Aire sur L’Adour – Miramont-Sensacq

De acuerdo con lo previsto, y tras una noche en la que unos dormimos más que otros (yo particularmente no dormí mal, a pesar del calor que hacía), sobre las 7 de la mañana todos estábamos en pie para el desayuno, como nos habían señalado los hospitaleros (Isabelle y Alejandro). Cuando nuestro grupo llegó al comedor, ya prácticamente todos estaban dando cuenta de lo preparado, café, pan con mantequilla y mermelada, zumos de bote y avena para quienes lo desearan, si bien no había yogurt para completar.

Y cumplido el trámite del desayuno, recogidas las mochilas y preparado todo lo necesario para el recorrido, nos lanzamos al trayecto de más o menos 18 kms previsto hasta nuestro destino del día. Dejamos el albergue en torno a las 8 de la mañana, y ya empezamos a ver las construcciones características del país vasco francés, similar a las del español, zona por la que discurre nuestro camino de estos días.

Para empezar, la salida del pueblo está en una pronunciada subida de casi un kilometro, durante la cual se pasa delante de la iglesia de Sainte Quiterie, de la que habían hablado mucho las chicas por las informaciones que salen en el camino. Tuvimos suerte de que estuviese abierta y pudimos ver su interior, con algunas cosas de interés.

Continuando el recorrido, que por cierto está bastante bien señalizado (en lugar de las señales habituales en España, aquí hay unas pegatinas características que aparecen acompañadas de la señal de un GR, un camino de gran recorrido, con las clásicas señales de dos rayas roja y blanca).

Un poco más adelante nos encontramos con el lago de Brousseau, que se nutre de un riachuelo del mismo nombre, y en el que hay abundantes aves y peces, si bien no está permitido ni el baño ni la pesca. El sendero que bordea el lago es la continuación de la ruta, por cierto muy agradable.

Más adelante, comienza ya la parte menos atractiva del recorrido de hoy, porque se circula por senderos y pequeñas carreteras, rodeadas a ambos lados por enormes plantaciones de maíz, que resultan bastante monótonas. La única ventaja es que el terreno es llano, prácticamente hasta el final de etapa.

La marcha, a una media de algo más de 4 kms/hora, se hizo bien. Planificamos una parada cuando llevásemos aproximadamente dos horas y media de marcha, y pese a que no había aparentemente lugares para ese alto en el camino, justamente poco después de las 10 y media apareció, en un pinar, una zona donde pudimos parar para reponer fuerzas y descansar un rato.

Reanudada la marcha, ya el calor empezaba a apretar y en pocos momentos encontramos junto al sendero arbolado que nos tapara del sol, aunque cuando sí que aparecía alguna zona a cubierto por los árboles, se disfrutaba una barbaridad. Como curiosidad antes del final encontramos una plantación de girasoles, muy habituales en la zona de Las Landas y que habíamos echado en falta estos días. La última parte del recorrido la hicimos a 29 grados de temperatura, bajo un sol de justicia, y para remate el tramo final de acceso a Miramont fue en ascenso, con lo que llegamos al albergue (Gite Communale) ya casi con la lengua fuera.

Ya instalados, nos han dado una habitación con 4 camas (2 literas), en la que estamos francamente bien acomodados. Tenemos al lado sendas duchas y toilette, o sea que no hay queja.

Al ser domingo, y como este pueblo es muy pequeño, solamente encontramos abierto un pequeño bar, cuyo dueño es muy singular. Nos recibió casi con desgana, y para comer solamente pudo ofrecernos un par de pequeñas quitches, y una tabla de embutidos. Tuvimos la sorpresa de que la cerveza que tiene es Estrella Galicia y 1906, o sea que nos lanzamos a por ellas. Al final, nos hemos tomado además de las quitches, un par de tablas de embutidos, un par de baguettes, y cinco bolas de helado, una por cabeza, terminando Mayi y yo con unos cafés.

Al llegar al bar nos encontramos con Gerard, uno de nuestros colegas de la noche anterior. Viene de Marseille, y va de camino hasta Burgos. Hoy se aloja también en nuestro albergue.

Por cierto, omití señalar el viernes que, durante la cena con Xavier, hizo una videollamada con Truus, la amiga holandesa con la que compartimos la primera parte de mi camino del año 2017. Fue muy emotivo el volver a charlar los tres juntos, además de Laureano-Anna, que también había coincidido en aquel viaje.

El grupo del Camino en 2017

El albergue, Gite Communale de Miramont, está gestionado por una asociación de voluntarios del pueblo, y cada semana un par de voluntarios se ocupan de preparar todo lo necesario para los peregrinos. Aquí se paga el alojamiento y por las comidas solicitan una aportación voluntaria.

La cena de hoy ha sido fantástica, no solo en cuanto a la preparación y contenido, sino por el ambiente que se creó, ya que además de nosotros cuatro había un grupo de 10 personas procedentes del norte de Francia con mucha marcha, ya que además los propios hospitaleros promovieron el ambiente.

Hubo al inicio de la cena un aperitivo, con Kirk, típico de esta zona. Luego una ensalada muy bien preparada y condimentada, que acompañaron con un rosado, y como plato fuerte un asado con unas judías cocidas, y que se acompañó de vino tinto. Además queso, y un postre a base de tarta de manzana con helado.

Para terminar, uno de los hospitaleros nos contó un rollo sobre un peregrino… que en definitiva lo que venía a decir es que los hombres se encargaban de lavar la vajilla, mientras las mujeres animaban con los cantos típicos del Camino (Ultreia) entre otros. Para terminar nos ofrecieron cafés e infusiones.r

Lo mejor para mí ha sido el ambiente, que se asemeja a lo singular de lo que se vive en el Camino, y que no siempre se encuentra. Hicimos buenas migas con los franceses del grupo de 10 que nos acompañaban.

Y después de la contundente cena, dimos un corto paseo por el pueblo antes de acostarnos, porque mañana viene otra etapa, que no será muy dura, pero que hay que afrontar con preparación y descanso.

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