INDIA – Una experiencia inolvidable

Hace ya bastantes años que pensamos en viajar a la India. De hecho, cuando buscábamos una ONG para compartir nuestro tiempo en una actividad solidaria, valoramos la posibilidad de ir a Calcuta, y si no lo hicimos entonces fue porque era una exigencia manejarse bien en inglés, y por parte de Ipi eso era un problema, por lo cual finalmente en aquel momento nos decidimos por Perú. Y más adelante, cuando Mayi y Dora prepararon su viaje, yo no estuve especialmente interesado en ir, y nos quedamos a las puertas.

Pero este año, hace varios meses, cuando mi cuñado Ramón le planteó a Ipi la posibilidad de anotarnos a un viaje auspiciado (que no subvencionado) por la Comunidad de Madrid, automáticamente nos apuntamos, y por fin se llevó a cabo el planteamiento de ir a conocer ese país un tanto mitificado pero cuya realidad nos ha sorprendido, y del que hemos sacado numerosas conclusiones positivas. Para ese viaje, que comercializan varias de las principales agencias, estaban anotadas 25 personas, más Abel, el guía español que nos acompañó. Resultó ser un colectivo heterogéneo, no tanto por la edad, ya que todos éramos «mayores», sino por las características personales de los componentes. En todo caso, nosotros hicimos piña especial entre los cuatro familiares, que siempre compartimos mesa en los restaurantes, y realizamos de forma más o menos conjunta las diferentes visitas.

Lo primero que llama la atención del turista europeo y/o occidental en general, es el caos circulatorio con el que te encuentras en cuanto sales del aeropuerto y entras en una carretera. Porque aquello es un aparente desastre, aunque como decía nuestro guía indio, Jai, eso es un orden dentro del desorden general. Y en efecto, durante los días que hemos permanecido en el país, en sus diferentes ciudades, no hemos visto un solo accidente, ni un choque de vehículos, entendiendo por tales tanto a los coches, camiones, buses, motos, tuk-tuk o rick shaws que pululan por las ciudades.

Y en nuestra estancia hemos probado de todo en diferentes capitales, siempre con la experiencia positiva de no haber sufrido un solo traspiés, pese a viajar en cada momento con el alma en vilo. Durante un paseo de un par de horas en jeep por Jaipur, en la noche, la velocidad de los vehículos en que íbamos los miembros del grupo, con adelantamientos continuos, con cruces milagrosos en las calles, etc, presagiaban un choque en cualquier momento, y sin embargo no hubo el mínimo roce. Y lo mismo sucedió cuando nos desplazamos en tuk-tuk en Agra, con unos conductores que hacían verdaderas virguerías para moverse entre el tráfico, apretando hasta el último momento en los cruces, y colándose de forma incomprensible entre los coches y buses.

El segundo aspecto que llama la atención es la suciedad, con la que se convive en las ciudades y los pueblos. Por todas partes se ven basuras a lo largo de las calles o las carreteras, algo a lo que el viajero se termina acostumbrando. Aparentemente no hay servicio de recogida de basuras, y si lo hay es que realmente lo que hacen es retirar porquería de calles más o menos principales (en alguna de las principales ciudades), para depositarla en las cunetas o en calles menos concurridas. Es una sensación que nosotros asimilamos a la imagen de miseria. Y sin embargo la gente vive en ese ambiente decadente, sin aparente malestar, porque es lo que han conocido siempre y aunque parece que en los últimos años hay una tendencia a cambiar el rumbo de las cosas, son cambios generacionales que tardarán en asimilarse, y no solo eso, sino que hace falta una enorme aportación de fondos del estado que es difícil de conseguir.

Por lo que hemos sabido a través de nuestro guía indio, solamente un 5% de los ciudadanos paga impuestos sobre la renta, aunque tanto la sanidad como la educación son gratuitas para la población. Aparentemente en las compras en tiendas y demás no se paga impuesto, que solo hemos verificado en los pagos de bebidas en los hoteles. En cualquier caso el país es rico tanto en la agricultura como en minería, piedras preciosas, etc. Hemos visto grandes extensiones de campos perfectamente cultivados con especies muy diversas. Siempre todo muy cuidado. Y hay unos enormes contrastes entre las diferentes zonas del país, al menos en lo que nosotros hemos recorrido. En realidad lo que nosotros hemos visitado es el «triángulo dorado» (Jaipur-Agra-Delhi) donde se concentra el grueso del turismo, pero parece ser que las zonas del sur y del norte son mucho más pobres en general.

