Semana de esquí 2024 – Innsbruck

Después de haberlo sugerido en varias ocasiones en años anteriores, por fin en esta oportunidad Rafa aceptó mi propuesta y programamos el viaje a Innsbruck para nuestra anual semana de esquí, algo que ya forma parte del programa de actividades y que además ahora que Rafa ya se aproxima a la jubilación, está mas que factible. En esta oportunidad, no obstante, como él bien dice no está jubilado, sino de vacaciones.

  Arco del triunfo, en el centro de Innsbruck

Bueno, pues como dije se aceptó mi propuesta de venir a Innsbruck, y para concretarlo nos reunimos una tarde buscando las diferentes alternativas para llegar aqui, pasando todas ellas por un viaje en avión, ya que la distancia hacía inviable cualquier planteamiento de hacer el recorrido en coche. Encontrábamos varias opciones para un viaje que terminase en el aeropuerto de Innsbruck, pero para ello era preciso concitar en todos los casos tres vuelos y casi siempre con diferentes compañías, con el añadido de tener que recoger los equipajes de cada vuelo para facturar en el siguiente, y en casi todos los casos con el riesgo de perder los enlaces y sin posibilidad de reclamar al tratarse de compañías diferentes. Pero después de mucho indagar encontramos la opción mejor: volar de Coruña a Munich, con escala en Madrid, y siempre con la misma compañía, en este caso Iberia. Y ya desde Munich, reservar un coche de alquiler y desplazarnos a nuestro destino final en Innsbruck. Para el alojamiento, tras mirar varias opciones, encontramos la posibilidad de alojarnos en un hotel AC, de la cadena Marriott, con las consiguientes ventajas para nosotros puesto que como es la empresa en que trabaja Chema, podemos optar a tarifas especiales.

Definido el programa de viaje, reservado el alojamiento, y adquiridos los billetes, solo faltaba reservar los forfaits y preparar los equipajes. Por cierto, también decidimos venir con nuestros propios equipos (botas, esquís y bastones) porque el coste del transporte en el avión sería no superior al de alquilarlo aqui, y al menos utilizamos nuestro propio equipamiento. Otro paso posterior fue también la reserva de los SKI plus CITY Pass Stubai Innsbruck, para asegurarnos la disponibilidad de las pistas y no perder tiempo al llegar al destino.

Iniciando el vuelo Coruña-Madrid-Munich

Llegado el día, el domingo 28 de enero nos embarcamos en el vuelo de Iberia con toda la pena del mundo al tener que dejar desconsoladas a nuestras respectivas Ipi y Elena, que no quisieron acompañarnos en esta pequeña aventura. Los vuelos fueron puntuales y llegamos a Munich a la hora prevista, si bien luego allí tuvimos pérdida de tiempo porque mi maleta llegó muy perjudicada (se le había arrancado de cuajo una de las ruedas, dejando a la vista el interior de la misma), y hubimos de patear todo el aeropuerto para presentar la oportuna reclamación, aunque al final no conseguimos que nos atendiesen y la reclamación se hace vía correo electrónico. Pero con retraso y todo, después de recorrer los 180 kms que separan Munich de Innsbruck, sobre las 11 de la noche estábamos haciendo el registro de entrada (mucho mejor esto que decir lo de check-in) en el AC Hotel Innsbruck, donde por cierto nos dieron una excelente habitación, por la relación familiar con la cadena.

Oficina de información turística de Innsbruck, con un paso de cebra delante, con colores Arco Iris, similar a los que tenemos en A Coruña.

De modo que el lunes 29 de enero, a las 7,30 de la mañana estábamos disfrutando de un espléndido desayuno en el hotel para tomar fuerzas de cara a nuestra primera jornada de esquí. Hay que aclarar, para los no documentados, que en las proximidades de Innsbruck hay como una docena de estaciones de esquí situadas entre 12 y 40 kms, a las cuales se puede acudir utilizando el Skipass Innsbruck, que además da derecho a museos, transporte, etc. dentro de la ciudad. Terminado el desayuno y antes de acudir a las pistas nos desplazamos hasta la oficina de información turística, en el centro de Innsbruck, donde nos dieron los forfaits que previamente habíamos reservado. Y aprovechamos también para comprar una maleta que sustituirá a partir de ahora a la que con tanto mimo cuidábamos, con la que hemos viajado durante más de 10 años por cantidad de destinos y que por la incidencia en estos vuelos para venir a esquiar ha quedado ya inutilizada.

