Diario de navegación 2 – Islas Lofoten a Kirkenes

A medida que hemos ido subiendo hacia el norte, las noches se han acortado de forma considerable, de tal forma que el 5º día amaneció a las 4 de la mañana, pero cuando el día anterior me fui a la cama, a las 1,36 h. Había mucha claridad. Durante la noche, el barco hizo varias paradas, todas ellas de mínima duración. Así paró en Stokmarknes, luego en Sortland, mas tarde en Risoyhamn y ya de mañana, mientras nos preparábamos para ir a desayunar, en Harstad, por cierto una bonita ciudad vista desde la ventana del camarote.

Desayunamos estupendamente, como siempre, y allí nos encontramos con nuestros vecinos de mesa de la cena. Y como no había previsión de salida hasta mediodía, nos dedicamos a una mañana de relax total en la cubierta 5, en la popa del barco, disfrutando del sol con el que nos regaló la costa noruega.

La verdad es que teníamos necesidad de un día de sol, después de tanta lluvia, tanto día nublado e incluso frío en algunos momentos, puesto que con el barco en movimiento, si te dedicas a hacer fotos en el exterior, se nota el fresco. Pero la mañana fue espléndida, con unos paisajes a los lados dignos de ser fotografiados, lo que hicimos de forma generosa.

Durante el trayecto hubo una parada de media hora en Finnsness, una ciudad pequeña pero que parecía bonita, de la que pudimos hacer varias fotos desde la cubierta. Como la parada era algo más prolongada de lo habitual en estas que son cortas, hubo algún viajero que se bajó del barco a estirar las piernas junto al Nordkapp en el mismo muelle.

Tras esa mañana tranquila en la cubierta del barco, la hora de la comida la adelantamos un poco sobre nuestros gustos habituales, puesto que la salida para visitar Tromso estaba programada para poco después de las 2 de la tarde. Tuvimos todavía tiempo de un pequeño descanso en la cabina antes de la salida, y además esta finalmente se retrasó ya que, por alguna razón que no nos explicaron, el barco no atracó en su zona habitual, que está en el mismo centro de Tromso, sino en un muelle bastante mas alejado, con lo que aparte de salir mas tarde de lo previsto, la lejanía al centro complicaba el tiempo disponible.

Como quiera que hubo protestas por parte de quienes abandonaban ya el barco con sus equipajes, al final la compañía puso unos buses a disposición de todos los que salimos, que nos llevaron hasta la estación de autobuses en el centro. Lo malo era que el regreso cada uno se lo buscaba por su cuenta si quería aprovechar al máximo el tiempo, o bien regresaba al barco en el último bus programado a tal fin, que era a las 6 de la tarde.

Como resultado de todo ello, la visita al final solo nos permitió ir a un pequeño recorrido por el centro, mientras buscábamos el bus que nos llevase a la catedral Ártica, que es un moderno edificio situado al otro lado del mar. Y ya decididos a ir allí, nos animamos a cumplir los deseos de Ipi y del otro compañero de mesa, que habían manifestado interés en subir en el teleférico que nos llevó a lo alto, frente a la ciudad, y desde el cual había unas impresionantes vistas no solo de la ciudad sino tambien de todos sus alrededores. Por cierto, desde allí pudimos ver que también Tromso cuenta con un impresionante trampolín de saltos de esquí.

El regreso al barco lo hicimos en bus, el número 42, y de camino a la parada nos fuimos topando con otros viajeros que habían tomado idéntica decisión a la nuestra, con lo que llegamos en grupo al barco. La mala noticia del día es que Ipi se dejó olvidado en el bus el anorak color naranja, de Uniclo, que yo le traje de N. York hace ya varios años y que apenas había usado en A Coruña.

A las 7 de la tarde el Nordkapp se puso de nuevo en marcha hacia la siguiente parada prevista, que era la de Skejervoy, la última de esa jornada de navegación.