En cualquier caso, como tuvimos ocasión de hacer una noche en un pueblo (Suroth), pudimos comprobar que la vida fuera de las grandes ciudades es mucho más «triste», por decirlo de alguna manera. El pueblo estaba abarrotado en sus estrechas calles, que tuvimos ocasión de recorrer, mientras las motos competían con los peatones por ocupar el estrecho pasillo disponible. Allí no disponíamos de wifi en el hotel (un antiguo palacio del emir del pueblo, ahora convertido en Hotel-patrimonio). En este caso el alojamiento dejaba mucho que desear, porque a pesar de que el aspecto externo era en apariencia majestuoso, internamente la limpieza era escasa e incluso el baño de la habitación carecía de ducha, sustituida en este caso por una alcachofa y unos cubos con los que el alojado debía solucionar su limpieza personal.

Otro de los aspectos llamativos para nosotros en este viaje fue el de las comidas. Como quiera que no se ofrece carne de vaca ni de cerdo, el pollo es omnipresente en todos los buffets de los hoteles. Tan solo en un par de comidas hemos encontrado algún plato con pescado (tipo fletán, cocinado con verduras y salsas). Y como las especias forman una parte básica en su alimentación, es difícil encontrar en los menús algo que no resulte picante. Incluso en los platos que aparentemente son «less spices» pican a rabiar. Pero es aplicable tanto a las sopas como a todo tipo de platos, incluso a los de vegetales cocinados, arroces, lentejas, etc. Yo no he dejado ningún plato con comida, pero reconozco que en muchas ocasiones era difícil digerir tanto picante. Por supuesto siguiendo las recomendaciones médicas de antes de partir nos hemos privado de tomar agua que no fuese envasada, incluso evitando las ensaladas por si en la limpieza de los componentes pudiesen producirse contaminación.

El trato con la gente, es decir, con los indios, excelente. Son personas muy amables, que con frecuencia piden fotografiarse junto a nosotros durante las visitas a los templos, a los monumentos, etc. Y como turistas que somos, nos encontramos de forma habitual que al bajar del bus para alguna visita, nos rodean multitud de vendedores de todo tipo, ofreciendo toda clase de objetos a precios ridículos en la mayor parte de los casos, y que si piensas comprar, puedes regatear para conseguir que al final el precio que pagas es el 25% de lo que inicialmente te pedían. Hablo en particular de collares, pulseras, pequeños recuerdos, etc. Y también en esas paradas de los buses, te asaltan multitud de mujeres con bebes en brazos, niños que piden algún billete, etc. Es uno de los signos de que la gente, aunque es feliz con poco, realmente vive en condiciones económicas muy deficientes. Es muy frecuente encontrarse en todas partes con algunos símbolos muy representativos del país, entre los cuales destaca el elefante, las vacas, e incluso las imágenes del kamasutra, que estaban en unos paneles en el palacio donde nos alojamos en Suroth.

Otra nota muy llamativa para nosotros es comprobar como hay mucha gente que vive en la calle, algo que aunque tenemos también en nuestro país en las ciudades (durmiendo bajo un puente, o en los soportales de algunas zonas), en el caso de India es más contraste porque realmente familias enteras tienen montada su «casa» bajo un viaducto, con los niños moviéndose libremente por allí, y la ropa lavada y tendida en alambradas. Es algo perfectamente visible en ciudades como Delhi, Jaipur o Agra. Y pese a todo, en general a las personas se les ve limpias, especialmente a los niños.

En contraposición a lo anterior, señalar también que en el centro de las capitales que hemos visitado, hay zonas de alto estatus, con viviendas de calidad, parques muy cuidados, y en general elevado nivel de vida, que naturalmente solo pueden disfrutar funcionarios de alto rango, diputados o senadores y gente del gobierno que disfrutan de viviendas propiedad del estado. Y todo ello con amplias zonas verdes, en especial en Delhi que en sus 1484 km2 de extensión y casi 23 millones de habitantes, es una de las capitales con más parques.

Y entrando ya en el recorrido del propio viaje, después de un vuelo inicial Madrid-Estambul, de cuatro horas de duración, tuvimos un rato de espera en el aeropuerto de esa ciudad, que ha sido por completo remozado y poco recuerda al que conocí en mi anterior viaje a esa capital en el año 2005. Hoy el aeropuerto pasa por ser uno de los más modernos y concurridos del mundo, y también la flota de Turkish Airlines es, además de muy amplia, muy moderna en general. Después de ese vuelo inicial, tuvimos un segundo trayecto desde Estambul a Delhi, con una duración de 6 horas.