Dia 1 – Lunes 29 de enero

Para esa primera jornada, optamos por dirigirnos a Schlick 2000, una estación situada a 20 kms de la ciudad, donde hay más de 20 pistas de diferentes niveles, situadas entre 1.000 y 2.240 metros de altitud, con espesores de nieve actual entre 60 cms y 1,50 mts, todas ellas muy bien cuidadas y preparadas. Es de reseñar que la mayor parte de las pistas discurren entre zona de arbolado, lo que las hace más atractivas, al menos a nuestro parecer. Cumpliendo las previsiones meteorológicas, el día amaneció espléndido, con un sol que iluminaba todo, sin ninguna nube en el cielo.

 Momento de relax, a mitad de tornada

En este día recorrimos algo más de 48 kms, básicamente por pistas azules ya que al tratarse del inicio no queríamos forzar ni arriesgarnos más de lo necesario. Son pistas en general muy anchas, bien pisadas y que permiten disfrutar del esquí en función del nivel de cada uno. Los remontes son mayoritariamente «huevos» (es decir, formalmente telecabinas), además de algún telesilla. Esquiamos casi toda la estación, como ya dije en pistas azules, con solo una caída en la bajada final, cerca de la base de la estación, porque se cruzaron unos esquiadores que iban delante de nosotros y nos obligaron a «tirarnos» prácticamente para evitar un encontronazo. Las pistas aquí, en contra de lo que suele ser habitual en las estaciones españolas, no se denominan por nombres concretos sino por números. Nosotros en este lunes inicial discurrimos por la 1, 1-a, 1-b, 6, 7, 7-a, 15 y 16, repitiendo en la mayor parte de ellas, durante las casi 5 horas que estuvimos esquiando, con una corta parada para tomar una cerveza y unas barritas energéticas, ya que en las pistas nunca paramos para comer. Por supuesto Rafa va bastante más ágil que yo, que noto una barbaridad el peso de los años. De hecho, desde aquella caída en San Isidro de hace un par de años, ya no he vuelto a tener la misma agilidad, y creo que también en parte se debe al temor de caerme y lesionarme. Pero sigo disfrutando del esquí, pese a todo.

  Exterior del restaurante Goldenes Dachl

Ya de regreso en el hotel, tras la ducha y un breve descanso, salimos a nuestra primera cena, habiendo previamente realizado un concienzudo estudio de los restaurantes de la ciudad en los que, con una buena calificación, podíamos degustar productos típicos del Tyrol. El elegido para esta cena inicial fue el Goldenes Dachl, donde nos tomamos un tartar de vaca delicioso, además de un snifel (escalope muy bien preparado, uno de los platos mas típicos de Austria) y un plato a base de carne hervida, servida con unas espinacas y una salsa, en un bol con líquido de la coccións, todos ellos platos característicos de la ciudad y de la comarca. Nos atendieron de forma excelente, e incluso a Rafa le regalaron una preciosa copa para cerveza, para engrosar su colección de chupitos, copas, etc. que va tomando ya características de museo «ad hoc».

Y después de la cena, un paseo relajado bajo el frío nocturno, y al hotel. En cualquier caso no deja de chocarnos el que no se vea a prácticamente nadie por la calle a partir de las 9 ò 10 de la noche. Vamos a cenar entre 7,30 y 8 y los restaurantes ya están casi completos a esa hora, y somos de los últimos en salir.

Dia 2 – Martes 30 de enero

   

El día se inició como el anterior, con un generoso desayuno para tomar fuerzas de cara a la dura jornada de esquí que nos esperaba. Y a continuación, salimos rumbo a la estación elegida para ese día, que era la de Stubaier Gletscher, que dista unos 45 kms de la ciudad, y que es la que tiene un mayor número de pistas, todas ellas muy anchas y bien cuidadas, y con espesores de nieve entre 1 m y 3 m, de promedio. A diferencia de la estación elegida el día anterior, aqui las pistas no están entre árboles, sino que es montaña pelada, en su mayor parte, y además son bastante más elevadas como promedio. De hecho en esta estación está el punto que ellos denominan «Top of Tyrol» situado a una altitud de 3210 m. En cuanto al tiempo, se mantuvo el cielo limpio, sin nubes, manteniendo las previsiones iniciales.

