Diario de navegación 1 – Bergen a Islas Lofoten

El lunes 25 de julio, tras los trámites de facturación en la terminal Hurtigruten de Bergen, y después de las explicaciones iniciales sobre lo que sería el viaje, nos incorporamos al barco, que en nuestro caso fue el Nordkapp, en la cabina 364, que sin ser una suite, resultó cubrir holgadamente las necesidades para estar cómodos durante la travesía. Después de instalar nuestras cosas, salimos a realizar un primer contacto con el navío, de cara a conocer las ubicaciones de restaurante, cafetería, salas de estar durante el trayecto, etc. Y en torno a las 9 de la tarde, zarpamos de Bergen para comenzar nuestra navegación.

Lo primero que se hizo a bordo, fue una pequeña ceremonia de bienvenida en la cubierta exterior de la planta 7, donde nos ofrecieron unas copas de champán. Aunque la tarde-noche estaba lluviosa, no quisimos perder la celebración, antes de ir al comedor para la cena. Por cierto, para las cenas nos asignaron a todos los pasajeros una mesa determinada, mientras que en los desayunos y comidas te colocabas donde estuviese libre, o al menos eso fue lo indicado. Pero luego hemos visto que a la entrada al comedor en desayunos y cenas había casi siempre alguien de la tripulación que te ubicaba en función de la disponibilidad. Hay que señalar que si bien los horarios de desayuno (7 a 10 de la mañana) y comida (12 a 2) eran abiertos, para las cenas además de asignar mesa, nos asignaron también turnos (18, 19 y 20 horas) y en nuestro caso estuvimos en la mesa 18 (para 6 personas) y en el turno de las 20 horas. Pero esa primera cena era del libre ubicación, así que sobre las 8 nos buscamos la vida y nos fuimos a cenar.

Después de la cena, continuamos con nuestro paseo por las dependencias del barco, para completar el conocimiento de cada zona y al final a dormir, ya con el barco en marcha. A Ipi cada movimiento un poco extraño casi le producía temor, y tardó en dormirse. Así terminó nuestro día final en Bergen y de entrada al barco.

La primera noche en el barco fue de adaptación, tanto a la luz exterior (solo hay una cortina para cerrar la ventana), como al ruido de los motores y al movimiento. Yo no dormí demasiado e Ipi se despertó varias veces, un tanto intranquila con el movimiento. De todas formas, la noche se pasó bien y nos levantamos preparados para afrontar la jornada.

Durante el recorrido nocturno, el barco hace pequeñas paradas en Floro, Maloy, y ya de mañana en Torvik a primera hora.

Acudimos a desayunar sobre las 8,30 y nos dimos cuenta que para días sucesivos era preferible ir mas temprano, por la gran afluencia que había esa mañana. Tras el desayuno, fuimos viendo, en cubiertas exteriores o interiores, el recorrido que nos llevó primero hasta Alesund, una ciudad pequeña donde solo hace una corta parada, y continua luego hasta el final del fiordo de Geiranger, donde tampoco para apenas, si bien lo hace para que descienda el pasaje local y para quienes, como nosotros, se apuntaron a la excursión, puesto que para ese día teníamos reservada la primera salida que consistía en bajar del barco allí.

Una vez en el bus, hicimos un recorrido por el interior de la costa hasta Molde, visitando varios miradores sobre el fiordo, además de las cascadas de la carretera de los Trolls, lo que implicó además un par de transbordos mediante ferrys y con algunas paradas para visitas. Lo malo fue que a causa del mal tiempo (llovía a cántaros en algunos momentos), la visibilidad era muy mala y reducida y apenas si pudimos disfrutar de los hermosos paisajes que se podrían ver bajo otras circunstancias.

El recorrido llevaba aparejado una especie de merienda a media tarde así como una cena en Molde, justo antes de volver a embarcar en esa localidad. El guía se ganó su sueldo y fue muy comunicativo y ameno en sus explicaciones, que como eran en inglés nos dejaron semi-informados.

