Después de la jornada de turismo en Burdeos, hemos tomado hoy ya rumbo al inicio de nuestra marcha en el Camino. Para ello, después del desayuno en nuestro Hostel en el centro de la ciudad, llamamos un taxi para que nos trasladara a la estación del tren, ya que para llegar a Aire sur L´Adour, debíamos pasar primero por Mont-de-Marsan, cabeza de departamento al que pertenece nuestro punto de arranque.


Aunque llegamos con tiempo a la Gare St. Jean, el trámite de obtención de billetes de tren se complicó un poco, y hubimos de esperar luego casi media hora hasta la salida de nuestro tren. El viaje fue rápido y cómodo hasta Mont-de-Marsan, y llegados a la estación de destino teníamos el tiempo justo para coger el bus que nos traería a Aire sur L´Adour. Todo salió según lo previsto, y a las 13,10 bajábamos ya del bus. Sin embargo, como el albergue no estaba disponible hasta las 14,30 horas, optamos por hacer una parada antes de llegar a La Maison des Pelerins, nuestro alojamiento aquí.

Hay que señalar que ya sabíamos de antemano que hoy sería un día caluroso, y que se alcanzarían los 36 grados por aquí, lo que pudimos corroborar más tarde. La comida la hicimos en el restaurante La Terrasse, al aire libre, aunque lógicamente a la sombra. Comimos bien (una Ensalada Gourmande, para compartir, y después cada uno una trucha con salsa de almendras. El menú resultó francamente bien, y el único punto negativo fue que al servirnos los cafés, el camarero, sin querer, me tiró el mío sobre el pantalón, lo que nos obligó después a hacer colada al llegar al albergue.


Ya instalados nos dedicamos a descansar durante un par de horas antes de salir al exterior porque como ya señalé el calor era sofocante.

El único sitio donde se podía aguantar, a la sombra, era al borde del Río, bajo la sombra de unos grandes arboles, y allí aprovechamos para hacer tiempo, con un rápido paso a visitar la Catedral, en la que sí se estaba fresco.


La cena estaba señalada para las 7 de la tarde, y con puntualidad germánica estuvimos los 9 peregrinos a la mesa a la hora prevista. He de señalar que además de nosotros cuatro, los cinco restantes son dos alemanas, un inglés y dos franceses, aunque cada uno de ellos viene por libre.



En el tiempo de la cena tuvimos la oportunidad de conocer un poco sobre la procedencia de cada uno y especialmente nos tocó hacer de informadores a los demás sobre las particularidades del Camino en España. Una cena amena, aunque en lo gastronómico francamente sencilla.

Después de cenar hemos estado paseando un poco por el pueblo, que tiene poco que ver, y apenas nos cruzamos con unos pocos paisanos, pese a ser sábado y que a esa hora (9 de la noche) ya se podía estar por la calle sin asarse.


Además de la catedral, lo más significativo del pueblo es una edificación que en su día fue lugar de almacenamiento del grano, de la cual destaca una gran bóveda de madera. Hoy el edificio no parece tener gran utilización.


Y como mañana hay que comenzar a caminar, ya nos hemos acomodado en la habitación temprano para estar listos al desayuno, poco después de las 7 de la mañana.