Segundo día de esquí de esta temporada. Después de otro espléndido desayuno en el Parador, salimos con rumbo al aparcamiento de Orri, al igual que ayer, puesto que desde allí tenemos a mano todos los remontes del área de Beret, y también con fácil acceso a los que llevan a la zona de Baqueira 1800, y no tenemos el lastre de, al final de la jornada, bajar las pistas a la zona baja de Baqueira, que a esas horas están intratables.
Hay que reseñar que hoy el día ha sido bueno porque aunque al despertar aparentaba menos atractivo que ayer, luego resultó estar con bastante sol, y aunque a ratos las nubes se metían sobre las pistas, pero el movimiento era rápido y prácticamente no nos han molestado en nuestros recorridos.
Para empezar, de nuevo el TSD Jesus Serra, que nos lleva a la parte alta, desde donde podemos acceder a las pistas Dera Reina y Ta Beret 1-2-3 y 4. Por una de estas últimas hacemos el recorrido para acceder a la parte de Beret que ayer no recorrimos. En la bajada, vimos que había un acceso facil a las pistas de slalom que habitualmente no están disponibles, asi que nos metimos por el medio e hicimos una gloriosa bajada, incluso aprovechando en parte las vallas instaladas, que nos permitieron esquiar en plan competición. Y luego al terminar esa pista, cogemos el TSD Clot Der Os, en el que repetiremos un par de veces más, para acceder a las diferentes pistas a las que da servicio. Esquiamos asi por Clot der Os, Audeth, Molins y Cabanes, repitiendo Audeth, pista roja por la que experimentamos las enseñanzas de la clase de ayer. Además esa pista está impecable y da gusto deslizarse por ella.
Mientras recorríamos ese telesilla, teníamos a la vista las pistas rojas de Dossau, Ticolet y Montgarri, que ofrecían un aspecto impecable y a las que esperamos para atacar hasta que ya a media mañana la nieve estuviese un poco menos dura. Por eso nos lanzamos, sobre las 12, al TSD Dossau, que nos llevaba a la parte alta, de arranque de esas 3 pistas. El inicio de Dossau impone por la enorme pendiente, pero superado ese tramo, el resto era una delicia de recorrer porque la nieve estaba inmejorable, y como hacía sol la visibilidad era perfecta, que es lo que a veces condiciona el lanzarse por una u otra pista. Hicimos una bajada por cada una de esas 3 pistas, y posteriormente también desde lo alto de Dossau tomamos el remonte-cuerda que da acceso a las pistas de Egua (rojas) que bajan bordeando la ladera por otro recorrido. Y desde allí, al bajar, nos dirigimos ya al TSD Blanhiblar, que es el que da acceso a lo alto de Beret. Desde allí una primera bajada por la única pista roja que vuelve de a la base (Comalada), para volver a subir por el mismo telesilla y hacer la parada de mediodía. Repetimos el menu de ayer, caldito y cerveza para acompañar a las barritas integrales. Aprovechamos el rato para hacer varias fotos porque las vistas eran espléndidas, además con sol.
Ya repuestos tras el descanso, atacamos la empinada bajada a la percha de Cortajas, que nos lleva al límite de Beret, desde donde salen varias pistas rojas que bordean la montaña por el otro lado. De las 4 señaladas en los mapas solo dos estaban disponibles, y nos decidimos por Esmeligás, que era un poco mas larga y nos llevaba de nuevo a la base de Beret. Era la primera vez que recorríamos esa pista y valió la pena.
Ya de nuevo en la zona baja desde donde salen la mayor parte de los telesillas, optamos por coger el TSD Dera Reina, para desde lo alto, hacer un recorrido por la pista Pins, que inicialmente nos parecía no haber recorrido en anteriores ocasiones, pero que al esquiar por ella vimos que ya era conocida de otros años. Por cierto, en la parte final esta pista se une a una de las que habíamos estado recorriendo antes, y en la cual yo me di un pequeño trompazo, porque en un momento determinado la visera del casco se me iba moviendo, y al tratar de colocarla tuve un pequeño despiste y no vi a tiempo una curva cerrada que tenía frente a mi, por lo que antes de salirme mangado por el borde, me tiré al suelo para evitarlo. En definitiva, una caida sin mayor trascendencia.