Ya de vuelta en el barco, estuvimos un rato en el salón de la cubierta 7, que por cierto está siempre abarrotado porque tiene unos comodísimos sillones en los que la gente se instala y no los suelta más que para ir a comer o a dormir. Pero si bien eso ocurre con los de primera fila, hay muchos sillones y butacas desde los que también hay buena visión exterior. Y eso además de otras muchas zonas interiores, tanto en la cubierta 7 como en la 4, donde está el comedor, el bar, la zona de tiendas y conferencias, etc. Pero aparte de eso, tanto en la parte trasera de la cubierta 7, como en la 6 hay cantidad de sillas y sillones para observar todo el paisaje de la navegación, que se realiza entre fiordos, muy cerca de la costa en casi todos los casos, por lo que resulta muy agradable la estancia, que te permite leer, hacer fotos, o simplemente relajarte viendo el paisaje. En la cubierta 5 hay una zona exterior que rodea todo el barco por fuera de los camarotes desde la que se puede fotografiar con comodidad, tanto por babor como por estribor, proa o popa, con total libertad.

Y de regreso al camarote, antes de ponernos a dormir, una peli de Netflix en la tablet, con lo que completamos nuestra primera jornada de navegación.

Durante la segunda noche de navegación, el barco para brevemente en Kristiansund, y ya habituados a los ruidos, a la luz y demás movimientos del barco, hemos podido dormir más y mejor.

Acudimos a desayunar más temprano, en parte para evitar esperas y en parte también porque en esta fecha había prevista una parada de 3 horas en Trondheim, una bonita ciudad que valía la pena visitar. Hurtigruten organiza en casi todas las paradas largas, diferentes tipos de excursiones para dar alternativas de todos los tipos a los viajeros. En esta ocasión, para la ciudad había una visita a pié, guiada, otra en bici, y otra que se suspendió, para ver la catedral con detalle. Nosotros, con la información previamente recopilada por Ipi desde Coruña, fuimos a hacer la visita por nuestra cuenta. Y nos resultó muy bien, muy tranquila y sobre todo con la libertad de ir a donde nos parecía mas interesante.

Visitamos la catedral, sin entrar en ella, recorrimos las principales calles y barrios de más interés, nos hicimos fotos en todos los lugares que nos apeteció y regresamos al barco al tiempo que las otras excursiones, justo para la hora de la comida. Una de las particularidades que encontré en Trondheim fue un enorme cementerio abierto, en el entorno de la catedral, con lápidas conmemorativas de los allí enterrados, supongo que en su mayoría cenizas, por lo que ocupaban. Aunque en principio me pareció que los enterramientos eran todos ellos antiguos, del siglo pasado, al final Ipi descubrió que había algunos modernos, de menos de una década, por lo que nos resultó algo extraño. Junto a la catedral estaban montando un escenario y estaba acordonada toda una gran zona porque en un par de días comienza un festival musical llamado Olavfest, con la actuación de numerosos grupos musicales.

Al regreso de la visita a la ciudad, fuimos directamente al comedor. La comida es francamente buena. El restaurante se llama Torget, y tiene el sobrenombre de “cocina noruega de la costa”. Cada día en el menú, tanto de la comida como en las cenas, hay platos específicos de la zona por la que el barco va navegando, y lo cierto es que todo nos está gustando, además de que se ve que es cocina cuidada. También todo el personal del barco y del restaurante en particular es sumamente amable. Como Ipi no toma vino, y además los precios del vino son exageradamente altos (una botella de cualquier vino, de lo mas sencillo, está entre 65 y 120 euros), yo me tomo en cada comida y cena una cerveza, que también se paga a precios que nosotros en España consideraríamos abusivos (entre 12 y 16 euros una cerveza normalita).

La tarde la pasamos en diferentes cubiertas del barco, haciendo fotos, leyendo, o simplemente viendo el paisaje. En algún momento salimos a la cubierta exterior para tomar mejores fotos, aunque desde la buena posición que conseguimos en la proa de la cubierta 7 también podíamos tomar imágenes de calidad.