Poco después de reiniciar la marcha el barco, nos fuimos a cenar. Pero ese día no funcionó la cosa como habitualmente, porque con los cambios en la hora de las salidas, se retrasaron las horas de las cenas y en lugar de ir a la mesa preestablecida nos mandaron a otra, solos, sin nuestros compañeros habituales. Nos sorprendió la variación del menú, porque apareció una bandeja llena de marisco (cigalas, buey y cangrejo, del que es habitual por estas aguas). Lo cogimos para probar, pero a Ipi no le gustó nada y a mi no me entusiasmó. Parecía como que era marisco sobrante de alguna comida y ahora descongelado. En cuanto al cangrejo, no me supo a nada. Quizás lo mejor era el buey. El resto de la cena tampoco tuvo nada especial, ya que como plato fuerte había bacalao y ya lo comimos a mediodía, por lo que apañamos la cena con algo de jamón, salmón y bacalao marinado, y un poco de ceviche, que eso sí era novedad.

Para después de la cena estaba programada una sesión musical, con cantos regionales, así que del comedor fuimos directamente al salón de proa de la planta 7 para coger sitio. Al poco rato llego quien parecía que iba a ser el presentador, y resultó ser uno de los encargados de atención a los pasajeros que en lugar de venir a presentar a unos artistas vino a explicar que la actuación musical iba a ser una Playlist, con canciones de tres grupos que tuvieron su origen en Tromso, (de ahí lo de músicas regionales). Pero además, para colmo, de la prevista lista solo se pusieron un par de temas y luego se suspendió, sin muchas explicaciones. En definitiva, un desastre, que añadido a los problemas con el desembarco y consiguientes retrasos, hicieron que lo que después de la estupenda mañana parecía un día fantástico, se truncara.

Pero como bien está lo que bien acaba, lo bueno vino al final de la jornada, porque siguió haciendo sol y como nos estábamos ya aproximando a Cabo Norte, en esa jornada sí que se pudo disfrutar del sol de medianoche. Estuvimos Ipi y yo hasta después de la una de la madrugada, haciendo fotos y vídeos, y conectando con nuestros hijos, hermanos y amigos, para hacerlos partícipes en directo del evento, que no sabíamos si podría repetirse en Cabo Norte, porque todo depende de si hace sol o hay nubes de incluso si llueve. En la secuencia de fotos anterior, se puede ver la posición del sol en el horizonte entre las 23,20 horas del día 29 y las 01.00 h. del día 30, pasando por las 0,02 h. del mismo día 30, sin que el sol llegase a ocultarse. Es lo que conocemos por Sol de Medianoche, que únicamente puede observarse en determinadas épocas del año, y siempre por encima del Circulo Polar Artico. Tuvimos la suerte de que precisamente ese día el cielo estuviese despejado y así poder observar el fenómeno.

Con todo ello, nos fuimos a la cama pasadas la una y media, dejando ya las cubiertas libres de pasajeros.

El sábado día 30 amaneció bien, con un día claro aunque no tanto como el día anterior. Sin embargo, las expectativas seguían siendo buenas de carga a la jornada que nos esperaba. Durante la noche el barco había hecho paradas en Oksfjiord, en Hammefest, y en Havoysund antes de la parada que nos interesaba, que era la de Honningsvag, prevista para cerca de las 11 de la mañana.

Después del desayuno me dediqué a pasear por las cubiertas del barco fotografiando todo lo que merecía interés. Aunque no había prácticamente viviendas, solo alguna que otra dispersa, el paisaje era llamativo por las montañas y acantilados que se iban viendo a uno y otro lado del barco e incluso desde la proa las vistas eran espectaculares.

Al llegar a Honningsvag prácticamente todos los viajeros salieron para asistir a una de las dos excursiones previstas, que eran la que nosotros cogimos, dirigiéndose a Nordkapp, y otra que se dirigía a avistar pájaros. Coincidimos en el puerto con dos grandes cruceros.