Y ya en el tramo final de nuestro recorrido diario, volvimos a subir en el TSD Dera Reina para, de camino a la base, hacer la percha que ayer ya estaba cerrada (Caumet). Asi lo hicimos, y resultó ser mucho mas alta de lo que en principio parecía, y que además tenía diversas pistas por las que salir. Optamos por la que parecía tener un recorrido más atractivo, y a la que se accede en la mitad de la bajada. Allí fuimos, aunque una vez entrado Rafa en la bajada comprobó que además de la enorme pendiente, la nieve estaba imposible. Como él ya estaba dentro, su única opción fué ir bajando casi como si fuesen escaleras, sin quitar los esquis, pero yo ya no me metí por allí y decidí seguir otra ruta, también bastante complicada, pero al menos asequible. Quedamos en volver a encontrarnos en la base del TSD Jesus Serra, pero al ver el estado final de la bajada opté por retirarme ya al coche, mientras Rafa, que se había dirigido al punto de encuentro acordado, hizo una última subida que le permitiera llegar al parking por donde lo hacemos habitualmente, con una pista en mejor estado, como asi hizo y nos encontramos para tomar el regreso al Parador. El resumen de esta segunda jornada, arroja un total de 63,25 kms recorridos, en un total de 6 h. y 18 minutos. Y un consumo de 3.600 calorías, que hay que recuperar en la cena.
Para recuperar esas calorías, habíamos hecho reserva en El Molí, un restaurante en el que ya comimos hace un par de años, en nuestra última visita a Baqueira. Teníamos encargados «calçots», y pedimos además butifarra con tomate y Alcachofitas con huevo trufado, todo para compartir. Y para beber, elegimos un vino de la zona, vino DO Tierra Alta, y entre los que había en la carta pedimos Lafou. La verdad es que todo estuvo bueno. Y en el curso de la cena, yo comenté que creía recordar que en ese mismo sitio habíamos tomado los calçots, aunque en el piso alto del restaurante, pero Rafa decía que no había sido alli. De forma que, para salir de la duda, recurrimos a las fotos que habitualmente hacemos y que evidentemente estaban guardadas. Al final yo tenía razón, y nuestra sorpresa fue que, al revisar las fotos, vimos que hace dos años, en la anterior visita, el menú había sido prácticamente el mismo (las alcachofas y los calçots), pero lo mas llamativo es que también el vino que pedimos era el mismo, y no lo recordábamos.
La ropa, casi también la misma, y la diferencia de edad, casi no se nota. Las fotos lo atestiguan.
Tras la escapada que en 2024 hicimos a Innsbruck, este año hemos decidido regresar a Baqueira, porque es tener asegurada la nieve, y además aqui hemos disfrutado un montón las veces que hemos venido.
De esa forma, ayer domingo hicimos el viaje desde Coruña, de donde salimos poco después de las 9 de la mañana y apenas si paramos un par de veces a tomar un café y algo a mediodía para que sirviera como una media comida. Nos llovió durante el tramo que discurre por Francia, pero en cualquier caso el viaje resultó cómodo y rápido.
Estamos alojados en el Parador de Vielha, en el que yo ya había estado hace 30 años, en un viaje con varios de mis hermanos, sobrinos e incluso mi madre. El Parador sigue conservando su categoría, pero ha sido muy modernizado, y ahora ya no es tan clásico. Tiene un excelente servicio, y esta mañana en el desayuno lo hemos podido comprobar.
Para empezar la jornada de esquí nos fuimos directamente al aparcamiento de Orri, porque desde allí se accede a toda la zona de Beret y también a la zona de Baqueira, donde hoy teníamos reservada una clase de un par de horas con un monitor, para tratar de optimizar nuestro nivel.
