Del interior a la playa

El recorrido por las tierras de Don Quijote, del que nos quedó un gran recuerdo, se completó con la vuelta a nuestras antiguas excursiones veraniegas al Puerto de Santa María, acompañando a los habituales Rafa y Elena que, al parecer, con este año ya completaron sus 15 asistencias anuales consecutivas. En nuerstro caso, era la tercera vez, aunque las dos primeras fueron en los años 2014 y 2015.

De camino hacia El Puerto aprovechamos el viaje para hacer un par de paradas con sendas visitas. La primera, en San Carlos del Valle, que presume de tener una de las más bonitas plazas de España, en la que además hay una impresionante iglesia. Los lugareños dicen que esa población es «el pequeño Vaticano». La verdad es que la plaza es bonita, pero para compararse al Vaticano …….

La siguiente parada fue el pueblo de Las Virtudes, que tiene la plaza de toros cuadrada más importante de España, y que además tiene anexa una capilla en la que hay un conjunto de excelentes imágenes. Ipi y yo ya habíamos estado en esa población años atrás, pero en esa oportunidad la plaza y la iglesia estaban cerradas y solo pudimos ver todo desde el exterior. Ahora visitamos con calma tanto la plaza como el interior de la iglesia, y la verdad es que valió la pena.

Por último hicimos una parada en Viso del Marqués, para visitar el Palacio del Marqués de Santa Cruz. Es un impresionante edificio que alberga en su interior el Archivo General de la Armada, ya que el marqués que da nombre al edificio no es otro que Alvaro de Bazán y Guzmán, marino español de ascendencia navarra que alcanzó el grado de Capitan General de las Galeras de España. Hicimos una relajada visita guiada al interior del palacio, y tras la misma comimos ya en Viso del Marqués, para a continuación tomar ruta a nuestro destino playero.

La verdad es que en El Puerto se está francamente bien, al menos en el plan que nosotros lo hacemos y de modo especial en la forma y fechas de este año, porque al ser fuera de la temporada «alta» (julio y agosto) los precios, tanto del hotel como del resto de la hostelería, son más asequibles y a la vez no hay tantas aglomeraciones y problemas para hacer reservas. También es cierto que algunos de los establecimientos hosteleros no están abiertos en estas fechas.

Por otra parte, en esta ocasión la visita coincidió con la Feria en El Puerto, y tuvimos la oportunidad de recordar de alguna manera nuestras experiencias en la Feria de Abril de Sevilla (guardando las distancias, por supuesto) de muchos años atrás.

Las fechas en las que estuvimos en este año fueron entre los días 9 y 15 de junio, y aunque el tiempo en general fue bueno (aquí, como siempre, hay algunas discrepancias entre Ipi y yo), no se trató de unas jornadas continuadas de playa, como en años anteriores, sino que se entremezcló el plan de playas con las visitas turísticas por el entorno, algo que en años anteriores hacíamos coincidir con la playa y en esta oportunidad diversificamos más.

En uno de los días de nuestra estancia, realizamos una visita guiada por la capital gaditana. Fue un recorrido matinal de un par de horas, que nos hizo conocer un poco más en profundidad las particularidades de la ciudad, que en muchos aspectos recuerda a nuestra propia Coruña, especialmente en su relación con el mar.

Descubrimos muchas cosas de su historia, unida de forma muy señalada a lo que representó su relación con la conquista de America, el comercio con sus países, y a todo lo relativo a la Constitución de 1812.

Y para completar la jornada, como estaba un buen día de sol y pese a que había un viento importante, terminamos el día disfrutando de un par de horas de playa en La Caleta, ubicada en pleno casco urbano, aunque no comparable a nuestros Riazor y Orzan.

Otra de las excursiones con visita guiada incorporada fue la de Setenil de las Bodegas, a la que ya Elena y Rafa habían asistido años atrás y que a nosotros nos apetecía especialmente tras ver sus fotos y algún que otro reportaje televisivo.

Se trató también de otra visita matinal, de otras dos horas de duración, muy instructiva y bien documentada por el guía, entre el mediodía y las 2 de la tarde, terminando justo para la hora de comer, con lo cual optamos por hacerlo en una mesa que encontramos libre en una de las terrazas del propio pueblo, que a esas horas estaban petadas de turistas como nosotros.

Nos atendieron muy bien y comentaron que, al parecer, los meses de julio y agosto no son los más importantes en cuanto a la afluencia de turistas, ya que durante la primavera y el otoño tienen casi que colocar el «completo», e incluso en muchos meses de invierno, de forma especial en las fechas de vacaciones de los chavales, incluso en navidades.

Y aunque el plan inicial incluía el regreso tras la comida a una zona de playas, una vez allí y al tener en cuenta la proximidad de Ronda (a escasos 20 kms), población que solo Ipi conocía, decidimos olvidarnos de la playa para visitar esa localidad, que recorrimos con calma, y que por otra parte estaba también muy concurrida de turistas.

Nos llamaron especial atención los impresionantes cañones sobre los que se asienta Ronda, debidos sin duda a la erosión a lo largo de milenios causada por el rio que rodea la población, lo que nos dio la oportunidad de hacer trabajar a discreción a las cámaras de fotos.

