Después de tres años de obligado parón a causa del Covid y sus consecuencias, este año mi amigo Rafa y yo volvemos a retomar nuestra costumbre de disfrutar de una semana de esquí a pleno rendimiento. La última ocasión fue en febrero de 2020, justo antes del inicio del confinamiento, y en los dos años posteriores no se pudo repetir primero porque todo estaba cerrado, y en el caso de 2022 porque además yo mismo había sufrido un pequeño accidente en una jornada de preparación en San Isidro, en diciembre de 2021.
Y volviendo al motivo de esta publicación, estuvimos un poco remisos a hacer reservas hasta hace menos de un mes porque apenas había nieve en las estaciones que nos gusta esquiar. Pero tras los temporales de inicios de año, todo cambió radicalmente y ahora los principales centros de esquí está a tope. Así las cosas, nos decidimos a reservar en Baqueira, estación ya conocida por nosotros porque aqui estuvimos en 2016, aunque yo también esquié en esta estación en diferentes años antes (creo recordar que en 1995, en 2002, y en 2009).
Y la semana de esquí elegida para este 2023 fue la del 5 al 10 de febrero (semana de 5 dias, como habitualmente). Nos alojamos en Betren, hotel TUCA, situado en el límite de Betren con Vielha, con lo cual estamos a solo 12 km del centro de la estación y tenemos a tiro de piedra toda la infraestructura hostelera de Vielha, porque no hay que olvidar que una parte importante de la semana de esqui es el aspecto gastronómico, que nosotros practicamos a conciencia.
Dia 0 – Domingo 5 de febrero
El viaje lo realizamos en coche, por toda la costa norte de España (la A-8) hasta la frontera francesa, haciendo el resto del recorrido por el sur de Francia, hasta volver a entrar en nuestro pais cerca de Vielha. Fué un viaje cómodo, y en algo menos de 10 horas nos plantamos en el hotel, con un par de cortas paradas para repostar y para tomar un refrigerio a modo de almuerzo. Ya en suelo francés, antes de llegar a destino, pudimos visualizar el imponente aspecto de los Pirineos, cerca de Lourdes, lo que hizo que empezasemos a imaginar una espléndida semana de nuestro deporte preferido. La conducción la llevamos a cabo turnándonos Rafa y yo como hacemos de forma habitual.
Llegados al hotel y acomodados, nos dimos un paseo por Vielha para visitar algunos de los restaurantes que habíamos ido seleccionando para estos días, en la mayoría de los cuales solo nos aseguraban mesa en esa noche para mucho más tarde, con lo cual optamos por hacer reservas para dias sucesivos. No obstante, finalmente encontramos un lugar donde cenar, que fue El Indecente, donde además de disfrutar de un excelente menu, a base de platos característicos del local y de la zona, el propietario nos hizo una amplia información sobre lo más interesante de por aqui, amen de contarnos toda su experiencia en este y otros negocios, informar sobre las particularidades de la clientela habitual de muchos de los restaurantes de Vielha, extranjeros adinerados (en buena parte rusos) que pagan unas extraordinarias minutas compuetas en la mayor parte de los casos por vinos de altísimo coste, caviar del Valle de Arán, y otras exquisiteces.
Dia 1º – Lunes 6 de febrero
Y llegado el primer día de esquí, nos sorprendió una jornada excelente, con un sol radiante, una nieve en estado impecable (nieve polvo de mucho espesor), y unas pistas bien acondicionadas, con pocos clientes, lo que permitía aprovechar al máximo el tiempo de moverse por ellasas, sin esperas en los remontes, con lo cual pudimos movernos por un montón de pistas durante más de seis horas, recorriendo muchos kilómetros. Nos movimos fundamentalmente por la zona de Beret, ya que para no tener que andar con los esquís a cuestas entre el aparcamiento de Baqueira 1500 y los remontes, nos fuimos a aparcar a Orri, como 10 kms más arriba, y donde te pones los esquís al lado del coche y tienes el remonte a 50 metros.