Para la toma de con la nieve, fuimos directamente al telesilla Jesus Serra, haciendo un par de bajadas por la pista Ta Baqueira, que a primera hora estaba un poco dura. Y una vez entrados en calor los músculos, ya nos dirigimos a la zona de Baqueira, a través del telesilla Jorge Jordana que nos dejó en lo alto del Cap de Baqueira. Desde allí bajamos a Baqueira 1800 por la Cara Nord, para llegar con puntualidad a la cita con nuestro monitor, Javitxu.
Tuvimos que esperar un rato, pero nos sirvió de descanso, porque luego las dos horas de trabajo con el monitor fueron intensas, haciendo diversos recorridos por las pistas Mirador, Stadium (rojas) e incluso por el Tubo Nere (negra), para mejorar nuestro nivel de esquí. Sin que hayamos salido para competir, creo que nos ha servido para optimizar el tiempo y poder sacarle el máximo partido a los días de esta semana que estaremos en la estación.
Ya finalizada la clase con Javitxu, hicimos un corto relax para tomar un caldito, acompañando a las barras energéticas que nos han servido de comida, y como no, con una cervecita. Todo ello en la cafetería de la zona 1800, donde habíamos comenzado y terminado nuestra «master class».
El resto de la tarde lo empleamos en regresar a la zona donde teníamos el coche, para lo cual volvimos a subir con el telesilla Pla de Baqueira, ya utilizado con el monitor, y asi desde lo alto poder regresar a la zona de Orri, bajando por Cara Nord hasta enlazar con las pistas rojas que nos llevarian al telesilla de inicio de la mañana. Desde allí hicimos un par de bajadas, y antes de finalizar la jornada, una bajada por Ta Beret 2, y alli coger el telesilla Dera Reina que nos llevó a lo alto, (2.350 m) donde comienza Ta Baqueira, que enlaza luego con Dera Reina y viene a terminar en el aparcamiento. Hay que decir que pretendíamos una incursión en la percha Umet, pero ya la habían cerrado, por lo cual atravesamos Ta Baqueira llegando a Ta Baqueira 2, para llegar con los esquís puestos hasta la base donde estaba el coche.
En total, segun la aplicación de MapMyRun, 47,90 kms de recorrido durante casi 8 horas, muy bien aprovechadas por cierto, sobre todo tratándose del primer día.
Para completar el día, después de descansar un rato en la habitación, hemos decidido quedarnos a cenar en el Parador, donde pudimos disfrutar de unos platos característicos de esta tierra, y con un excelente servicio. Y antes de dar por finalizado este primer día de esquí, un café y un chupito en el salón, frente a la chimenea, igual que hicimos la noche anterior, después de nuestra llegada.
Hoy, 31 de diciembre, se cierra el ciclo de un año. Uno más, a añadir a los 74 que se iniciaron a partir de la excelente Cosecha del 50. Y aunque es uno más, también es en parte especial porque con él se cierra otro bloque de 25 años, bloques que de alguna manera han ido conformando mi currículo. A los 25 años me casé, con todo lo que ello representa en la vida de una persona. A los 50 inicié un proceso de cambio que se completó tres años después, con mi prejubilación y mi divorcio. Y ahora, al completar el tercer bloque de 25 se abren nuevos horizontes…
El año que termina lo cierro con un paseo por uno de los recorridos habituales de mis caminatas matinales bordeando la costa de la ciudad, en esta ocasión hacia la torre de Hércules que hoy me ha servido de modelo para fotografiarla desde diferentes puntos y con enfoques diversos. La verdad es que esta mañana estaba preciosa, con un sol radiante que hacía llevaderos los poco más de 5 grados que marcaban los termómetros en esos momentos.
El 2024 en sí no ha tenido grandes eventos, y posiblemente ha sido uno de los que menos viajes hemos realizado Ipi y yo respecto de años anteriores, pero sí que tuve la oportunidad de cumplir uno de los «caprichines» (asi los define Ipi) como era el hecho de ir a esquiar a Innsbruck, algo que quería hacer desde hace bastante tiempo. Allí fui con Rafa a primeros de febrero y lo disfrutamos de lleno, esquiando cada uno de los 5 días en una estación diferente, ya que en el entorno de la ciudad hay numerosos sectores con pistas diversas, todas excelentes.
