Finde Gigirey 2023 – Ribeira Sacra

Hace tres años, a raíz de la muerte de nuestra madre, sugerí a mis hermanos la posibilidad y/o conveniencia de juntarnos al menos una vez al año, en un fin de semana, para al menos mantener ese contacto directo que antes se producía de forma más o menos sistemática en las veces que nos juntábamos en torno a mi progenitora. La sugerencia tuvo buena acogida, y acordamos que cada año sería uno de los hermanos quien se encargaría de organizarlo, previa propuesta de la fecha al resto con tiempo suficiente como para que cada uno pudiese programar su agenda.

Posteriormente, en un viaje de Berta y Ramón a A Coruña, durante una comida que yo organicé en El Charlatán, varios propusieron un viaje al Jerte en el mes de mayo, al que Ipi y yo rápidamente nos unimos, y que sirvió de primera reunión familiar de este tipo, aunque en ella no estuvieron Valentina y Miguel porque en fechas recientes habían estado por la zona y además las fechas no les venían bien.

Y fueron nuevamente Miguel y Valentina quienes decidieron retomar su iniciativa original para proponer la reunión de este año, precisamente en estas fechas (19 a 21 de mayo) y también con el programa de la primera vez en torno a Chantada, en la Ribeira Sacra, eligiendo como alojamiento la Casa Dulcinea, una casa rural que ellos ya conocían.

De modo que llegada la fecha y ya con Berta y Ramón en A Coruña, Ipi y yo propusimos iniciar el viaje en la mañana del mismo viernes 19 para visitar varias iglesias románicas próximas a Chantada. Pero como no todos somos ociosos y algunos defienden la economía del pais trabajando, acordamos que la reunión formal se iniciaría el mismo viernes por la tarde en Casa Dulcinea, el lugar elegido por los anfitriones para juntarnos. Miguel y Valentina se ocuparon de la infraestructura (viandas para cenas y desayunos) y el resto aportamos nuestras ganas de pasarlo bien.

Por esa razón el mismo viernes nos encontramos poco antes de las 11 de la mañana en las cercanías de Chantada con Elvira, una guía de la zona experta en el románico gallego, quien se ocupó de gestionar las visitas a las tres iglesias elegidas. En primer lugar, fuimos a Santa María de Nogueira de Miño, a la que algunos denominan la «Capilla Sixtina» de Galicia por las espléndidas pinturas que decoran la mayor parte de la iglesia y que se conservan en bastante buen estado, tras las recuperaciones realizadas. El pueblo en el que se ubica está apenas poblado, pero la visita mereció la pena y pudimos tomar abundante material fotográfico del interior y exterior de esa iglesia.

Tras esa visita inicial, Elvira (la guía) decidió que como la seguíamos con celeridad y sin miedo a las estrechas carreteras (más bien diríamos corredoiras, en muchos casos), podíamos afrontar las siguientes visitas sin apearnos de los coches, y desde Nogueira de Miño nos dirigimos a la iglesia de San Estevo de Rivas de Miño, una edificación más grandiosa que la primera, aunque menos decorada en su interior. Está ubicada en un lugar de acceso relativamente complicado, pero precioso aunque muy aislado de viviendas. En otro momento posterior pudimos contemplar una espléndida vista de la iglesia desde la carretera que va desde Chantada hacia el río.

Y después de las dos primeras, aunque yo en principio era reticente a tanta visita, acordamos de forma conjunta los cuatro asistentes el ir también a Santa María de Pesqueiras, muy próxima a la anterior, y que también guarda en su interior unos excelentes frescos en el ábside. Esta iglesia, escondida en un lugar de acceso complicado (el camino por el que nos metimos con el coche era más un camino de cabras que otra cosa), está en los últimos años reservada para la protección y conservación de murciélagos, por lo cual tiene dividido su interior en dos zonas, separadas por una redecilla que impide que los murciélagos accedan al ábside donde están las pinturas, y en cambio puedan conservarse y reproducirse en el resto del edificio, teniendo una de las ventanas sin vidrio para poder entrar y salir del mismo. Como quiera que allí no pueden encenderse luces, tuvimos que observar las pinturas con la sola entrada de luz exterior, aunque la suerte nos favoreció con varios momentos de sol que nos permitieron tomar buenas fotos de los frescos. En esta iglesia se conserva la réplica de una imagen de la virgen con el niño, cuyo original teóricamente se quemó en un incendio ocurrido hace años, aunque la idea general es que fue robada porque una parte metálica que tenía la imagen nunca apareció entre las cenizas.