A la llegada al aeropuerto de Delhi, nos esperaba Jai, el guía indio que sería quien nos iba a organizar todos los trayectos por el país con el bus que utilizamos en esos desplazamientos. Y lo primero que nos organizó fue un generoso desayuno en un hotel (Holiday Inn) de camino hacia Jaipur. Tuvieron la deferencia de poner a nuestra disposición unas cuantas habitaciones para que quienes lo desearan pudieran darse una ducha antes del desayuno, algo que particularmente nosotros hicimos. En el trayecto que hicimos a continuación empezamos a ver las cosas que se contemplan a todas horas por las carreteras y que a nosotros nos sorprenden pero que son lo más común entre ellos, como ver a varias personas en el techo de un camión, o tractores con gente encima de la mercancía que estan transportando, o ver circular un elefante por la vía, etc. etc.

Para comer hicimos un alto en el camino en la aldea de Shapura, reservándonos nuestro primer almuerzo en el hotel Shapura Haveli, un antiguo palacio totalmente remozado, donde en su día moraba el preboste de la ciudad. Para acceder al hotel, hubimos de abandonar el bus y circular en jeep por unas estrechas callejuelas, donde aprendimos que los constantes pitidos de los coches y las motos son para avisar «aqui estoy yo» y no para quejarse de lo que ha hecho el otro conductor. La comida fue agradable y empezamos a comprobar que casi todo tenía exceso de picante.

Llegados a Jaipur a media tarde, tras acomodarnos en las habitaciones del hotel nos llevaron a contemplar la ceremonia Aarti (algo así como dar gracias al dios de turno por el día transcurrido) en el templo Birla. Hay que reseñar que en India las religiones más seguidas son la Hinduista (la gran mayoría), a continuación la Musulmana, y en tercer lugar la Sij. Pero además, dentro de los hinduistas hay diferentes dioses, cada cual con su templo y seguidores respectivos.

De regreso al hotel, tras la visita, coincidimos con la ceremonia de unos novios que se iban a encontrar por vez primera, tras el acuerdo de boda. El encuentro sería precisamente en nuestro hotel, donde esperaba la novia, mientras el novio llegaba con una comitiva que caminaba a pie con mucha marcha y el novio montado a caballo. Ni qué decir tiene que les sirvió a Ipi y Berta para integrarse en la comitiva y bailar con ellos de camino al hotel. Fue la primera de varias bodas que pudimos observar en nuestros días de estancia en India.

Y todavía antes de cenar y acostarnos, salimos a visitar un templo Sij ubicado en las proximidades del hotel. Allí tuvimos que pertrecharnos con velo las chicas y cubre-cabezas los chicos para poder acceder al templo, en el que nos permitieron hacer unas fotos y un video. Comentar, como anécdota, que yo crucé la avenida para poder fotografiar el templo con perspectiva, y luego me resultaba casi imposible volver a atravesar la calzada debido al tráfico intenso, con lo cual Ipi y Berta convencieron al «vigilante» del templo para que buenamente parase el tráfico y me facilitase la vuelta sin problemas.

A la mañana siguiente realizamos la visita del fuerte Amber, donde se encuentran los impresionantes palacios de Jagmandir y Jai Mahal, entre otros, y el templo de Kali, con unos cuidados jardines. Allí nos encontramos con que una de las atracciones son los paseos en elefante para lo cual hemos visto mas de una docena de paquidermos, muy decorados, desfilando por el recinto con los turistas sobre sus lomos.

Al fuerte se accede mediante jeeps, porque los buses no pueden subir hasta la entrada, y durante todo el trayecto de subida te bombardean los vendedores de todo tipo de trastos, recuerdos, libros, collares, etc. Incluso, a la salida, mientras bajábamos en el jeep uno de los vendedores se colgó del vehículo para tratar de que uno de los que íbamos en él le comprase unos bolsos, mientras iba reduciendo el precio y jugándose el tipo porque el jeep circulaba a toda velocidad, de forma que por el camino fue perdiendo alguno de los productos que pretendía vender, hasta que finalmente se tiró del jeep ya cerca de donde teníamos el bus. Desde el aparcamiento de los buses se contemplaba una buena vista del fuerte en lo alto, así como de otras murallas de otra construcción defensiva que se utilizó en épocas anteriores.