El recorrido hasta Nordkapp se hizo en bus, en algo menos de 45 minutos, y llegados arriba nos dejaron libertad para durante casi hora y media dedicarnos a fotografiar todo aquello y disfrutar de las preciosas vistas, sabiendo además que estábamos en lo que teóricamente es el punto más septentrional de Europa.

La verdad es que, junto con el deseo de observar el sol de medianoche, llegar a Nordkapp era una de mis metas pendientes desde el anterior viaje. Y además de poder llegar, lo importante era conseguir hacerlo en un día claro, para poder inmortalizarlo adecuadamente. Había mucha gente allí, la mayor parte como nosotros, llegados en bus desde los cruceros atracados en el puerto, pero me llamó especialmente la atención el ver multitud de autocaravanas de gente que también se acercaba hasta aquel punto y que incluso acampaban en la zona.

Está claro que es y ha sido siempre un punto de atracción de turistas de todas partes del mundo. Y que en esta época del año, aprovechan el mejor tiempo para acercarse hasta allí.

Terminado el tiempo que nos dieron de libertad allí, volvimos al bus y regresamos a puerto. La comida se había sustituido en este día por un brunch, ya que el tiempo habitual del desayuno se había ampliado hasta la hora de salida de las excursiones. Por esa razón, una vez de vuelta en el barco, decidimos ir hasta la cafetería a tomar algo. Ipi y yo nos pedimos una pizza y un trozo de pastel, similar al que habíamos estado buscando en Bergen.

Ya por la tarde, se hicieron paradas cortas en Kjiollerfjiord y Mehamn, y el  tiempo se fue oscureciendo y llenando de niebla, con lo cual la visibilidad fue decreciendo y tenía poco aliciente seguir haciendo fotos, de forma que nos dedicamos a leer en los sillones situados en los laterales. Hubo un rato que nos cruzamos con una embarcación que dijeron que pertenecía a algún miembro de la casa real noruega, por el pabellón que exhibía. Más tarde avisaron de que como entrábamos en un tramo de recorrido en mar abierto, era posible que se avistaran ballenas. Aunque fuimos atentos durante bastante rato, la verdad es que no se vió ninguna ballena. Sin embargo, si que tuvimos la ocasión de ver a otro barco de la empresa Hurtigruten con el que nos cruzamos. Era el Nordlys.

Y así poco a poco llegó la hora de la cena, que sería nuestra última cena en el barco, ya que nos habían pasado instrucciones de la hora prevista de desembarco en Kirkenes, sobre las 9 de la mañana siguiente, aunque pedían que se dejasen libres los camarotes a las 8 de la mañana. También pidieron que dejásemos las maletas listas antes de las 0 horas, para que el personal del barco se ocupase de bajarlas por la mañana. En este día hubo una última parada corta en Berlevag.

Por tanto, hechos los deberes nos fuimos a dormir algo antes que otros días, ya sin maletas y pensando que a la mañana siguiente habría que madrugar algo más.

Hemos de reconocer, y así lo comentamos Ipi y yo y también con la gente con la que teníamos más contacto en el barco, que después de un comienzo francamente lluvioso, esto últimos días nos dejaron un buen sabor de boca y además han sido los días en que pudimos disfrutar de varias de las cosas que, al menos para mí, eran objetivos principales en este  viaje.

El domingo día 31 amaneció un día horrible, continuación de una noche similar, en la que el cielo estaba totalmente encapotado y la visibilidad era muy escasa. Además, tal vez por habernos acostado antes o por ser la última noche, dormimos peor. Yo me desperté varias veces durante la noche e Ipi también. Ella se quejaba de que el barco se había movido mucho, aunque yo no tuve esa impresión.