Hicimos un paseo por el pueblo, vimos por el exterior la plaza de toros, que debe tener cierta fama por lo que vimos en sus alrededores, y recorrimos también la calle principal, que según Ipi decía se llamaba de la Bola, lo que pusimos en duda. No obstante, cuando luego pasamos por alli vimos que tenía otro nombre, pero al consultar a las dependientas de uno de los comercios, confirmaron la versión de Ipi en el sentido de que lo de la Bola es el nombre por el que popularmente se la conoce allí.

La tercera de las visitas que Elena había concertado antes de viajar era la de Vejer de la Frontera, una población que ya conocíamos de otro viaje anterior y que Rafa y Elena visitaron en diferentes ocasiones. En este caso fue un recorrido vespertino, con mucha más concurrencia que en las dos visitas de Cadiz y Setenil. Aunque no estuvo mal, desde mi punto de vista resultó menos atractiva que las otras dos. Al final, el guía nos obsequió con una mini-cata de un Pedro Ximenez y unas rodajas de salchichón.

Terminada la visita guiada, en la plaza central de la villa encontramos un restaurante llamado El Jardín del Califa, en cuya terraza cenamos a base de platos «morunos». Tuvimos ocasión de ver luego el interior, con un comedor muy bien decorado. El lugar resultó ser un pequeño hotel, construido en varias alturas sobre la roca, y repleto de plantas, lo que justificaba plenamente el nombre de Jardín.

En este viaje, si bien hemos tomado el sol y disfrutado de la playa, lo hicimos en menor medida que en otras ocasiones, en parte porque el tiempo no estuvo tan bien como cuando viajamos en julio, y en parte también porque hicimos más turismo de visitas y de ciudad. No obstante, hemos ido a la playa creo que 4 de los 6 días que estuvimos al completo. Uno de los mejores momentos de cada día era, también, la hora del desayuno. Un par de días lo hicimos en La Ponderosa, pero el sitio del que mejor recuerdo guardo es el Bar Vicente, (antiguo Los Pepes), junto al mercado, con los molletes de zurrapa y los churros que se compran en Charo.

Estuvimos en la playa de El Buzo el primer día, pero había algunas algas en la zona de baño, por lo cual en esa primera fecha creo que solo yo me bañé. En una segunda ocasión fuimos a Valdelagrana, con menos oleaje y sin algas, pero tenía el inconveniente de que allí la arena es extremadamente fina, y como hacía bastante viento, la arena se nos venía encima, con lo que hubimos de cambiarnos a una parte de la playa más cercana al agua, donde la arena estaba más compacta.

Un tercer día, como ya comenté, estuvimos en La Caleta, la playa de Cadiz capital. y en la cuarta ocasión volvimos a El Buzo, pero a una zona sin algas. Esta tiene la ventaja de que, además de estar muy bien situada es muy larga, ya que en su prolongación cambia de denominación, pero realmente es como una misma playa y es ideal para dar largos paseos. En esa última ocasión aunque no teníamos previsto comer en el chiringuito que hay, nos acercamos Rafa y yo a tomar una caña y una tapa, y al final llamamos a las chicas y nos tomamos una par de cosas que nos sirvieron como preludio para la cena que sí teníamos programada.

Esa cena, como digo programada para nuestra última jornada completa, era en La Casa de Vargas, en San Fernando. Es un local genuino dentro de lo que es el folklore andaluz, en el que ya estuvimos años atrás, y que tiene como particularidad que en él iniciaron sus carreras personajes tan significados como Camarón de la Isla.

La cena no fue lo mejor de la velada, pero sí la actuación de una pareja de guitarra y cantante, con la participación de un bailaor que hizo las delicias de un numeroso grupo de «maduritas» que asistieron a la sesión. Al final, incluso el bailaor subió al escenario a parte de sus amigos y familia y nos dieron un completo recital de baile andaluz.

Otra de las cosas a destacar del viaje son las cenas variadas de cada una de las fechas que estuvimos en El Puerto. La primera, en La Pescadería, un sitio muy bien puesto en el centro de la población, donde cenamos francamente bien. Otro lugar menos lujoso, pero bien atendido y con producto típicamente de la zona, fue el bar Gonzalo. Y el mejor de todos, La Taberna del Chef del Mar, de Angel León. Es el chef de Aponiente, un restaurante con dos estrellas Michelin. En esa oportunidad la cena, muy variada en cuanto a los platos que seleccionamos, resultó fantástica, y quedamos con ganas de repetir en un futuro viaje. Elena y Rafa ya lo conocían de visitas anteriores.

En definitiva, una semana de lo más completa y variada, que sirvió además de colofón a los días previos de la Ruta del Quijote, y que luego rematamos en el viaje de regreso haciendo noche en Coimbra. En esa ciudad aprovechamos para cenar también en el restaurante de fados «A Capella», donde una pareja de guitarristas y un cantante con una magnífica voz nos deleitaron con sus canciones. Aunque no fueron los típicos fados que hablan de amor y de desamor, sino otros más relacionados con la característica esencial de los universitarios de la ciudad, no estuvo mal la velada.

Y aunque la estancia en Coimbra fue corta, nos dio también la ocasión de visitar la zona universitaria, que es quizás lo más característico. Y como además coincidió ese día con la celebración de las graduaciones universitarias, asistimos a una impresionante marea humana en la plaza situada junto a la catedral, y vimos luego a los estudiantes con sus familias fotografiándose junto a sus facultades, engalanados con los trajes especialmente diseñados para la ocasión, muy al estilo de los ingleses o americanos en eventos similares.

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