Después de almorzar en un restaurante en la zona antigua de Jaipur, llamada la Ciudad Rosada porque en su día se pintaron las fachadas de ese color para una visita del príncipe Alberto, de la corona real británica, por la tarde visitamos el Palacio de la Ciudad, que contiene el Chandra Mahal, el Mubarak Mahal y la Puerta del Pavo Real.

Previamente, sin embargo, habíamos realizado un amplio recorrido por el observatorio astrológico de Jantar Mantar, en el que existe un enorme reloj solar en el que se puede verificar la hora con hasta menos de un minuto de precisión. Junto a él, otros varios relojes menores que están enfocados a los calendarios astrológicos para determinar la carta austral de los nacidos en cada uno de los signos zodíacos, asi como otros elementos diversos todos ellos relacionados con el sol y su proyección sobre el terreno.

Para terminar esa segunda jornada en Jaipur, después de cenar en el hotel hicimos un largo paseo en jeep por la ciudad para ver determinados edificios iluminados, y para hacer una parada ante la fachada del Palacio de los Vientos, que es una edificación muy vistosa, pero que en realidad es solamente una fachada, ya que solo era utilizada para que las damas del Marajá de turno pudiesen observar el ambiente de las calles sin, a su vez, ser vistas por el pueblo. Ya en un recorrido matinal habíamos pasado ante ese palacio, pero por las dificultades para parar el bus hubimos de verlo casi sin tiempo para fotografiarlo.

En el tercer día de estancia, arrancamos en el bus camino de Suroth, donde habríamos de dormir. Ya en ruta, una parada en el Chand Baori, un pozo escalonado impresionante, que en su día construyeron para recopilar agua, y por cuyos laterales bajaba la gente a llenar sus cántaros. Fuera de lo que es el pozo, hay también otros restos de un antiguo templo, hoy casi en ruinas, aunque mantiene el altar principal activo.

A Suroth llegamos a medio día, justo para comer, encontrándonos un desastroso pueblo que carecía de las infraestructuras esperables en una ciudad y en el que solo había gente por todas partes, motos a rabiar, mucho comercio en las estrechas calles, y suciedad. El hotel o alojamiento que nos habían reservado es un antiguo palacio, ahora rehabilitado, que en apariencia está muy bien, aunque internamente carece de las mínimas comodidades que se pueden esperar de un establecimiento hotelero de nivel. Allí tuvimos problemas para ducharnos, la limpieza en las habitaciones era más que mejorable y solo la comida fue mas o menos aceptable, básicamente porque tenía menos picante y en el desayuno había algo de fruta. En el programa de actividades de la jornada, además de un paseo por las calles del pueblo, habían previsto la asistencia a la ceremonia del final del día en el templo integrado en el complejo, además de un espectáculo de lucha entre dos aguerridos jóvenes, y unas actuaciones musicales posteriores, actuaciones de las que nosotros prescindimos porque Ramón se fue a la cama pronto y nosotros también queríamos descansar puesto que ya arrastrábamos bastante tos y malestar general.

A la mañana siguiente, antes de abandonar Suroth fuimos a ver una escuela, y como era domingo no había alumnos en ella. Se trataba de una escuela privada, en la que se imparten las enseñanzas entre Indi e inglés. Aprovechamos para conocer un poco sobre los aspectos de la educación en India, que como ya comenté en otro apartado, es obligatoria (pero no demasiado) en la fase primaria y ESO. Luego, en la fase de «college» (lo que en países de antecedente británico viene a ser antes de la Universidad) es ya voluntaria. Y en ambos tramos la educación es pública y gratuita, con simplemente un pequeño pago inicial para la inscripción. Para la educación universitaria, también hay partes gratuitas. En cuanto al acceso, al parecer establecen cuotas, por castas y por otro tipo de criterios, de forma que es posible que en la cuota «abierta» se puedan quedar fuera estudiantes con mejores calificaciones que otros que han accedido por otro tipo de cuotas.

En ese día paramos a comer en un impresionante resort, posiblemente el más suntuoso de los que vimos durante el viaje. El comedor donde nos ubicaron era de lo más elegante y tanto los jardines exteriores como el conjunto nos admiraron a todos los visitantes. Estaban preparando los jardines para una boda, con lo que aproveché para preguntar a Jai lo que podría suponer el coste de una celebración de ese tipo para alrededor de 100 personas, sin incluir alojamiento en el hotel, y me comentó que aproximadamente sería el equivalente a una cifra entre 8.000 y 10.000 euros.

