicaciones. La visita al Vingelandspark resultó, así, de lo mas productiva e interesante, y en ella ocupamos como casi tres horas.
La segunda parte del programa era ir a ver el museo del esquí y el trampolín de saltos que está en las afueras de Oslo. Tras tomar un bus llegamos a la estación del metro que nos debía acercar a Hollmenkollen. En la propia estación, mientras tratábamos de encontrar la parada donde había que bajarse, unos españoles que estaban allí nos dieron la información y con ellos hicimos el viaje. Era una pareja, ambos barceloneses, según ellos “ingenieros frustrados” que al no encontrar trabajo en España decidieron irse a Oslo, donde enseguida consiguieron contrato y se instalaron. Al parecer les cogió el último cierre de fronteras justo un par de días antes de viajar allí, por lo que tuvieron que quedarse en casa de los padres durante casi 8 meses “con lo puesto” ya que habían empaquetado y enviado todo previamente a Oslo. Pero en cuanto se abrió la frontera, ya se instalaron y están encantados allí.
Llegados a la estación de destino, el resto del camino fue a pié, subiendo bastante para llegar a la base de la pista de saltos, desde donde empezamos a ver como los más animados se lanzaban en tirolina desde lo alto. Poco después subimos a la zona intermedia, desde la cual se tomaban buenas vistas y donde yo pude participar en un simulacro de descenso a más de 100 kms/hora, y a otro de un salto desde lo alto del trampolín, mientras Ipi conseguía una mesa para comer algo, debido a que eran ya las 3 de la tarde. Tras la comida, nos fuimos a visitar el museo, también incluido en la Oslo Pass, y que llevaba incluido el acceso por el ascensor interior, a la parte más alta del trampolín, con unas espectaculares vistas de Oslo y de su fiordo.


Terminado el recorrido por allí, volvimos al centro de Oslo para terminar la jornada con un paseo por el parque situado junto al Parlamento y al Teatro Nacional, y acercándonos al Palacio Real, todo ello haciendo tiempo hasta la hora de cenar, lo que al final hicimos en Egon, otro de los lugares recomendados por Lucía, la empleada del hotel. La cena la hicimos con el tiempo justo de tomar el bus de regreso mientras se terminaba la validez de mi Oslo Pass, pero el conductor del bus nos permitió viajar sin tener que hacer un pago adicional.

Y con eso terminó esa última jornada completa en la capital, ya que a la mañana siguiente teníamos el vuelo a Bergen.