Cuenta la estación con 22 pistas, la mayor parte de ellas rojas, aunque hay abundancia de pistas azules, que fueron las que mayoritariamente recorrimos nosotros. En esta ocasión hicimos algo más de 52 kms a lo largo de la jornada de esquí, y nos movimos por todas las áreas de la estación, llegando al punto más elevado justo al final del día, que fue cuando hicimos la parada para tomar las cervezas y las barritas energéticas. Por cierto, que cuando decidimos bajar a la base eran ya las 4 de la tarde y estuvimos solos en las pistas más elevadas, porque ya iban cerrando los remontes. Casi tuvimos que bajar escopetados para no quedarnos colgados en medio de la estación.

De regreso al hotel, decidimos dar una vuelta por el centro de Innsbruck para ir a una farmacia a comprar unas cosas y ver si había algunas buenas ofertas en artículos de nieve en varias tiendas que están de rebajas. Al final solo compramos lo necesario en la farmacia. A la vuelta, ya no hicimos descanso, sino que tras la ducha decidimos ir a cenar para unirnos a los usos habituales en cuanto a horarios.

La cena de este segundo día la hicimos en Die Wilderin, un lugar muy peculiar ya que se trata de bar y restaurante a la vez, mezclando la gente que está en la barra tomando unas cervezas con los que nos acomodamos en mesas para cenar. Una de las mesas, que estaba justo al lado de la nuestra, era un piano y los comensales que la ocupaban tenían sus platos y copas sobre el piano.

Al igual que hicimos en la víspera, pedimos al mesonero que nos recomendase platos típicos del Tyrol, y nos tomamos un par de salchichas de la zona, un plato de carne de caballo y otro plato característico del restaurante, similar a una hamburguesa muy bien preparado. De postre una especie de crepe con crema, y a mayores nos invitó a un postre que ellos tienen en la carta como «churros» para que le diésemos nuestra opinión. Es algo parecido a un churro, pero de masa muy fina y que en su interior está relleno de crema. Ya le dijimos al chef que estaba bueno, pero que la coincidencia y el sabor con un churro español es nulo.

Terminada la cena, al igual que el día anterior, regreso tranquilo al hotel dando un paseo por las calles desiertas, sintiendo en frío de la noche.

Dia 3 – Miércoles 31 de enero

Como cada día, un buen desayuno en el restaurante del hotel, donde recibimos un esmerado servicio, en especial desde que la encargada sabe que somos clientes «familia» de un compañero. Al igual que el lunes, en este día había muy poca gente cuando bajamos a desayunar, aunque repetimos hora con respecto a días anteriores, y en cambio el martes había cantidad de clientes.

Para este tercer día de nuestro programa de esquí decidimos ir a las pistas de Kühtai, una estación sita a unos 3o kms de Innsbruck. El entorno en que se encuentra es el más bonito de los vistos en los días previos, ya que se llega allí a través de una carretera que discurre entre dos grandes moles de montañas, todo poblado de arboles y en su mayor parte cubierto de nieve, pese a ser una zona de menor altitud a las de lunes y martes. Lo que ocurre es que en estos meses en que el sol va bajo, apenas llega a descargar sus rayos sobre esa zona y la nieve tarda más en derretirse. El tiempo siguió siendo bueno, si bien aparecieron nubes en el cielo que presagiaban un empeoramiento para el día siguiente, algo con lo que también contábamos según las previsiones meteorológicas para toda la semana.

Llegados a Kühtai, nos encontramos que allí las pistas son todas ellas rojas y negras, pero que 7 kms. mas adelante hay otra zona llamada Höchoetz, con la que comparten forfait, donde aunque la mayor parte de las pistas son rojas, hay algunas azules, y por esa razón antes de lanzarnos a esquiar solo por las rojas, que son más complicadas, preferimos ir a esta zona a realizar el «calentamiento». Lo cierto es que, una vez allí, comprobamos que las pistas azules son una minoría y prácticamente solo sirven de unión entre otras rojas, por lo que prácticamente todo el día estuvimos recorriendo las diferentes rojas, que además de ser muy anchas están muy bien cuidadas y da gusto deslizarse por esas laderas. Además, la zona vuelve a estar cuajada de arbolado, lo que la hace mucho mas atractiva, al menos a nuestros ojos.