Después de la excelente comida, continuamos rumbo a Agra, pero con una parada previa en Fatehpur Sikri, la llamada «ciudad fantasma» porque su construcción quedó sin finalizar cuando el emperador mogol de la época decidió cambiar la capitalidad para Agra. En ese recorrido a través del Rajastán, vemos áridos paisajes que contrastan con el verde de otras zonas anteriores. En esa ciudad fantasma, visitamos el Mausoleo de Salim Chisti (uno de los emperadores) y el Panch Mahal, además de admirar la belleza de la mezquita Jama Masjid.

Durante el recorrido en el bus, Jai nos había ofrecido la posibilidad de asistir a un espectáculo musical sobre la historia de amor de uno de los emperadores. Aunque fuimos pocos los que nos anotamos, finalmente no pudimos ir porque la entrada en Agra fue caótica, con unos atascos increíbles y al llegar al hotel era ya más tarde de lo previsto.

Y por fín estábamos en Agra, donde nos esperaban algunas de las visitas mas deseadas, en especial la del Taj Mahal, que sin duda es uno de los iconos de India. Puesto que la afluencia es siempre masiva, nos pidieron que a las 7 de la mañana, ya desayunados, estuviésemos para salir del hotel hacia allí. Y a la llegada era tal la cantidad de gente para entrar que hubimos de esperar un poco para coger los coches eléctricos que llevan a la entrada. Para nuestro disgusto, a primera hora la niebla impedía una perfecta visión del monumento desde lejos, e incluso cayeron unas gotas, pero afortunadamente a lo largo de las horas fue clareando y hasta llegó a salir el sol, con lo cual pudimos fotografiar desde todos los ángulos, eso sí, haciendo colas muchas de las veces porque todo el mundo quería captar la mejor foto desde el mejor lugar.

Visitamos el mausoleo donde reposan los cuerpos del emperador y su amada. El monumento fue construido precisamente por el emperador para acoger los restos de su amor, y posteriormente también él fue alojado allí a su muerte. La edificación principal está rodeada de otras de menor entidad, pero también muy majestuosas, tanto la de la entrada como las que se sitúan a los lados del mausoleo.

Todo el entorno del Taj Mahal está rodeado de jardines, muy vistosos en su mayoría, pero en todo caso con extensas zonas verdes. Y una curiosidad de esas zonas verdes es que para el mantenimiento del césped, para cortarlo, no se utiliza maquinaria porque según razonan, si se usan cortacésped mecánicos, se perjudicaría el medio ambiente y en cambio el corte se hace de forma manual, por lo cual es frecuente ver en esos jardines a grupos de mujeres en cuclillas sobre el césped haciendo el corte a mano, y juntando la hierba cortada en pequeños montones que luego recogen. Esto lo vimos allí y también luego en otros jardines del centro de la ciudad. En la misma línea, justifican el hecho de no tener iluminado el mausoleo por las noches en base a que como es de mármol blanco, con las luces atraerían a las moscas y otros insectos, que acabarían por ensuciar el monumento. Y solo en noches de luna llena con el cielo totalmente despejado de nubes es posible conseguir una visión nocturna del Taj Mahal. Aunque se dio la circunstancia de que la noche de nuestra estancia en Agra había luna llena, la niebla no permitía esa visión tan espectacular que dicen tener con la luna en su pleno apogeo. Una lástima.

Después de comer, visitamos el Fuerte de Agra, en el que se alojan una docena de palacios y pabellones mogoles. Si bien la mayor parte del fuerte está construido en arenisca roja, como la mayoría de las construcciones de esa zona, la llamada «mezquita celestial» es de mármol blanco. A esta visita Ipi no vino, ya que se encontraba con fuerte dolor de cabeza y prefirió quedarse a descansar en el hotel, para estar mejor a última hora, cuando iríamos al espectáculo musical al que no pudimos asistir la tarde anterior.

Sobre la marcha, Jai nos ofertó la posibilidad de hacer un recorrido en tuk-tuk hasta los jardines sitos frente a la parte posterior del Taj Mahal. Fue un paseo rápido, y la verdad es que las vistas sobre la parte trasera del monumento no eran gran cosa, en parte porque había vuelto la niebla y no estaba claro. Lo mejor fue el propio paseo, comprobando la pericia de los conductores de tuk-tuk para manejarse entre el denso tráfico. Antes de volver al hotel, una breve parada en una de las calles céntricas de Agra, donde había tiendas, aunque no dio tiempo para nada porque urgía regresar al alojamiento para dejar a la gente y salir para el espectáculo nocturno. Este, sin ser nada espectacular, tenía una gran variedad de vestuario, muy vistoso, y la música estuvo bien.