En cuanto a otros viajes, el primero fue en el mismo mes de enero. Era un regalo de reyes de Ipi y sus hijos, para viajar a Barcelona y hospedarnos en el Edition, el hotel donde Chema trabaja, lo que nos permitió disfrutar de una suite espectacular. Durante unos días fuimos a la Opera en el Palau, visitamos las exposiciones conjuntas de Miró y Picasso, vimos la evolución de la Sagrada Familia desde nuestra anterior visita, y disfrutamos de la gastronomía local, entre otras cosas.
Señalar también el tradicional viaje por nuestro aniversario, en esta ocasión a mediados de febrero en Madrid, para recorrer la ciudad y que Ipi la pudiese conocer un poco más a fondo. También el que hicimos Ipi y yo con Hugo y Chema a Vitoria en el mes de marzo, y el recorrido por el Camino de la Plata, que hice en el mes de abril, inicialmente previsto para ir yo solo, pero para el que al final se añadieron Mayi y Chus, ya con experiencia en esos recorridos, y además como novedad Rafa y Armando, que se estrenaron como peregrinos para completar el camino entre Salamanca y Astorga. Luego, la Xuntanza de los hermanos Gigirey por el Bierzo en el mes de mayo, y ya en junio el recorrido por la ruta del Quijote y posterior estancia en Puerto de Santa María.
Completamos el año con una escapada de un par de días a Oviedo para asistir a la Opera y por último el tradicional finde de Outono Gastronómico. En cualquier caso, un año bastante más parco en viajes respecto de la media de años anteriores.
En lo personal y familiar, un buen año, con los altibajos normales pero siempre con el afianzamiento de todo lo referente a los hijos y de la pareja, totalmente asentada.
Aparte de eso, como hito significativo la recuperación de la casa de Castelo, tras cinco años de alquiler que se me han hecho más largos de lo deseado porque los inquilinos, sobre todo a partir de la pandemia, han estado generando problemas y por esa razón en los dos últimos ejercicios la comunicación era casi inexistente. Ahora, de nuevo libre de esa carga, me toca ponerla a punto para la venta, lo que está generando un trabajo intenso que se va a prolongar durante algunos meses para que quede a mi gusto y asi poder disfrutar parcialmente de ella en tanto no se venda.
En todo esto he ido mentalmente ocupado durante el recorrido costero, con la idea de plasmarlo aqui para terminar este 2024, y a la vez pensando ya en los proyectos para este 2025 que afrontaré con optimismo porque, como ya dije, los años múltiplo de 25 siempre me han generado elementos positivos.
Como ya se ha convertido en hábito para el grupo, también este año nos apuntamos a participar de la oferta que hace la Xunta junto a las casas rurales gallegas para disfrutar de una oferta más o menos atractiva (ya lo ha sido más en los primeros años) en un fin de semana otoñal.
En esta ocasión a punto estuvimos de dejarlo pasar, pero finalmente fue Ipi la que decidió organizarlo para el grupo, después de esperar a ver si alguna otra persona tomaba la iniciativa. Y finalmente aunque había un programa previsto y reservado para 12 personas, problemas del último momento hicieron que el colectivo quedase reducido a 10 personas.
Como quiera que somos un grupo numeroso y resulta complicado encontrar una casa que reúna los requisitos que exigimos (numerosas habitaciones, y todas con baño incorporado), hay que trabajar bastante para localizar la casa rural adecuada. En esta ocasión Ipi la encontró en el sur de la provincia de Pontevedra, en concreto en A Guarda.
Y una vez localizado el alojamiento, procede preparar las actividades para los dos días de la excursión, ya que todos somos exigentes y queremos hacer muchas cosas. Pero para eso Ipi se desenvuelve a las mil maravillas y por elegir, tendríamos actividad para una semana, aunque como las distancias y el tiempo limitan las posibilidades, al final hay que ceñirse a unos horarios y desplazamientos concretos.