Por tratarse del primer día, hicimos solo recorridos por pistas azules, tanto por mis dudas ante la toma de contacto con la nieve después de mi lesión de rodilla, como por el propio deseo de Rafa de tomarse con calma esa primera jornada. Nos movimos por multitud de pistas, subimos por numerosos remontes, repitiendo solo algunos de ellos, e hicimos un pequeño parón a mediodía para tomar una cerveza al sol, mientras nos metíamos al cuerpo unas barritas energéticas, ya que como es nuestro hábito, durante la jornada de esquí apenas paramos, no hacemos comida formal, y reservamos nuestro apetito para la cena.
Después de un descanso merecido en el hotel para recuperar fuerzas, llegó la hora de la segunda cena. Habíamos reservado el día anterior en El Molí, un restaurante muy típico de Vielha, donde tenían calçots, que a ambos nos gustan y que tratamos de degustar siempre que se nos presenta la ocasión. Previamente nos habíamos llevado al estómago una exqusitez de la casa (Alcachofitas fritas con boletus y huevo trufado, un plato delicioso) y a continuación sendas raciones de calçots con salsa Romesco. Una delicia. Todo ello lo acompañamos con vino de la Terra Alta, Lafou, que resultó estar estupendo. Previamente la casa nos había invitado a la llegada con unas copas de cava, unas aceitunas y un poco de fuet. Para postre, aunque Rafa no quería, degustamos (como no!) una crema catalana, que también estuvo muy buena. En definitiva, una cena para recordar tras una excepcional jornada de esquí.
Dia 2º – Martes 7 de febrero
El segundo día amaneció ya nublado, aunque no se preveía nieve en las cumbres hasta pasado el mediodía. Pero no fue asi porque ya al salir del hotel comenzaban a caer pequeños copos de nieve, que fueron en aumento a medida que nos acercábamos a las pistas. Viendo el panorama, optamos por repetir dirigiéndonos a Orri. Hoy había menos coches, lo que implicaba menos gente en las pistas. Y ya para empezar las horas de esquí comenzó a nevar, en momentos de forma muy copiosa y en otros ratos sin apenas nieve. Pero la visibilidad, sin ser mala del todo, lo que implicaba era que se percibía muy mal el relieve de las pistas, con lo cual resultaba mucho más complicado esquiar con soltura. De hecho, ambos nos caímos, en una o dos ocasiones Rafa, y en tres ocasiones yo, siempre a causa de no poder ver bien el terreno por el que pisábamos. Caídas, en todos lo casos, sin más consecuencias que el consiguiente parón para volver a ponerse en pié, afortunadamente.
Según la aplicación de mi teléfono en esta segunda jornada recorrimos más de 66 kms (incluidos los tamos de remontes) y segun la propia aplicación, la distancia de esquí real serían alrededor de 31,6 kms, que no está nada mal teniendo en cuenta lo duro del clima, porque en las zonas altas el viento azotaba con cierta intensidad y en los remontes molestaba bastante a medida que nos acercábamos a las cimas. Por mi parte, sigo con cierto temor sobre las tablas, porque todavía no he conseguido recuperar la confianza previa a mi lesión, y en esta jornada he ido en todo momento a la cola de Rafa y no solo eso, sino que me ha tenido que ir esperando en la mayor parte de los recorridos por las pistas. Hemos seguido solo por pistas azules, porque con el mal tiempo tampoco nos apetecía subir de nivel. En cualquier caso, y como resumen del segundo día, aceptable.
Pero después de esquiar y descansar un rato, una buena cena es lo mas adecuado, asi que siguiendo el plan inicialmente previsto, nos dirigimos a otro de los lugares seleccionados, que era Urtau, un restaurante con platos típicos del Vall d’Aran donde nos han atendido de maravilla. Tras degustar un par de pinchos de la barra, ya en la mesa nos decantamos por unos Torreznos, exquisitos. Y como no podía ser de otra manera, una Olla aranesa, deliciosa, que nos recordó a la que en otro restaurante habíamos degustado ya en nuestra anterior visita en 2016. Continuamos con otra especialidad de la casa, una Butifarra a la brasa con verduras, y como remate unas Albóndigas de la cocinera. Todo espectacular, regado por cierto con un Acustic 2019, un vino de Montsant. No nos resistimos a tomar un postre de la casa. Y como cada noche, tras la cena un paseito hasta el hotel para bajar la cena, con la helada como acompañante, que en esta ocasión y pese al día nublado y nevado, estaba ya medianamente despejado y con la luna a la vista, preludio de que tal vez el próximo día de esquí no sea tan malo como se presumía.