A la mañana siguiente abandonamos Agra, ya con destino a Delhi, punto final del viaje en India. De camino, una parada en Sikandra, para visitar el mausoleo de Akbar el Grande. Como la mayoría de sus similares, este emperador se preocupó de construir en vida la enorme edificación que le serviría de tumba. Allí, en otros alojamientos más modestos, están también los restos de algunos de sus ministros y funcionarios de alto rango, todo ello rodeado de una gran extensión de jardines.

Cuando nos vamos acercando a Delhi, encontramos varias grandes urbanizaciones a medio construir y/o ocupadas a medias. Son grupos de grandes edificios destinados a albergar a gente joven, trabajadores que actualmente viven en la ciudad y podrán disponer de nuevas residencias en las afueras, donde actualmente el metro se está prolongando. También unos 25 kms antes de llegar a la capital dejamos a la izquierda el circuito de Fórmula 1.

Al llegar a Delhi, hicimos en primer lugar la visita al minarete de Qutub Minar, que en principio estaba prevista para la jornada siguiente. El minarete forma parte de un gran conjunto de restos de construcciones anteriores. Había visitantes de todo tipo, especialmente «indígenas» entre los cuales era habitual que se quisieran fotografiar con nosotros, en particular con las chicas.

Nuestra última jornada del viaje se inició con la visita a la gran mezquita de Jama Masjid, de la que se dice que acoge hasta a 25.000 personas en los días de oración. Está ubicada sobre una colina de la parte vieja de la ciudad, la antigua Delhi, y se le considera la mayor mezquita musulmana de India. Desde allí se ven las calles adyacentes, llenas de comerciantes, y con un gentío enorme. Para acceder hubimos de descalzarnos (como en la mayoría de los templos) pero además en este caso las mujeres debían cubrirse la cabeza y poner una túnica hasta los pies.

Terminada la visita, un paseo en rick shaw por las calles contiguas nos permitió otra visión algo diferente, aunque a veces parecía que el conductor no podía con nosotros y debía bajarse de la bicicleta para tirar del vehículo. Hicimos un recorrido por las calles atestadas de tiendas, callejas estrechas en muchos casos.

Con una pequeña parada en una de las calles comerciales de la zona vieja, todavía alguno aprovechó para hacer las últimas compras, antes de que el bus nos llevase al Memorial de Mahatma Gandhi, levantado en el lugar donde fue incinerado, y que es un pequeño monumento situado en el Raj Ghat (patio real), una amplia zona verde en la que pudimos comprobar que en febrero de 1993 durante una visita realizada a New Delhi, el entonces presidente del gobierno español Felipe González plantó un árbol que hoy luce ya con buen tamaño.

Por la tarde quedaba la visita al mayor templo Sij Gurudwara Bangla Sahib, el mayor de Delhi, en el que era obligatorio descalzarse por completo para acceder a las partes internas como son la propia sala de oración, la piscina y los comedores anexos. En ese templo es habitual a cualquier hora del día encontrar gente que después de orar (o sin haberlo hecho) reciben gratuitamente comida preparada en unas amplias cocinas, atendidas por voluntarios y que a su vez se nutren de donaciones de particulares. Tuvimos ocasión de acceder tanto a las cocinas como a los salones donde la gente come.

Y para terminar el viaje en cuanto a visitas, hicimos primero una parada en otro pozo escalonado, no tan grande como el visto días atrás, pero también llamativo. Esta situado en la vieja Delhi. Finalmente, ya desde el bus, terminamos con un recorrido por el centro de Delhi, el distrito de Rashtrapati Bhavan, la parte más cuidada, donde se encuentra el Parlamento (el antiguo y el nuevo), asi como el Palacio Presidencial, y otras edificaciones de menor entidad, aunque toda la zona está rodeada de amplias extensiones de jardines y zonas verdes en las que es habitual encontrar a la gente tumbada sobre el césped.

En resumen, una gran experiencia la de este viaje, que deja en el aire las ganas de repetir aunque con otro formato (más personalizado y menos global) que permita conocer otras zonas como pueden ser Calcuta, Bombay y/o Benarés, y tal vez con desplazamiento a Nepal. Pero esa es otra historia…..

3 comentarios sobre “INDIA – Una experiencia inolvidable

Replica a Armando Cándido Verdes Vázquez Cancelar la respuesta

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.