De modo que eligió un recorrido por el sur de la provincia ourensana, pensando inicialmente en Celanova y sus alrededores, aunque lo que realmente quería era poder conocer lo que en su día fue un campamento romano, próximo a Bande, y que solo se puede visitar en determinadas fechas del año por estar situado en el entorno del embalse de Las Conchas, lo que hace que buena parte del tiempo esté cubierto por las aguas. Por otra parte, resultó muy complicado contactar con el Centro de Interpretación y realmente hasta la víspera de la partida no hubo confirmación a la visita, si bien Ipi tenía ya asegurada una opción alternativa.
Así pues, nuestro fin de semana comenzó con un desplazamiento al campamento Aquis Querquennis, en el municipio de Bande, donde nos habíamos programado para llegar poco antes de las 12 del mediodía, hora establecida para la visita. Llegados ya al centro de interpretación, la persona encargada del mismo nos hizo una detallada exposición de los motivos y las fechas que dieron origen al campamento, que data del siglo I, y estuvo ocupado durante aproximadamente 40 años.
Se eligió esa ubicación porque la finalidad del campamento era la construcción de la Vía XVIII, que unía Bracara Augusta (hoy Braga, en Portugal) con Asturica Augusta (Astorga). Está al lado del rio Limia, y en el ámbito del embalse de Las Conchas, como ya comenté. Se descubrió hace ya muchos años, antes incluso de la construcción del embalse, y los trabajos arqueológicos se vienen realizando anualmente en los meses en que el nivel del agua deja al descubierto los restos del campamento.
La visita guiada duró alrededor de hora y media, aunque por la cantidad de explicaciones de la encargada del centro podría haberse alargado bastante más, de no ser que nuestro programa nos obligaba a terminar el recorrido para llegar a la siguiente parada, que no era otra que la visita a la iglesia de Santa Comba de Bande, que alberga unas interesantes pinturas.
La encargada de mostrarnos la iglesia tuvo la amabilidad de atendernos a las 2 de la tarde, y en menos de media hora nos dio amplias explicaciones sobre el origen de las pinturas, las columnas situradas junto al altar, sus capiteles, etc. Aunque algunos ya habíamos realizado al visita en otras ocasiones, fue una buena ocasión de descubrir esa pequeña joya para quienes no habían estado nunca allí y de recordarlo para quienes ya la habíamos descubierto anteriormente.
El paso siguiente del programa era la comida, algo siempre importante para un grupo tan exquisito en lo gastronómico. También para eso Ipi tuvo problemas de reserva, ya que en Bande los lugares seleccionados o estaban cerrados en ese día o estaban completos, por lo cual tras diferentes y arduas gestiones, terminó eligiendo un restaurante situado ya en Portugal, concretamente en Lindoso, que era el sitio de la siguiente parada. Eso nos daba también la ventaja de aprovechar la diferencia horaria con nuestros vecinos portugueses para que la hora de la reserva fuese aceptable.
Comimos en el restaurante Casa do Destro, ubicado justo a los pies del Castillo de Lindoso y junto al conjunto de hórreos o «espinheiros» como los denominan los portugueses. Este lugar ya algunos de los componentes del grupo (Armando, Pila y yo mismo) lo conocíamos de un viaje que hicimos hace 17 años con otro grupo de personas. La comida, sin ser una maravilla, estuvo aceptable, a base de platos característicos de la cocina local.
Terminada la comida realizamos un pausado recorrido, primero por el interior del castillo y más tarde por el conjunto de los hórreos, aprovechando para fotografiar a diestro y siniestro y traer abundante material gráfico de la visita.
Con todo ello, cuando terminamos el paseo por los hórreos comenzaba a oscurecer y ya la luna llena se asomaba en el cielo despejado, porque hay que señalar que el tiempo del que dispusimos fue magnífico durante todo el fin de semana.