Durante la tarde no hubo paradas y por vez primera acudimos a la cena, en la mesa que tenemos asignada. Allí coincidimos con otra pareja española, de Madrid en este caso, que habían programado el viaje hace un par de años y tuvieron que anular y por fin en esta ocasión pueden llevarlo a cabo. La cena se sirve a la carta (a elegir los platos entre un menú previamente establecido), y estuvo bien. Lo negativo en este caso fue que Ipi se mareó un poco cuando nos levantamos de nuestros asientos en la cubierta para ir al comedor. Aunque se tomó inmediatamente la pastilla, tardó en hacerle efecto y estuvo menos comunicativa de lo normal durante la cena. Supimos que nuestros compañeros de mesa se llaman Nieves y Luis Pedro y son agradables. Ellos tienen previstas varias excursiones diferentes a las nuestras, porque ya ayer dejamos reservada la segunda, y en principio última que pensamos hacer, que será la de Cabo Norte.

Después de la cena, como Ipi estaba todavía renqueante de su mareo, nos fuimos directamente a la cabina y ella se puso a dormir enseguida, mientras yo aprovechaba para escribir sobre los primeros días del viaje. En la última parte de la tarde, nos cruzamos navegando con otro de los barcos de la compañía, el Trollfjiord, que viajaba de regreso hacia Bergen. Como cada día sale uno diferente en la ruta norte (Bergen-Kirkenes), lo normal es que diariamente nos crucemos con el que viene de regreso haciendo la ruta sur (Kirkenes-Bergen).

El barco hizo una parada más en ese día, pero solo para dejar y coger carga o pasaje, de corta duración, en Rorvik. Hay que señalar que como durante la noche, o más bien en la madrugada del siguiente día, el barco cruzaría la línea que marca la entrada en el Circulo Polar Artico, se convocó un concurso para que cada uno de los pasajeros estimase la hora exacta en que se atravesaría esa línea.

La navegación nocturna de ese tercer día consistió en varias cortas paradas en Bronnoysund, Sandnessjoen y Nesna, de las que prácticamente no nos enteramos. Tanto esta noche como las dos anteriores en algún momento el barco se movió algo más, pero siempre de forma muy tranquila, y coincidiendo con los momentos de recorrido más alejados de la costa.

Como cada mañana, acudimos temprano al comedor, sobre las 8,15 para no tener que hacer cola de espera. Hay que señalar que tanto desayuno como comida son de tipo buffet, pero en ambos casos muy completos, con fruta variada, embutidos, ensaladas, platos de cocina como los huevos con bacon y en otras presentaciones, salchichas, un preparado de alubias (debe ser muy habitual aquí, porque ya lo encontramos en los desayunos de los hoteles), y un abanico variado de quesos, pescados secos, pasteles y bollería variada.

Como quiera que esta madrugada cruzamos el límite del Círculo Polar Artico, que coincide con el paralelo situado a 66º 33´N, se había programado algo especial en la cubierta 7 posterior, para conmemorarlo, a la vez que se proclamaba el vencedor en el acierto de la hora exacta en que el barco superaba esa barrera.

Hubo una representación de que Njord, soberano de todos los mares, festejaba el evento, a la vez que conjuntamente con el capitán del navío hacia entrega al ganador del concurso de una especie de bandera con los datos del paso.

A la vez, a quienes se sometían al “bautizo” les entregaban un chupito de licor. Yo no quise someterme al bautizo en cuestión, consistente en que el pasajero se sentaba en una silla y el capitán o Njord le bautizaban echando sobre su cabeza y por su espalda, entre la ropa, un cucharón de cubitos de hielo. Por eso me quedé sin catar el chupito. Luego tuvimos oportunidad de hacernos una foto con capitán y Njord. Y mas tarde, al pasar por la cabina, nos encontramos con que nos habían dejado sendos certificados del paso de Círculo Polar.