Dia 3º – Miércoles 8 de febrero
El miércoles amaneció ya sin una nube, con un cielo azul increible, y por tanto unas excelentes expectativas para la jornada, aunque las previsiones meteorológicas decían que a primera hora de la tarde aparecerían las nubes. En cualquier caso, tras el desayuno nos dispusimos a subir a las pistas, teniendo previamente que hacer unos trabajos de limpieza del hielo que cubría los cristales del coche, aparcado frente al hotel. Decidimos ir directamente a Bonaigua, zona en la que nunca antes ninguno de los dos había esquiado. Llegados allí, había buen sitio para aparcar (poca gente), y de inmediato nos lanzamos a las pistas . Empezamos por las más próximas a la estación (Cap a Baqueira y Pleta del Duc) que recorrimos un par de veces, antes de cambiar para ir hacia Beret, para descubrir nuevas pistas. Y efectivamente nos encontramos con La Llança, a la que se accede mediante un doble arrastre, y desde allí bajamos repetidamente por Teso Dera Mina, Costes de Ruda y Lhastres dera Mina, par subir después a Cap de Baqueira, para recorrer Ta Arguls, Cara Nord, y otras antes de regresar a la zona de Bonaigua. Hicimos una corta parada para tomar un refrigerio, y sin perder tiempo volvimos a las pistas, repitiendo varias veces algunas de las pistas señaladas, que nos encantaron a ambos, tanto por el excelente estado de la nieve como por la amplitud de las propias pistas, siempre azules, aunque en muchas de ellas con palas importantes que eran más propias de pistas rojas. Por cierto, que en la primera subida que hicimos a la mañana en el remonte pudimos ver como un esquiador que bajaba mangado por una pista roja, voló por los aires y se pegó un imponente tortazo, al que luego vimos que retiraban en camilla, lo que nos recordó el accidente de Rafa en Sierra Nevada años atrás.
Segun las aplicaciones del teléfono, recorrimos un total de 63 kms en algo más de 6 horas, pero lo más importante es lo que disfrutamos, sin una sola caida, mejorando en cada descenso y descubriendo nuevas pistas en la zona de la Bonaigua que nunca antes habíamos practicado.
De regreso al hotel, y tras el obligado descanso, la cerveza que ya nos tomamos cada día al llegar a la habitación, y un par de horas de relax, ducha, etc… la salida para la cena. Hoy nos programamos para ir a Era Bruisha (La Bruja), una sidrería de la que nos hablaron en la recepción del hotel. Y como menú nos decidimos por un Paté Aranes, y un Chuletón de vaca vieja con alta maduración. Acompaños la cena con un vino de la zona (como cada día). En este caso se trató de Altosiós, un Costas del Segre, muy adecuado para el paté y el chuletón. Como postre, un delicioso Tatín. Y tras el café, un par de chupitos de Havana 7. En definitiva, que también a este local le dimos una alta calificación. Se ve que sabemos elegir, Y de regreso, ya dejamos reservado para mañana en otro de los seleccionados.
Dia 4º – Jueves 8 de febrero
Amaneció el día con algunas nubes, pero estas se fueron diluyendo de forma que cuando accedimos a la estación ya el cielo estaba prácticamente despejado del todo. Hoy decidimos volver a la zona de Beret, aparcando en Orri como en días anteriores, para aprovechar mejor el sol que ilumina esa zona en las primeras horas de la mañana. Y acertamos. Además tuvimos la ocasión de aparcar muy cerca del comienzo de la zona cubierta de nieve, con lo cual para salir y para llegar casi estábamos al lado del coche.