Desde Lindoso ya tomamos rumbo directo a A Guarda, para llegar con tiempo a la Rectoral de Areas, que era la casa rural elegida para esta ocasión. Llegados a destino, y tras acomodarnos en las respectivas habitaciones, dispusimos de algo más de una hora de relax para tomar unas cervezas en el salón, esperando hasta la hora de la cena, que se había programado para las 9 de la noche.
La cena no estuvo mal. Los entrantes, mediante platos frios (un buen surtido de quesos, otro de embutidos y una ensalada que también estaba bien), y como platos principal había carne y/o pescado, pero como ya nos habíamos llenado pedimos que lo suprimieran, aunque vinieron unos solomillos de ibérico y se prescindió del pescado. Hay que decir que, como siempre, en estos casos ponen a disposición de los clientes un par de menus a elegir y en esta ocasión, de acuerdo con los caseros, optamos por mitad de uno y mitad de otro.
Terminada la cena nos fuimos al salón que teníamos asignado para todo el grupo, y allí el plan era tomar unas copas (para lo cual habíamos ido surtidos con Ginebra, Whisky y Ron, además de tónicas y Coca Cola, con acompañamiento de frutos secos y gominolas), finalmente solo unos cuantos nos tomamos una copa porque la mayoría apenas alargó la velada y se fueron a dormir. Quedamos los menos formales, y tampoco por mucho rato.
A la mañana siguiente planificamos para desayunar a las 9, y un poco antes nos situamos unos cuantos en la cocina para hacer los preparativos del desayuno, habida cuenta de que nos dejaban todo lo necesario, pero debíamos prepararlo nosotros. Entre unos y otros colaboramos para poner todo a punto y aunque echamos en falta algo de fruta, pudimos desayunar de forma generosa y salir asi bien preparados para llegar hasta la hora de la comida.
Nuestra primera parada tras abandonar la casa fue el mirador de Santa Tecla, donde pudimos gozar del espléndido día para dominar la vista de la desembocadura del Miño, la costa portuguesa y allí, sobre el terreno, ver el castro que está muy bien rehabilitado, y que la mayor parte de los asistentes ya conocía por visitas anteriores.
Desde el mirador salimos directamente a la visita y caminata por los molinos de Picon y Folón. Es un recorrido no demasiado largo, pero sí un tanto dificultoso por el desnivel que se produce al subir por Picón y la bajada mas o menos abrupta por Folón.
Aunque alguno sufrió levemente por el recorrido, la verdad es que todos lo disfrutamos y de ello dan fe las numerosas constancias gráficas que dejamos, algunas de las cuales quedan aquí para recuerdo de los asistentes. Afortunadamente en los días previos nu había llovido mucho y el terreno estaba practicable.
La marcha duró algo más de dos horas y al terminar ya no dispusimos de tiempo para un aperitivo porque había que tratar de llegar en tiempo y forma al restaurante donde habíamos reservado la comida, que no era otro que A Muralla, en Tuy. Allí la encargada, muy habladora, nos echó una pequeña bronca por llegar algo tarde pero al final estuvo muy comunicativa y nos dió un buen servicio, junto a su marido que era el cocinero.
Y aunque después de comer pretendimos hacer un corto paseo por Tuy, solamente llegamos a acercarnos hasta la catedral, para luego dirigirnos a los coches y tomar el camino de regreso, cada uno a su punto de origen.
En definitiva, un año más de Outono Gastronómico, para mantener la tradición y servir de disculpa para reunirnos de nuevo, aunque en esta ocasión las circunstancias hicieron que echásemos en falta a quienes no pudieron asistir.
El recorrido por las tierras de Don Quijote, del que nos quedó un gran recuerdo, se completó con la vuelta a nuestras antiguas excursiones veraniegas al Puerto de Santa María, acompañando a los habituales Rafa y Elena que, al parecer, con este año ya completaron sus 15 asistencias anuales consecutivas. En nuerstro caso, era la tercera vez, aunque las dos primeras fueron en los años 2014 y 2015.
