A Coruña y el mar

Decir que la ciudad de A Coruña y el mar son algo inseparable es una perogrullada, por evidente, pero es una realidad que define en buena parte a los que somos naturales de esta ciudad y también a muchos de los «allegados» que se han instalado aquí hace más o menos tiempo.

Y quienes además somos amantes del mar, lo tenemos mucho más claro y lo vivimos de forma más intensa, por lo que en muchas ocasiones nos cuesta estar alejados de aquí y cuando tras una estancia prolongada lejos de la ciudad regresamos a ella, la visión del mar nos relaja y nos hace sentir bien.

Recorrido Habitual

Yo tengo por costumbre, como ya comenté en este mismo espacio hace algún tiempo, salir a caminar al menos un par de veces por semana recorriendo el paseo marítimo, ya sea en dirección a El Portiño o con más frecuencia en dirección a la Torre de Hercules, y continuando hasta la zona del dique de abrigo y regreso por los jardines, siempre a ser posible lo más cerca del mar, es decir, por los caminos que rodean la Torre, hacia la Caracola, los Menhires, San Amaro, y vuelta al paseo.

Jueves 17 Novbre.

En ese recorrido de aproximadamente 10 kms suelo emplear algo más de hora y media, pero hoy lo alargué porque durante el recorrido hice numerosas paradas para observar y tomar muestras gráficas del estado del mar, ya que estamos con uno de esos temporales que en repetidas ocasiones nos manda la meteorología y que son un espectáculo digno de observar, de forma especial para quienes vemos el temporal desde la barrera, es decir, desde la costa. Imagino que quienes tienen que vivirlo desde dentro (navegantes, en general) lo sufren de otra forma más dura.

Y de ese recorrido quiero dejar hoy constancia gráfica. En el tramo que va desde la coraza hasta la fuente de los surfistas, se podía observar con gran detalle las olas que llegaban a las playas del Orzán y Riazor.

Continuando el recorrido hacia la Torre, me gusta desviarme del paseo para acercarme al borde del mar, pasando junto a la Casa de los Peces, y hoy el mar batía con fuerza en las rocas que bordean el Aquarium creando un espectáculo impresionante.

El entrante hasta la playa de las Lapas estaba, naturalmente, mucho más movido que de costumbre, pero no tanto como lo hemos visto en otras ocasiones. Y una vez rodeada la playa, cuando se comienza el ascenso por el sendero que, bordeando la torre, nos lleva hasta las rocas donde los percebes y los pulpos tienen «denominación de origen», las vistas que se podían observar mirando hacia el Aquarium volvían a dejar constancia de las rompientes en aquella zona.

Una vez que se supera la altura de la Torre, siguiendo siempre el sendero que serpentea las rompientes, aparece el entrante donde hace casi 30 años el Mar Egeo se alojó sin pedir permiso, produciendo uno de los mayores desastres marítimos que hasta entonces habían perjudicado a nuestras costas, tras el encallamiento del Urquiola a finales de los años 70 del siglo pasado. Desde allí comenzamos ya a ver a lo lejos la punta donde está ubicada la Caracola, y continuando al borde del mar llegamos al lado opuesto, desde donde la imagen de la Torre de Hercules se deja ver sobre las rompientes.

Dejando atrás la Caracola y antes de enfilar hacia San Amaro, pasamos junto a esos cubos que hace ya muchos años alguien decidió instalar en ese promontorio, no sé si para que fueran utilizados como observatorio de aves o como refugio temporal de caminantes a los que les sorprende la lluvia durante el recorrido. Hace unos años en uno de mis recorridos encontré allí a un gaiteiro que interpretaba el himno del antiguo reino de Galicia. Hoy, junto a los cubos y mirando al océano hay unos bancos en los que el caminante puede deleitarse con la vista de la inmensidad del mar.

El camino prosigue, siempre sobre las rocas, y comienza a verse a lo lejos el campo de los Menhires, llegando a los cuales, si volvemos la vista atrás, nos encontramos otra vez con las olas rompiendo de forma abrupta contra la costa. Y siempre continuando al frente nos tropezamos con el cementerio Arabe, en el que después de años de cierta desidia en su cuidado, en las últimas semanas han hecho una amplia limpieza de las malas hierbas que lo poblaban, y están actualmente instalando nuevas plantas que le cambian, por supuesto para bien, la imagen interna. Es algo que hay que agradecer al gobierno local. Un poco más adelante está la que algunos denominan playa de los moros (imagino que por su cercanía al cementerio árabe), y en la que en los meses de verano algunos privilegiados, entre los que me incluyo, podemos disfrutar del mar y del sol como Dios nos trajo al mundo. Es una playa pequeña, pero dotada de las características que habitualmente se exigen a aquellas adornadas con bandera azul.

Un poco más adelante, antes de llegar a la playa de San Amaro, nos topamos al borde del camino con la Sirena, desde donde se divisa ya el dique de abrigo. Por cierto que hoy había un grupo de escolares que jugaban (imagino que en su rato de descanso entre clase y clase) sobre la arena, mientras los embates del mar hacían que las olas superasen y desbordasen el pequeño muelle anexo a las instalaciones del Club del mar San Amaro.

Volviendo a la senda del paseo, comenzaron a verse hoy numerosos turistas que pronosticaban la presencia en puerto de algún crucero. Pese a estar una mañana muy gris, amenazando agua, los visitantes recorrían el tramo que discurre entre el puerto y la Torre de Hércules. Hace un par de semanas, en otro paseo similar al de esta mañana, encontré por la misma zona a multitud de turistas extranjeros, algunos de los cuales circulaban en bicicleta (todas ellas iguales, imagino que proporcionadas por el propio crucero), y otro grupo en el mismo sentido, pero con patinetes eléctricos. En ambos casos me hicieron recordar el viaje que este verano hicimos por los fiordos noruegos, entre Bergen y Kirkenes, pasando por Cabo Norte, y lo grato que es pasearse por esas ciudades en las que se cuida el turismo, se facilita la estancia de los visitantes, y con ello se consigue la proyección de la ciudad en el exterior. Mi felicitación a los responsables municipales de turismo.

A lo largo del tramo del paseo marítimo que discurre entre el cementerio y el dique de abrigo, además de los turistas se podía ver hoy a algunos pescadores que, animados por el fuerte oleaje, trataban de sacarle al mar alguna lubina despistada. Me resultó también sorprendente el ver a un velero que, desafiando el fuerte oleaje, se disponía a abandonar el puerto dirigiéndose hacia alta mar, mientras unos turistas fotografiaban la escena.

Ya llegados al dique, y pasando el Castillo de San Antón, la afluencia de turistas era más numerosa por la proximidad del barco que, sin ser el de mayor tamaño de los que nos han visitado era lo suficientemente grande para poblar la ciudad de visitantes. Imagino que esa gente que llega a la ciudad valorará de forma muy positiva el hecho de desembarcar en el centro de la urbe, sin tener que estar obligada a importantes desplazamientos para visitar lo más significativo de A Coruña.

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.