En este tercer día recorrimos poco mas de 30 kms, porque aparte de que tardamos en empezar con las maniobras ya comentadas, yo estuve desde primera hora con un ataque de rinitis, moqueando todo el día y ello nos llevaba a parar con frecuencia. Incluso a mediodía, después de un largo y rápido descenso por la pista numero 5, Rafa quiso repetirla y yo opté por quedarme en la cafetería de la zona intermedia para ver si con el descanso mejoraba mi estado. En ese lapso de tiempo aproveché para tomarme una cerveza y un Snitzel, mientras Rafa regresaba.

Pero como la cosa no mejoró demasiado, tras esa parada hicimos un par de descensos por las pistas 1 y 2, y terminamos por hacer el recorrido de regreso al lugar donde habíamos dejado el coche, ya que la pista 9 baja desde los 2020 m. del lugar donde está el restaurante hasta los 1538 m. de la base. La subida, por la mañana, la habíamos realizado desde ese punto mediante un «huevo». Y ya regresando, sobre la marcha, pensamos que una vez comprobado que estamos preparados para atacar las numerosas pistas rojas de Kühtai, esa estación sería nuestro próximo objetivo.

De regreso al hotel, un rato de descanso antes de volver a salir para la cena. Manteniendo nuestra idea de cenar cada día en un restaurante diferente, siempre con comida característica de la zona, hicimos una preselección de varios lugares. En el primero de ellos, que nos causó una excelente impresión, no tuvimos mesa porque estaba completo, pero dejamos ya reservado para el jueves. En los dos siguientes previamente seleccionados, los hallamos cerrados, y ya cansados de elegir, nos metimos en el primero que encontramos con buena pinta. Y resultó todo un descubrimiento.

Está en la zona vieja, como casi todos. Se llama Goldenes Adler, y cenamos de lujo, aunque demasiado, por lo cual a la vuelta vinimos haciendo un amplio recorrido para aligerar antes de ir a dormir.

Dia 4 – Jueves 1 de febrero

Al despertar, mirada al exterior para comprobar si se cumplían las previsiones y había cambiado el tiempo y, en efecto el sol no aparecía, pero tampoco llovía. Por esa razón, después de desayunar, igual de bien que cada uno de los días anteriores, nos preparamos para ir a Küthai según lo programado, hasta donde viajamos para llegar allí sobre las 10 de la mañana. Y se cumplieron las previsiones, porque empezó a nevar, al principio ligeramente, pero poco a poco iba a más. Lo cierto era que la previsión hablaba de 1 cm de nieve cada hora desde las 10 hasta las 5 de la tarde.

Pese a todo, nos pusimos las botas y nos fuimos a las pistas, aunque sin atrevernos a subir a la zona alta por si la cosa empeoraba, y como realmente cada vez se cerraba más y nevaba con más fuerza, solamente hicimos unas cuantas bajadas por un tramo que era el final de una pista roja, al que se accedía por una silla a pie de la estación. Pasada una hora aproximadamente, sin expectativas de que fuese a mejorar, sino todo lo contrario, optamos por regresar al hotel para cambiarnos y aprovechar el día conociendo un poco más la ciudad.

Y eso hicimos, paseando por todo el entorno de la zona centro, tras una pequeña parada en la terraza de una cafetería (Manna) en la calle Maria Teresa, que nos fue recomendada por una de las chicas de recepción del hotel. El paseo lo hicimos con tranquilidad y así pudimos llevarnos un mejor conocimiento de Innsbruck, tras varias horas recorriendo sus calles.

Hicimos una parada para tomar un café en Starbucks antes de volver al hotel a un ligero descanso antes de la cena.

Como ya habíamos programado en la jornada anterior, la cena del jueves fue en Gasthaus Anich, el restaurante donde habíamos reservado. El lugar tiene un ambiente totalmente local, siendo los clientes gente mayor en general y aparentemente todos austríacos y tiroleses mayoritariamente. La comida, de lo más típica y sobre todo con raciones muy abundantes. Como entrantes tomamos una sopa con dumplings y un goulash, ambos muy buenos, en especial el gulash que eligió Rafa. Y como platos principales, el Viener Snitzel de Rafa y un Grill Mixto (con carne de ternera, cerdo y pavo). Y no tuvimos capacidad para pedir postre. Y además resultó ser la cena más económica de las cuatro efectuadas hasta este día.