Tras las visitas comentadas, comimos en Chantada, en el Mesón Lucus, donde previamente Ipi había hecho una reserva. Y como el resto de la familia no tenía previsto llegar a Casa Dulcinea hasta cerca de las 7 de la tarde, después de comer nosotros nos acercamos hasta Monforte, para que Berta y Ramón vieran la Torre y el Parador. Allí tomamos un café haciendo tiempo, hasta dirigirnos luego al punto de reunión.

Casa Dulcinea resultó ser, como los organizadores vaticinaban, un excelente lugar de reuniones. Cuenta con 6 habitaciones con baño incorporado, además de amplios salones, una gran cocina con mesa incorporada para un regimiento, y una finca estupenda, aunque en este caso nosotros no hicimos apenas uso de la misma, ya que el programa estaba centrado en visitas al entorno.

Y las primeras de esas visitas fueron los accesos a los miradores de Santiurxo y otro próximo, ambos cercanos a nuestro alojamiento.

Como ya dije, Miguel y Valentina habían llevado todo lo necesario para organizar unas buenas cenas y unos deliciosos desayunos. Para la primera cena dispusimos de empanada, chicharrones, quesos, una gran fuente de jamón y como plato fuerte un lacón para preparar asado al horno. Con todos esos elementos la primera cena resultó francamente espléndida, con la colaboración de todos los asistentes tanto en la preparación como luego a la hora de recoger. Y después de cenar una reunión de todo el grupo en el salón, en torno a la chimenea (que en esta ocasión no se había encendido). Ese tiempo sirvió para comentar un poco de todo entre los miembros del grupo, y también el programa de actividades de la jornada siguiente.

El sábado amaneció un día soleado y desde primera hora Ramón y Berta, los más madrugadores, pusieron su empeño en preparar los desayunos, siendo Ramón el que exprimía las naranjas para preparar los zumos, mientras también Miguel ponía las cafeteras al fuego y otros nos encargábamos de calentar la leche, cortar fruta, etc. Y poco a poco todos fuimos completando los desayunos para estar listos a salir en torno a las 10,30 – 11,00 horas.

La primera de las actividades era la visita a la bodega Alma de Donas, donde Roberto, el propietario, nos hizo una buena presentación de sus vinos después de habernos mostrado una parte de las viñas de las que se obtienen los caldos que comercializan. Sus vinos, todos con la denominación Alma… son basados en su mayoría en las uvas Mencía (para los tintos) y Godello (para los blancos y el rosado), con algunas incorporación de Garnacha, Treixadura, etc. La cata que nos ofreció resultó muy atractiva, probando un blanco (Almalarga), un rosado (Almalola) y un tinto (Almanova), acompañando todo ello con unas pruebas de queso y chorizo, para hacer más factible la prueba de los vinos a esas horas tempranas de la mañana.

Como quiera que hasta la hora de la comida no había tiempo para otra actividad, hicimos tiempo con un paseo por Peares, el lugar donde se juntan los rios Miño y Sil, y ya desde allí fuimos al restaurante elegido que era la Rectoral de Castillón, donde comimos muy bien. Es una edificación dedicada a alojamientos como casa rural y restaurante, que cuenta con una finca preciosa y muy bien cuidada.

Después de comer, tras pasar por el mirador Cabo do Mundo, situado junto a la bodega Abadía da Cova, donde están unas preciosas vistas del rio, nos dirigimos al Eco-Museo de Arxeriz, cuya visita según el plan inicial estaba prevista para la mañana, pero que se pospuso a la tarde por haberse alargado mucho la visita matinal a la bodega.

El museo en cuestión es la recuperación de unos edificios y unas fincas antiguas, en las que se hace exposición de barcas y artes de pesca en el río, un edificio con habitaciones del estilo de primeros del pasado siglo, una serie de plantaciones de viñas con la tipología de las características de las vides propias de Galicia, así como una pequeña recuperación de un castro. Todo ello en una ubicación privilegiada, con espléndidas vistas sobre el meandro del rio.

A continuación seguimos un recorrido que nos llevó hasta la playa de A Cova, donde intentamos hacer una parada para tomar algo en una de las terrazas allí existentes, con tan mala suerte que recién terminaban de cerrar los bares y nos fuimos de vacío.