El desayuno lo hicimos poco antes de las 8, y sí es cierto que a esa hora había algo mas de movimiento. De hecho Ipi tuvo una sensación de comienzo de mareo y para evitar tomarse una pastilla, que dice que la adormilan un poco, se sentó en la mesa del restaurante y me pidió que yo le acercase el desayuno para evitar moverse. Fue ya nuestra ultima asistencia al restaurante, porque a las 9 estábamos reunidos junto a la puerta de desembarco. Antes de eso el barco había hecho una última corta parada en Vardok. Y llegados a puerto, un último vistazo al Nordkapp, que nos alojó durante una semana, y en el que pasamos momentos inolvidables.

Ya en tierra habilitaron unos buses para trasladar al pasaje a los hoteles (para quienes como nosotros nos quedábamos en Kirkenes) o al aeropuerto, para la mayoría, que desde el barco se iban directamente a volar de regreso a casa o a continuar vacaciones en otros puntos, como era el caso de alguno de los españoles que conocimos en la travesía.

Una vez que el bus nos dejó en la puerta del Scandic Hotel, donde yo había reservado para una noche, y como todavía no estaba disponible la habitación, nos quedamos en el hall del hotel esperando para hacer el check-in. Estuvimos esperando algo más de una hora, porque tampoco había muchas cosas que hacer en Kirkenes, que es una ciudad con muy poca actividad y menos en domingo.

Después de analizar lo que se podía hacer y tras descartar la primera opción, que era una visita a lo que fueron refugios durante la guerra (nos dijeron que esta temporalmente cerrado), en el hotel nos sugirieron la visita a un museo, así que nos fuimos allí para matar el tiempo, a la vez que tratábamos de conseguir una reserva para la tarde en el Snowhotel, situado a 10 kms del centro. El museo resultó ser muy poco atractivo. Tal vez para los habitantes de Kirkenes tenga algo de interés ya que trata sobre cuestiones de la última guerra, de las relaciones entre los noruegos, finlandeses y rusos (en un radio de 15 kms están las fronteras y pueblos limítrofes de esos dos países), y de algunos aspectos sobre la vida de la ciudad, pero que para turistas foráneos como nosotros no resulta atractivo. En la cafetería del museo nos tomamos un café con una tarta de esas que Ipi quería probar, para engañar al estómago, pensando ya en dejar sitio para la cena que, finalmente conseguimos reservar en el hotel de hielo.

Después de descansar un rato en la habitación, sobre las 5 de la tarde nos desplazamos en taxi al Snowhotel. Hay que señalar que si bien a la mañana nos estábamos arrepintiendo de haber quedado en Kirkenes todo un día, la visita al hotel de hielo dejó mas que justificada la estancia en esta ciudad.

El hotel forma parte de un complejo que tiene unos 150 perros de raza Husky para tirar de trineos, un cercado con 3 renos, y 20 cabañas de hotel, además de otras 12 habitaciones en el hotel de hielo. La visita que hicimos se componía de las explicaciones de todo el complejo, el recorrido por todas las instalaciones y una excelente cena final en el restaurante del complejo.

Tuvimos ocasión de recorrer con calma el interior del hotel de hielo, donde pudimos contemplar cantidad de figuras espléndidamente diseñadas, además de todo lo representativo de una instalación hotelera, como la recepción, el bar, un salón con chimenea, e incluso el trineo de papá Noel, con sus renos.

Una auténtica maravilla, que mantienen todo el año, ya que al parecer hasta hace tres años se destruía al llegar la primavera y volvía a construirse en octubre. Ahora han logrado la forma de mantenerlo activo todo el año, con una temperatura interior de -4 grados. Se puede dormir en el interior, utilizando unos sacos de dormir de los que están diseñados para resistir temperaturas de menos 30 grados.

La cena fue excelente. Nos pusieron como entrante una ensalada de cangrejo real (el marisco del que presumen por toda Noruega), luego un entrecot de reno que estaba delicioso, y como final una tarta con frutos del bosque, también muy buena.

Fue el broche de oro para una jornada que en principio estimábamos casi perdida, pero que al final vino a dejar el mejor sabor de boca para todo el viaje, ya que justamente los últimos tres días del mismo han sido los mejores y mas impresionantes.

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.