Pasamos la mañana moviéndonos por la zona de Beret, recorriendo varias veces las pistas Dera Reina, Beret 1-2-3 y 4, Collet de Marimanha, Ta Baqueira, etc. Y asi se pasaron varias horas hasta que decidimos animarnos a alguna pista roja, habida cuenta de que la nieve estaba espléndida, no hacía viento, y no había exceso de esquiadores en las diferentes pistas. Asi que decidimos lanzarnos a la pista Audeth, roja y con pocas pendientes, que resultó estar fenomenal y por esa razón la repetimos. Pero como además teníamos echado el ojo a otra roja, mucho mas amplia y con mas pendiente, decidimos ir también a bajarla. Es la pista Dossau, con una primera pala muy fuerte, pero que luego se suaviza. Es muy larga, y la disfrutamos un montón. Casi al final paramos a tomar un caldo y una cerveza en un bar situado en la propia pista. Y ya en horas de tarde, resultó que yo llevo todos estos días echando un ojo a dos pistas que, por las mañanas estan bloqueadas para entrenamiento de esquiadores de equipos selectos, pero que a última hora, sin que se hayan liberado las puertas de entrada, ya no están ocupadas. Asi que hoy, ya animados, nos metimos a ellas. Son las pistas Stadium Fernandez Ochoa y Stadium 2, preparadas para Slalom y Slalom Gigante. De modo que bajamos ambas pistas, lo que nos supuso un subidón de adrenalina, y antes de terminar la jornada decidimos repetir una de ellas. Una gozada.
En total, teniendo en cuenta toda la jornada, fueron 83,42 kms recorridos en algo menos de 7 horas. Todo ello con un sol envidiable, sin apenas viento y con poca gente en las pistas, de forma que en ningún momento hubimos de hacer cola en los remontes, ya que era prácticamente llegar y acceder a las sillas. He de reconocer que, de los 4 dias que han pasado de esquí, esta jornada ha sido sin duda la mejor.
Y después del rato de descanso en la habitación del hotel, la salida a la cena. Hoy habíamos reservado en WoollooMooloo, donde nos autoregalamos un buen tataki de atun, unos exquisitos Torreznos, aunque con denominación de Chicharrones, y luego Maigret de Pato para rafa y Risotto de Ceps (Boletus) patra mi. Lo completamos con una tabla de quesos para postre y todo ello regado con otro vino de la zona, en este caso un Punti..i, de Terra Alta.
Dia 5º – Viernes 9 de febrero
Ya desde el momento que, en la habitación, abrimos la cortina para ver como empezaba el día, se pudo confirmar que teníamos ante nosotros otra mañana preciosa de sol, sin nube alguna a la vista. Y como cada mañana nos fuimos a tomar el desayuno (por cierto, señalar que a ambos nos pareció muy completo y variado el bufet-desayuno del hotel), para después terminar de cerrar maletas, ya que era el momento de abandonar el hotel y dejar todo en el maletero hasta el final de la jornada de esquí, puesto que ya desde las pistas iniciaríamos el viaje de regreso.
Para empezar, volvimos al aparcamiento de Orri, donde se había demostrado que estábamos mejor situados para ir al primer remonte sin cargar con los esquís, aunque tampoco el de Bonaigua estaba mal. Y efectivamente, pudimos colocar el coche tan cerca de la nieve que teníamos acceso a él sin andar más de diez pasos. Y como anécdota, comentar que mientras nos colocábamos las botas, aparcaron a nuestro lado dos parejas que venían de San Sebastián, con los que se inició una corta conversación, y de la que resultó que eran los propietarios de un tal Antonio Bar, de Donosti, que nos recomendaron.