El plan previsto a continuación era pasar a ver los viñedos en Belesar, pero dio la circunstancia de que el pueblo celebraba la fiesta de la cereza, y estaba cortada la carretera por la que deberíamos pasar, con lo que hubimos de darnos la vuelta para regresar hacia la casa. Sobre la marcha, Miguel y quienes circulaban en el coche de Paco (Elva, Coló y Manolo Souto), decidieron desviarse a ver, aunque fuese desde el exterior (ya no había guía) la iglesia de Santo Estevo de Ribas de Miño. El resto nos fuimos ya directos a Casa Dulcinea, para ir preparando la cena.

Esa segunda cena fue similar a la primera. Calentamos de nuevo el lacón en el horno y dimos cuenta del resto de chicharrones, empanada, jamón, queso, etc. Y con el mismo ambiente de la tarde anterior, más los vinos que habíamos traído de Alma de Donas, disfrutamos de una agradable velada, que terminamos nuevamente en torno a la chimenea, que esta vez había sido encendida y atendida de forma magistral por Ramón con unos troncos que los propietarios de la casa tenían allí dispuestos al efecto.

El último día de nuestra reunión, el domingo día 21, amaneció un día espléndido. Los preparativos del desayuno corrieron, al igual que la jornada previa, a cargo de Ramón, Miguel y los que nos fuimos incorporando a continuación. En esta ocasión además de recoger las cosas había que empaquetar los excedentes para dejar la casa limpia. Lo hicimos unos cuantos mientras el resto se dedicaban a recoger las habitaciones, cerrar las maletas, etc. porque los caseros venían a recoger las llaves de la casa entre las 11 y las 11,30 h. Y como aprovecharon hasta el último minuto, llegaron cuando justamente nos disponíamos a dejar las llaves bajo una maceta. Pero finalmente se entregaron en mano y todos pudimos marchar tranquilamente.

Como quiera que el programa principal del día era visitar Finca Míllara con el pueblo allí rehabilitado y más tarde dar un paseo por el río para terminar comiendo en un bar-restaurante cercano, ya desde Casa Dulcinea nos dirigimos a la bodega, donde nos recibieron Pepe Delgado y su pareja Patty, que fueron unos encantadores anfitriones durante todo el día.

Resultó que cuando Miguel hizo la gestión para la visita, supo luego que Pepe Delgado era amigo de Paco, que le lleva además algunos temas jurídicos. Nos mostraron la bodega, explicando el proceso de puesta en marcha y las características de los vinos que elaboran. A continuación nos ofrecieron una degustación de un par de vinos, acompañados de un poco de queso y chorizo, y finalmente nos llevaron a conocer su casa, por cierto una vivienda preciosa con unas increíbles vistas sobre el río, y allí mismo pudimos probar las deliciosas cerezas de un par de árboles que las tenían ya en su punto exacto de maduración.

Dejando ya la casa, bajamos por una empinadísima pendiente hasta un pantalán que tienen habilitado en el río, para embarcar en una lujosa lancha fluvial en la que nos hicieron un recorrido por una parte de la ribera en las proximidades de su pueblo para después hacer el recorrido hasta Pincelo, una aldea al borde del río, donde se encuentra la bodega-tasca Quinta Sacra, donde estaba encargada la comida. Resultó que la propietaria, Luisa, es amiga de Cuca y Pilar la estuvo saludando y dándole recuerdos.

La comida fue a base de cosas frías: empanada, quesos, tortilla, croquetas, algo de embutido, y al final unos filetes empanados. Como postre una tarta y unas rosquillas. Todo ello regado con algunos de los vinos de Finca Míllara. La mesa donde nos instalaron está ubicada un poco elevada sobre la ladera, con unas preciosas vistas, con techo ecológico, y hubo un ambiente fenomenal que nos dejó el mejor de los recuerdos de la visita al mismo, con ganas de repetir la experiencia en otra oportunidad. Terminada la comida, de nuevo regreso a la lancha para hacer el camino de vuelta al pantalán, despedirnos de los anfitriones, y aprovechar para hacer unas pequeñas compras de vino y aceite en la bodega.

El camino de regreso a casa que iniciamos allí, pasaba por visitar previamente a los padres de Valentina y conocer su casa. Es una vivienda enorme, perfectamente reconstruida desde su origen y en la que podría alojarse un regimiento, aunque los padres de Valentina son los únicos habitantes en la actualidad. Allí tomamos unos cafés y refrescos antes de volver a los coches para la ruta de regreso a los puntos de origen de cada uno, con lo que la jornada terminó con la llegada a casa sobre las 10 de la tarde-noche.

En síntesis, un fin de semana para el recuerdo que ha dejado muy alto el pabellón organizativo por parte de Miguel y Valentina y que nos lo pone complicado a los que tendremos que organizarlo en futuras ocasiones.