Esta tercera jornada estaba programada con menos desplazamientos en coche y con visitas guiadas tanto por la mañana como después de comer.
Y la empezamos con un desayuno en la Plaza Mayor, al lado de nuestro alojamiento, en una cafetería que nos ofrecían churros y porras, además de las tostadas, zumos, etc.

Tras el desayuno, como la visita por Villanueva de los Infantes no empezaba hasta las 11,30 nos dedicamos a recorrer otras calles y monumentos no incluidos en la contratada. Como además hoy era el día del concurso de pintura al aire libre, aprovechamos para dar un vistazo a los artistas que se afanaban en preparar sus obras por toda la plaza y alrededores.


En lo referente a la visita concertada, nuestro guía, Damián, nos hizo previamente un repaso de los antecedentes de la villa natal de Francisco de Quevedo, y luego nos llevó por diferentes lugares, empezando por la iglesia parroquial, situada en la plaza y en cuya cripta se conservan los restos del escritor.


De la Iglesia pasamos a la Alhóndiga, ubicada a escasos metros. Ese edificio fue el depósito de cereales en los siglos pasados, ejerciendo un papel similar al del Pósito Real de Campo de Criptana. Y ya en épocas más recientes, se utilizó como prisión, función que ejerció hasta poco después de la muerte de Franco. En sus columnas quedan señales dejadas por los reos mediante grabaciones en la piedra. Ahora el edificio está dedicado a actividades culturales.


Visitamos a continuación varios patios de otras tantas casas señoriales, propiedad de familias locales con antecedentes significativos y recorrimos varias calles de la localidad conociendo la historia de iglesias, conventos, etc.


La visita, que no estuvo mal pero resultó un poco larga de más, terminó poco después de las 2 y por el escaso margen que había hasta la concertada para la tarde, comimos algo rápido en un restaurante próximo y salimos para Ruidera a donde llegamos casi a las 4, con el tiempo justo.


Esa visita de la tarde consistía en un recorrido por las diferentes Lagunas de Ruidera, incluyendo además el acceso a la cueva de Montesinos, donde Don Quijote dijo haber soñado una serie de acontecimientos milagrosos.


Nuestro guía, José Luis, es un enamorado de su trabajo y durante 4 horas nos llevó por todas las lagunas, con explicaciones exhaustivas sobre las particularidades de cada una de ellas, de la flora y fauna del parque natural, y con la explicación de lo que se supone que Don Quijote dijo haber vivido en el interior de la cueva.


El paisaje de las lagunas nos causó una impresión enorme a todos y esas 4 horas se pasaron sin que sobrase nada. Al terminar la visita nos recomendó ir a una cascada próxima, lo que hicimos, pero de forma muy rápida y breve porque en ese momento nos cogió la tormenta que llevaba 3 días anunciada. Hubo suerte y nos pescó prevenidos y apenas nos mojamos.

Ya de regreso en Villanueva, terminamos el día cenando en otro restaurante local, y tras un breve paseo fuimos a tomar un helado en un local cercano.
Y con esta noche damos por concluido el paseo por las tierras del Campo de Montiel, a las que Cervantes señaló sin determinar con exactitud la localización del ‘lugar de La Mancha’ del que no quería acordarse y que algunos estudiosos han venido en señalar en Villanueva o algún pueblo de los alrededores.

Uno de los descubrimientos de estos días ha sido que estas tierras viven, además del turismo y del vino, de otras producciones agrícolas como el aceite, con grandes extensiones de olivos, y más recientemente del pistacho, cuyas plantaciones se han multiplicado en los últimos años y que ahora compiten con vino y aceite, siendo La Mancha un gran productor y exportador de este producto.


Mañana, tras finalizar nuestra estancia en La Mancha, partimos hacia el mar, a disfrutar del sol en la playa, comiendo ‘pescaito’ y escuchando flamenco.