Al igual que cada día, regreso al hotel dando un paseo para dar tiempo a la digestión antes de ir a la cama.

Dia 5 – Viernes 2 de febrero

Amaneció nublado, y la visión desde la habitación no era nada halagüeña, porque las montañas que están frente a nosotros estaban cubiertas por las nubes. Por otra parte, la previsión meteorológica anunciaba algo de lluvia a partir de las 10 de la mañana, lo que sin duda en la estación de esquí sería nieve. Con toda esa información, debatimos si subir a las pistas o no, pensando incluso en un plan B. Pero mientras fuimos a desayunar, optamos por animarnos a subir a la estación de Axamer Lizum, bastante próxima a Innsbruck, con la idea de que si no se podía esquiar, siempre regresaríamos pronto al hotel para ejecutar el plan B.

Al llegar a Axamer, vimos que había muy pocos coches en el aparcamiento, lo que venía a representar que pocos éramos los locos que se animaban a subir en un día tan poco atractivo. Pero nos preparamos y subimos en un telecabina desde la base (1.560 m.) hasta el techo de la estación, a 2.340 m. donde ya estaba bastante cerrado e incluso empezaba a nevar. Pese a todo, nos lanzamos por la pista num. 1, una de las escasas azules, que nos llevó de nuevo a la base. Repetimos la operación en varias ocasiones, siempre por la misma pista, mientras a ratos parecía que mejoraba y en otros nevaba con más intensidad. Un poco más tarde, nos animamos a cambiar de pista, dejando el remonte en la mitad de su recorrido, lo que daba acceso a una pista roja que tenía buena pinta. Y ya desde ahí comenzamos a cambiar de unas pistas a otras, siempre por las rojas que eran muy anchas, muy bien pisadas, y con el único inconveniente de que a ratos la nevada era muy intensa y se reducía bastante la visibilidad.

Repetimos varias veces en el telesilla Karleiten que nos permitió el movimiento por diferentes pistas (3-4-5-6 y 7), hasta que al final nos animamos a ir a otro telesilla, el Pleisen, que daba acceso al inicio de la pista 7, el más alejado de la base, para recorrer esa pista hasta el final y dar por finalizado el día de esquí, lo que hicimos mientras cada vez la cosa se ponía más negra. Y regresando a la base nos encontramos con que el final de la 7 continuaba por la 5c, que era la que bajaba más, y que por desgracia estaba en bastante mal estado. Pero pese a todo, y con una caída mía sin mayores complicaciones, llegamos abajo y pudimos dar por concluida nuestra semana de nieve, al menos en la parte deportiva, sin rasguños ni rodillas estropeadas, por lo cual nos felicitamos. A todo eso eran ya cerca de las 3 de la tarde, sin haber parado a tomar la cerveza ni a reponer fuerzas con las barritas energéticas, decidiendo sobre la marcha que lo haríamos ya en Innsbruck.

Pero de camino, como vimos que había que reponer gasolina, paramos en la primera estación de servicio que había regresando, y al intentar abrir la portezuela que da acceso al tapón de la gasolina, nos topamos con que no abría, pese a probarlo de todas maneras. Y no nos quedó más remedio que acudir a un taller de Toyota (el coche que alquilamos es un Yaris), para solucionar el problema. Hete aqui que había uno bastante próximo, pero estaba cerrado y al ser viernes ya no operaba por la tarde. Segundo recurso, ir a la central de Toyota en Innsbruck, a 22 minutos de donde estábamos. Y cuando llegamos allí ya tenían cerrado el taller y no había nadie que nos pudiera solucionar nuestro problema. A base de insistir, llamaron a otro taller, en el centro de la ciudad, donde estaban a punto de cerrar. A todo esto, estábamos ya en la reserva de gasolina y con el temor de no poder solucionar el problema, a pocas horas de viajar a Munich para los vuelos de regreso. Afortunadamente al llegar al nuevo taller ya estaban informados del problema, nos atendieron en un periquete, y conseguimos liberarnos de la presión que todo eso representaba, y cargar gasolina en una estación de servicio justo al lado, para regresar al hotel ya relajados.