De camino hacia El Puerto aprovechamos el viaje para hacer un par de paradas con sendas visitas. La primera, en San Carlos del Valle, que presume de tener una de las más bonitas plazas de España, en la que además hay una impresionante iglesia. Los lugareños dicen que esa población es «el pequeño Vaticano». La verdad es que la plaza es bonita, pero para compararse al Vaticano …….
La siguiente parada fue el pueblo de Las Virtudes, que tiene la plaza de toros cuadrada más importante de España, y que además tiene anexa una capilla en la que hay un conjunto de excelentes imágenes. Ipi y yo ya habíamos estado en esa población años atrás, pero en esa oportunidad la plaza y la iglesia estaban cerradas y solo pudimos ver todo desde el exterior. Ahora visitamos con calma tanto la plaza como el interior de la iglesia, y la verdad es que valió la pena.
Por último hicimos una parada en Viso del Marqués, para visitar el Palacio del Marqués de Santa Cruz. Es un impresionante edificio que alberga en su interior el Archivo General de la Armada, ya que el marqués que da nombre al edificio no es otro que Alvaro de Bazán y Guzmán, marino español de ascendencia navarra que alcanzó el grado de Capitan General de las Galeras de España. Hicimos una relajada visita guiada al interior del palacio, y tras la misma comimos ya en Viso del Marqués, para a continuación tomar ruta a nuestro destino playero.
La verdad es que en El Puerto se está francamente bien, al menos en el plan que nosotros lo hacemos y de modo especial en la forma y fechas de este año, porque al ser fuera de la temporada «alta» (julio y agosto) los precios, tanto del hotel como del resto de la hostelería, son más asequibles y a la vez no hay tantas aglomeraciones y problemas para hacer reservas. También es cierto que algunos de los establecimientos hosteleros no están abiertos en estas fechas.
Por otra parte, en esta ocasión la visita coincidió con la Feria en El Puerto, y tuvimos la oportunidad de recordar de alguna manera nuestras experiencias en la Feria de Abril de Sevilla (guardando las distancias, por supuesto) de muchos años atrás.
Las fechas en las que estuvimos en este año fueron entre los días 9 y 15 de junio, y aunque el tiempo en general fue bueno (aquí, como siempre, hay algunas discrepancias entre Ipi y yo), no se trató de unas jornadas continuadas de playa, como en años anteriores, sino que se entremezcló el plan de playas con las visitas turísticas por el entorno, algo que en años anteriores hacíamos coincidir con la playa y en esta oportunidad diversificamos más.
En uno de los días de nuestra estancia, realizamos una visita guiada por la capital gaditana. Fue un recorrido matinal de un par de horas, que nos hizo conocer un poco más en profundidad las particularidades de la ciudad, que en muchos aspectos recuerda a nuestra propia Coruña, especialmente en su relación con el mar.
Descubrimos muchas cosas de su historia, unida de forma muy señalada a lo que representó su relación con la conquista de America, el comercio con sus países, y a todo lo relativo a la Constitución de 1812.
Y para completar la jornada, como estaba un buen día de sol y pese a que había un viento importante, terminamos el día disfrutando de un par de horas de playa en La Caleta, ubicada en pleno casco urbano, aunque no comparable a nuestros Riazor y Orzan.
Otra de las excursiones con visita guiada incorporada fue la de Setenil de las Bodegas, a la que ya Elena y Rafa habían asistido años atrás y que a nosotros nos apetecía especialmente tras ver sus fotos y algún que otro reportaje televisivo.
Se trató también de otra visita matinal, de otras dos horas de duración, muy instructiva y bien documentada por el guía, entre el mediodía y las 2 de la tarde, terminando justo para la hora de comer, con lo cual optamos por hacerlo en una mesa que encontramos libre en una de las terrazas del propio pueblo, que a esas horas estaban petadas de turistas como nosotros.
Nos atendieron muy bien y comentaron que, al parecer, los meses de julio y agosto no son los más importantes en cuanto a la afluencia de turistas, ya que durante la primavera y el otoño tienen casi que colocar el «completo», e incluso en muchos meses de invierno, de forma especial en las fechas de vacaciones de los chavales, incluso en navidades.