Y ya montados sobre las tablas, pudimos completar otra fenomenal mañana de esquí, centrada básicamente en el entorno de Beret, porque es donde a primera hora está la mejor orientación del sol. De forma que tras subir en el TSD Jesus Serra, nos tiramos por la pista Dera Reina, accediendo luego al TSD Blanhiblar, que nos llevó al Tuc de Cortajas, después de haber enlazado con el arrastre del mismo nombre, y asi, desde ese pico (2338 m) hacer la bajada directa por las pistas de Cortajás y Blanhiblar de nuevo hasta la base de los remontes. Luego repetimos la operación para aprovechar el magnífico estado de esas pistas, y posteriormente cambiamos para acceder al Tuc Audeth Dossau (2516 m) y asi repetir las pistas rojas que hicimos el día anterior, en las que ya desde la mañana lucía un sol de plano, que hacía suponer que la nieve en esas pistas no estaría demasiado dura. Para ello, subimos primero por el TSD Dera Reina, bajamos por Pins hasta el TSD Clot der Os, y bajamos por Cabanes, que nos llevó a la base del TSD Dossau. En la bajada por Dossau, de nuevo nos fuimos al TSD Clot der Os para bajar por la pista del mismo nombre, muy larga y especialmente interesante. El resto de la mañana lo pasamos repitiendo algunas de esas pistas, asi como Ta Beret 1, y 2, y después de una corta parada en la base de Beret, antes de despedirnos de las pistas nos volvimos a colar en las que estaban reservadas a los profesionales (Stadium 2), que a esa hora ya habían terminado los entrenamientos. Aunque ‘formalmente’ seguian esas pistas cerradas, nos colamos como el dia anterior e hicimos una sensacional bajada, que nos dejó muy alto el listón de la semana. Para regresar al coche volvimos al TSD Dera Reina, desde cuya altura (2350 m) ya nos lanzamos por Ta Baqueira hacia el aparcamiento. Como anécdota, el desvio desde Torn de Baciver hacia la parte baja de Ta Baqueira estaba cerrado, pero decidimos de todas formas cogerlo puesto que era el camino que nos llevaría justo al lado del coche. Efectivamente comprobamos en el descenso que la pista estaba en reparación, con algunos tramos sin pisar bien, pero en cualquier caso eso no nos impidió hacer el recorrido completo y llegar puntualmente al aparcamiento sin bajar de los esquís. Fueron, en cualquier caso, cinco horas y media de estancia en las pistas, con más de 53 kms recorridos en total. En fin, un cierre de semana de lo más adecuado.
Como particularidad con respecto a otros años, en esta ocasión planificamos que como el recorrido lo hacíamos por todo el norte para ahorrar casi 100 kms y una hora de viaje en coche, y al regresar, la noche de parada la haríamos en San Sebastián. Y nuestras chicas, que no pierden ocasión de escapar de casa, programaron que el viernes se reunirían con nosotros en San Sebastián, tras haber viajado en avión de Coruña a Bilbao y desde allí enlazar con Donostia en un rápido bus que tomaban justo en el aeropuerto. Y asi sucedió que nos encontramos en ese punto del recorrido. Ellas llegaron al hotel con algo más de una hora de antelación a nuestra arrivada y se lanzaron a visitar la ciudad. Cuando nosotros llegamos al NH Collection Aranzazu (por cierto, excelente y con una atención exquisita), tras la ducha y el cambio de look de monte a ciudad, nos reunimos con ellas para confirmar que San Sebastián tiene fama por el tapeo en sus calles de bares y la calidad de los pinchos. Lo verificamos en primer lugar en el Sport (uno de los recomendados) y más tarde cenando en el Antonio Bar (el que nuestros vecinos de aparcamiento nos habían sugerido, y que ‘curiosamente’ era propiedad de uno de ellos). Cenamos allí estupendamente (y la factura estuvo en consonancia, claro está) y después de la cena, nos fuimos a la cafetería del hotel a tomar unos chupitos, cafetería en la que había una gran animación, por cierto.
Sábado 11 de febrero
Empezamos el sábado desayunando en el Antiguo, un café cercano al hotel. Realmente no ígamos allí, pero el local al que Elena nos llevaba (recomendación de las guías) estaba completo en el interior y fuera era como demasiado forzado estar porque a primera hora de la mañana, aunque con sol, la temperatura era muy baja (entre 3 y 5 grados). El desayuno, sin ser en el sitio recomendado, estuvo bien, y nos preparó para una extensa jornada de paseo por la ciudad.
