Aunque mi anterior publicación data del mes de noviembre, en realidad esa fué la fecha en que terminé de escribirla, porque narra eventos del mes de abril, consecuencia del regalo de nuestro grupo de amigos a raiz de la boda que celebramos en febrero de 2019.
Y desde entonces ha pasado ya un año. Un año fantástico, lleno de novedades y de continuidad de mi nueva vida, o debería tal vez decir de «nuestra nueva vida» ya que ahora todo se organiza en función de la pareja. Esto de casarse de nuevo, que puede parecer extraño después de una primera experiencia que no ha terminado de funcionar, en realidad es una forma de estabilizar una situación de hecho, que no cambia en los aspectos fundamentales respecto de lo anterior, pero que de algún modo «recoloca» las cosas, hace que la convivencia sea más consistente y especialmente facilita algún tipo de trámites que se dan en el día a día.
Y si tuviese que hacer un balance de este año, para ser completamente honesto tengo que reconocer que en el día a día puede darse algún pequeño conflicto, pero que no es diferente de lo que acontecía con anterioridad, mientras que en el conjunto de esa convivencia el balance es totalmente positivo. Hemos conseguido reorganizar nuestros tiempos, repartido funciones dentro y fuera de la casa, y sobre todo hemos compartido y seguimos compartiendo nuestro tiempo, nuestras preocupaciones, y fundamentalmente nuestras alegrías, que son muchas y son diarias.
No cabe duda que la vida por separado tiene diferencias respecto de la vida en pareja bajo el mismo techo, pero son muchas más las ventajas que conlleva el compartir lecho y
techo que las posibles desventajas. En mi caso, solo echo de menos parcialmente la vida en el campo, que me ha gustado y de la que he disfrutado durante muchos años, pero también hay que reconocer que ya hace un año había asumido como definitivo el vivir en la ciudad y de hecho desde los inicios de 2018 prácticamente me había instalado en la citi y aunque casi diariamente me desplazaba a Castelo, mi vida estaba ya instalada en la ciudad. Y reconocer también que vivir en el centro tiene infinidad de ventajas, sin apenas necesidad de coger el coche y teniendo a mano todo lo que nos ocupa en el día a día. En especial nosotros que tenemos una vida muy completa, muy de ciudad, asistiendo a espectáculos, a eventos de todo tipo, y disfrutando de las maravillas que nos ofrece el Paseo Marítimo que recorremos con muchísima frecuencia y que suple en parte los antiguos paseos por el campo.
Rememorando ahora aquel 16 de febrero de 2019, cuyos recuerdos me han aparecido también en facebook, hay que reconocer que fué una jornada muy especial. En todos los aspectos. Comenzando con todo el proceso de preparación, que hicimos Ipi y yo de la mano, implicados directamente en cada uno de los detalles de la organización, y con la satisfacción del resultado, impecable a nuestros ojos y también al decir de la mayor parte de los asistentes. Incluso el tiempo se alió a nuestro favor y disfrutamos de un día de sol espléndido. Las fotos de la salida de la ceremonia así lo atestiguan.
Tenemos la suerte de contar también con un grupo familiar bien avenido, que nos apoyó y nos apoya en nuestra trayectoria, empezando por nuestros hijos. Y un grupo de amigos que nos acompañan siempre y con los que contamos para nuestras actividades y con los que compartimos excelentes momentos a lo largo de todo el año.
Por todo eso y muchas más cosas que sería demasiado prolijo comentar, debo reconocer que este año transcurrido desde la boda ha sido «de 10» como diría un apreciado amigo, y que solo cabe esperar y desear que los años venideros sean al menos tan buenos como el que ahora cerramos.