El barco hizo una breve parada en Ornes, de 10 minutos, y continuó ruta hacia Bodo, una de las principales ciudades del norte. Allí la parada era de algo más de 2 horas, que eran suficientes para la visita de lo principal de la ciudad. Además, tres de las excursiones organizadas por la naviera salían de esta ciudad. Nosotros nos la organizamos por nuestra cuenta, con las indicaciones previamente preparadas por Ipi, que consistían en visitar la catedral y la biblioteca. En este caso, tanto una como otra construcción son novedosas.

La catedral, porque externamente no parece que sea un templo, y la biblioteca porque es muy moderna e incluso ha ganado algún premio en cuanto a diseño y ha sido valorada entre las 10 mejores del mundo hace unos años. La visita en ambos casos nos resultó muy grata, porque la catedral por dentro es muy bonita y elegante. Moderna, con un órgano que suena de maravilla (el organista nos obsequió con algunas actuaciones mientras estuvimos dentro), y muy cuidada. En el caso de la biblioteca, tiene algunas de las características de la de Oslo, aunque de menor tamaño, pero también muy atractiva. Completamos el recorrido de regreso al barco por el centro de Bodo, paseando tranquilamente con nuestros vecinos de mesa en la cena, con los que coincidimos antes de salir a la visita.

Debo comentar que el recuerdo que yo tenía de Bodo es muy diferente a lo que ahora hemos visto. Hace 25 años hice un corto recorrido por la población (algo más de una hora) mientras dejaba el coche aparcado en la cola para embarcar en el ferry rumbo a Lofoten. En aquel entonces la ciudad era pequeña, nada vistosa, y ahora en cambio se ve que ha tenido un crecimiento espectacular, con modernísimas construcciones e imagino que su número de habitantes en estos 25 años se ha multiplicado por cuatro o por cinco, a juzgar por lo que ahora se ve.

Dado que la salida a visitar Bodo coincidía con las horas habituales de la comida, se adelantó la apertura del comedor en media hora, y por esa razón comimos antes de salir del barco, con lo que al regreso al mismo ya nos limitamos a sestear viendo el paisaje, por cierto muy atractivo ya que aunque al principio fue travesía entre Bodo y Stamsund, este último ya en Islas Lofoten, a partir de ahí el viaje transcurrió entre los fiordos, muy cerca de la orilla, teniendo la posibilidad de captar las imágenes de cantidad de casas, faros, etc. Incluso vimos un pequeño aeropuerto en el que estaba aterrizando un avión de hélices.

En el recorrido hacia Svalvoer, nos cruzamos con un nuevo navío HUrtigruten, en este caso el Kong Harald, que viajaba hacia el sur.

Esta noche cenamos solos Ipi y yo en nuestra mesa numero 18, porque nuestros compañeros habían ido a una excursión en bus por la isla principal de las Lofoten, entre Stamsund y Svalvoer, la siguiente parada del barco. Me llamó la atención la gran cantidad de pasajeros que bajaron del barco en Svalvoer, aparentemente terminando su viaje, y en número similar se produjo la entrada de otros que van rumbo norte. Imagino que muchos de los que se quedaron en Svalvoer lo hacen en plan turista, porque viajaban con bicicletas, tal vez para durante unos días hacer recorridos por las islas.

Y después de la cena, nos fuimos a la parte trasera de la cubierta 7, donde Ipi consiguió un par de sofás en la zona abierta pero acristaladla y calefactada. Allí se celebró otra celebración por el paso del Trollfjiord, del que aseguran que es el mas bonito de todos, mientras que del de Geiranger se dice que es el más conocido mundialmente.

En cualquier caso, la fiesta consistía en la entrega a cada pasajero que lo solicitara de una pequeña taza con un licor caliente que estaba muy bueno. Además luego repartieron vasos de sopa de pescado, que estaba lleno de tropezones de bacalao o algo similar, y que estaba exquisito, y entraba de maravilla después de haber transcurrido más de tres horas desde la cena, y estando además al aire libre. En el momento del recorrido por el fiordo comentado, hubo una desbandada general hacia la proa y los costados del barco, para tomar las mejores imágenes del fiordo, francamente bonito.

Un día, por tanto, de lo más completo para nosotros y creo que para la mayoría.

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