Nos dirigimos en primer lugar hacia la playa de Ondarreta, para llegar a donde está la obra de Chillida «El peine del viento» donde hicimos numerosas fotografías. Había mucha animación por ser sábado y estar una mañana preciosa, ya que a medida que avanzaban las horas la temperatura iba en aumento. Como sobre esa zona de la playa está el Monte Igueldo en principio pensamos en subir en el teleférico a disfrutar de las vistas de la ciudad desde ese punto, pero Elena comentó que las recomendaciones de las guías de turismo sugieren que el mejor momento para ver la ciudad desde ese alto es la hora del atardecer, asi que decidimos posponer la visita hasta la tarde.
En lugar de subir al Monte, pateamos toda la playa de Ondarreta, pasando bajo el Palacio de Miramar y conectando ya ahi con la Playa de la Concha, siguiendo todo el Paseo Marítimo, del que cabe destacar la personalidad de todos los edificios situados a lo largo del mismo, que dan idea de por qué esa ciudad fue y sigue siendo un lugar de veraneo de alto nivel, no solo en los tiempos en que la reina Maria Cristina pasaba allí sus veranos, sino actualmente. El paseo estaba repleto de gente, y también en el arenal había numerosas personas, además de quienes navegaban en pequeños velero o con tablas de padel-surf. En la mitad del paseo hicimos una parada en la terraza del café La Perla, naturalmente al sol.

Continuamos luego todo el recorrido del paseo marítimo hasta llegar al puerto deportivo, situado al final del paseo, y tras superar el edificio del Ayuntamiento. Previamente en el arenal descubrimos a un ‘abertzale’ que además de realizar un espléndido dibujo sobre la arena, dejaba su manifiesto mediante notas escritas en esa misma arena.
Y desde el puerto deportivo se accede directamente a toda la zona vieja, donde están la mayoría de los bares, que a esas horas (ya nos situábamos cerca de las 2 de la tarde) estaban en su mayoría abarrotados de gente. Pese a todo, logramos en uno de ellos encontrar un barril con 4 taburetes sobre los que hacer un pequeño descanso mientras metíamos al cuerpo unos suculentos pinchos y unas cervezas. Fue la primera parte de una comida informal, que se completó cuando tras varios intentos conseguimos una pequeña esquina en la barra del bar La Viña, famoso no solo por la calidad de los pinchos, sino especialmente por la tarta de queso. Allí, aunque de pie, degustamos algunas de sus especialidades, que terminamos completando con la indicada tarta de queso, que realmente merece todos los excelente calificativos que se le atribuyen. Y rematamos la comida tomando unos cafés en una terraza.
Como continuación a la visita de la ciudad, recorrimos el resto del paseo que nos llevó hasta donde está situado el Kursaal, que bordeamos para verlo desde diferentes ángulos. Es una obra impresionante, que me gustaría conocer también en su interior, y para ello estuvimos viendo la programación de actuaciones musicales y operas que nos permitan organizar un nuevo desplazamiento a la ciudad y hagan compatible la asistencia a alguno de esos espectáculos. Proseguimos el tour por la zona pasando ante el Hotel Maria Cristina, donde inicialmente pensamos en alojarnos pero de cuya idea desistimos al confirmar los precios y constatar que con esa diferencia podríamos disfrutar de una buena cena y alguna sesión adicional de pinchos por los bares de la ciudad. La elección fue adecuada puesto que el hotel NH resultó muy bien. Y siguiendo con el recorrido, llegamos hasta el puente de Maria Cristina, para visitar luego la catedral. Ya el tiempo no dió para más porque era la hora de ir a Monte Igueldo, desplazamiento que hicimos en taxi. Por cierto, señalar que en Donostia no es posible parar un taxi por la calle, porque alguna normativa municipal asi lo impide, y obliga a que tengas que llamar al teléfono de teletaxi, indicando donde estás para que te manden un vehículo.