Todavía quedaba una cena en Innsbruck para completar la semana de 5 días, y al final decidimos probar en Stiftskeller, uno de los lugares recomendados donde no pudimos estar hace un par de días porque tenían cerrado por vacaciones. La verdad es que valió la pena la espera. Es un lugar frecuentadísimo por personas de todo tipo, mayoritariamente jóvenes, en contra de la tendencia que hemos observado en los días previos, donde nosotros bajábamos la media de edad. Coincidimos en la mesa con unos costarricenses que viven en Innsbruck y ellos también nos recomendaron, y con tanta recomendación resultó que pedimos tres platos de entrantes a compartir, además de un plato principal cada uno. Demasiada comida, porque aunque a mediodía no habíamos tenido ocasión de comer, salimos del restaurante exageradamente llenos.

Ya de regreso al hotel, tocó recomponer maletas, empaquetar tablas y bastones y dejar todo preparado para el desplazamiento que tocaba a la mañana siguiente para ir a Munich a coger el avión con rumbo a Madrid y luego a A Coruña, y con ello volver a la normalidad.

Sábado 3 de febrero – Regreso

Este último día nos levantamos más temprano para acudir a desayunar poco después de las 7 porque habíamos previsto salir a las 8 del hotel, ya directos rumbo al aeropuerto de Munich. En contra de lo que había sido habitual en días anteriores, el restaurante estaba abarrotado para desayunar, supongo que porque había aumentado mucho la clientela del hotel, con gente que venía a esquiar el fin de semana. Tras recoger todo el equipaje, partimos poco después de las 8.

La primera parte del viaje se desarrolló sin novedad. Había amanecido un día soleado y el tráfico era abundante, pero se circulaba bien. Sin embargo a medida que avanzábamos hacia Munich, cada vez el número de coches iba en aumento y según nos acercábamos a la frontera austríaco-alemana, empezamos a encontrar retenciones. El paso por la frontera fue lento, pero sin parar, y ya en suelo alemán volvieron a aparecer retenciones, que nos iban demorando la hora prevista de llegada. La cosa siguió así a ratos, con momentos de marcha rápida y otros con lentitud, aunque sin llegar a parar nunca.

Ya próximos a la ciudad de Munich, como el aeropuerto queda al otro lado de donde nosotros procedíamos, volvieron a surgir retenciones, y empezamos a sentir que el tiempo para llegar a facturar se iba reduciendo porque lo que inicialmente se preveía como un recorrido de 2 horas, se había ampliado en más de media hora adicional. Todavía nos quedaba llenar el depósito para entregar el coche en el parking del aeropuerto, y finalmente pudimos dejarlo, entrar en la terminal y acudir al mostrador de facturación cuando solo restaban 45 minutos para la hora prevista de salida del vuelo. Con todo, cuando llegamos a facturar nos topamos con que, afortunadamente, todavía había mucha cola y aunque fuimos los últimos en llegar, no hubo problemas para dejar los equipajes e ir a la puerta de embarque.

La salida del vuelo se retrasó también porque el avión había llegado con algo de retraso, y partimos de Munich 35 minutos después de la hora prevista, lo que también nos repercutía de cara a la conexión en Madrid. Finalmente bajamos del avión sobre las 15,10 y ya estaban embarcando el vuelo Madrid-Coruña, por lo que aunque tratamos de tomar una caña en la cervecería situada frente a la puerta J52 de la terminal 4 donde se embarcaba, tuve que dejarla por la mitad. Ya en el avión, nos entró la duda de si habrían tenido tiempo en el aeropuerto para cargar nuestros equipajes de un vuelo al otro.

Y según aterrizamos en A Coruña, nos entraron sendos mensajes de Iberia anunciando que nuestros equipajes se habían quedado en Madrid por la demora del vuelo de Munich, y que nos avisarían cuando nos los fueran a entregar en nuestros domicilios, lo que se produjo luego entre el domingo y el lunes, dando así por terminado el viaje.

El recibimiento en A Coruña por nuestras respectivas, como no podía ser de otra forma, fue estupendo e incluso nos habían realizado reserva para cenar en el Terreo, completando asi una jornada que, tras el estrés inicial, terminó de la mejor manera posible.

2 comentarios sobre “Semana de esquí 2024 – Innsbruck

  1. Fantástico resumen, Manu, nada que añadir…. Un placer estas semanas deportivo-gastronómico-turísticas, como siempre. Un abrazo y… hasta la del próximo año ;).

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