Llegados a Monte Igueldo, lo que hay alli es un pequeño parque de atracciones, un poco a la antigua usanza, si bien parece que sigue teniendo éxito entre los peques ya que había numerosas familias con niños que disfrutaban con los tiovivos, coches de choques, etc. Nosotros nos limitamos a observar la puesta de sol y conseguir espléndidas vistas de la ciudad desde diferentes ángulos. Y terminada la estancia en lo alto del monte, decidimos continuar pateando la ciudad e hicimos la bajada a pie hasta la zona de Ondarreta, continuando desde allí otra vez hacia el centro a pie, camino que repetimos a lo largo del paseo marítimo, esta vez también bastante concurrido.
Para completar la jornada, localizamos el segundo Antonio Bar, situado tras el edificio del ayuntamiento, ya que nos habían indicado que en ese establecimiento preparaban la tortilla que había obtenido el 3º premio en el certamen nacional. Tiene la particularidad de que se prepara con 2 kg. de patatas, 3 docenas de huevos, pimiento y cebolla caramelizada. Es por lo tanto mucho mas gruesa de lo que estamos acostumbrados a ver en una tortilla, pero está francamente deliciosa, y por lo que se ve tiene una gran aceptación, porque se agota enseguida. Pudimos degustarla en la terraza del bar, al aire libre pese a que ya caía la tarde y empezaba a refrescar. Y ya con el estómago preparado y animado, volvimos a la zona de los bares para completar la cena a base de pinchos en un par de tabernas. El café, no obstante, decidimos ir a tomarlo, junto con un postre, a la cafetería del hotel que, como la noche anterior estaba muy concurrida y animada. Naturalmente para volver al hotel tuvimos que hacer el previo requerimiento telefónico del taxi.
Domingo 12 de febrero
Con la llegada del domingo, se terminaba nuestra semana de esquí ampliada con la visita de las chicas. Pero tratando de aprovechar al máximo el tiempo, planeamos hacer el recorrido hasta A Coruña con una parada intermedia en Gijón, ciudad que les apetecía visitar a Elena y Rafa y en la que Ipi hizo de anfitriona porque recientemente tuvo un desplazamiento hasta allí con los clubes de lectura para asistir a una conferencia con el último premio Princesa de Asturias de las letras, Juan Mayorga.
Empezamos la mañana acudiendo a desayunar al mismo lugar del día anterior. Pero ocurrió que, al ser domingo estaba cerrado. En su lugar descubrimos que enfrente estaba el BB Café, que era a donde Elena nos había querido llevar la mañana del sábado. Es un local pequeño en el que conseguimos acomodo de casualidad porque inmediatamente se llenó de gente. Desayunamos unas espléndidas y contundentes tostas con aguacate, salmón y/o pavo, que juntamente con los cafés y unos zumos de naranja ‘king-size’ nos permitieron mantener los estómagos sin queja hasta la hora de la comida.
Los 360 kms que separan Donostia de Gijón los cubrimos en algo menos de tres horas y media, conduciendo yo, pues ya habíamos acordado que Rafa lo haría por la tarde, hasta llegar a casa. Al entrar en Gijón buscamos un parking cercano a la playa para no dejar el coche (cargado con esquís y demás) a la vista. Y este resultó estar en una de las esquinas de la playa de Poniente, en la zona más alejada del puerto. Pero ello nos obligó a recorrer toda la playa hasta llegar al cogollo de la ciudad, y la parte de la misma donde más fácilmente podríamos encontrar un lugar par comer.
Tras ese recorrido bordeando la playa de Poniente bordeamos el puerto deportivo y nos adentramos después hacia la plaza mayor, no sin antes desde la iglesia de San Pedro, junto a las Termas Romanas, captar una vista completa de la playa de San Lorenzo y el resto de la ciudad. Y a continuación nos dedicamos a buscar donde comer, lo que finalmente hicimos en la sidrería San Bernardo, cercana a la plaza mayor. Fue una comida ‘de viaje’, sin especiales pretensiones, ya que de lo que se trataba era de dar alimento al estómago y cubrir el expediente hasta llegar a casa.
El viaje de regreso ya lo hicimos de un tirón, conduciendo Rafa, para llegar a destino sobre las 8 de la tarde-noche. En definitiva, una excepcional semana de nieve y turismo, para recordar.

