Y aunque el plan inicial incluía el regreso tras la comida a una zona de playas, una vez allí y al tener en cuenta la proximidad de Ronda (a escasos 20 kms), población que solo Ipi conocía, decidimos olvidarnos de la playa para visitar esa localidad, que recorrimos con calma, y que por otra parte estaba también muy concurrida de turistas.
Nos llamaron especial atención los impresionantes cañones sobre los que se asienta Ronda, debidos sin duda a la erosión a lo largo de milenios causada por el rio que rodea la población, lo que nos dio la oportunidad de hacer trabajar a discreción a las cámaras de fotos.
Hicimos un paseo por el pueblo, vimos por el exterior la plaza de toros, que debe tener cierta fama por lo que vimos en sus alrededores, y recorrimos también la calle principal, que según Ipi decía se llamaba de la Bola, lo que pusimos en duda. No obstante, cuando luego pasamos por alli vimos que tenía otro nombre, pero al consultar a las dependientas de uno de los comercios, confirmaron la versión de Ipi en el sentido de que lo de la Bola es el nombre por el que popularmente se la conoce allí.
La tercera de las visitas que Elena había concertado antes de viajar era la de Vejer de la Frontera, una población que ya conocíamos de otro viaje anterior y que Rafa y Elena visitaron en diferentes ocasiones. En este caso fue un recorrido vespertino, con mucha más concurrencia que en las dos visitas de Cadiz y Setenil. Aunque no estuvo mal, desde mi punto de vista resultó menos atractiva que las otras dos. Al final, el guía nos obsequió con una mini-cata de un Pedro Ximenez y unas rodajas de salchichón.
Terminada la visita guiada, en la plaza central de la villa encontramos un restaurante llamado El Jardín del Califa, en cuya terraza cenamos a base de platos «morunos». Tuvimos ocasión de ver luego el interior, con un comedor muy bien decorado. El lugar resultó ser un pequeño hotel, construido en varias alturas sobre la roca, y repleto de plantas, lo que justificaba plenamente el nombre de Jardín.
En este viaje, si bien hemos tomado el sol y disfrutado de la playa, lo hicimos en menor medida que en otras ocasiones, en parte porque el tiempo no estuvo tan bien como cuando viajamos en julio, y en parte también porque hicimos más turismo de visitas y de ciudad. No obstante, hemos ido a la playa creo que 4 de los 6 días que estuvimos al completo. Uno de los mejores momentos de cada día era, también, la hora del desayuno. Un par de días lo hicimos en La Ponderosa, pero el sitio del que mejor recuerdo guardo es el Bar Vicente, (antiguo Los Pepes), junto al mercado, con los molletes de zurrapa y los churros que se compran en Charo.
Estuvimos en la playa de El Buzo el primer día, pero había algunas algas en la zona de baño, por lo cual en esa primera fecha creo que solo yo me bañé. En una segunda ocasión fuimos a Valdelagrana, con menos oleaje y sin algas, pero tenía el inconveniente de que allí la arena es extremadamente fina, y como hacía bastante viento, la arena se nos venía encima, con lo que hubimos de cambiarnos a una parte de la playa más cercana al agua, donde la arena estaba más compacta.
Un tercer día, como ya comenté, estuvimos en La Caleta, la playa de Cadiz capital. y en la cuarta ocasión volvimos a El Buzo, pero a una zona sin algas. Esta tiene la ventaja de que, además de estar muy bien situada es muy larga, ya que en su prolongación cambia de denominación, pero realmente es como una misma playa y es ideal para dar largos paseos. En esa última ocasión aunque no teníamos previsto comer en el chiringuito que hay, nos acercamos Rafa y yo a tomar una caña y una tapa, y al final llamamos a las chicas y nos tomamos una par de cosas que nos sirvieron como preludio para la cena que sí teníamos programada.
Esa cena, como digo programada para nuestra última jornada completa, era en La Casa de Vargas, en San Fernando. Es un local genuino dentro de lo que es el folklore andaluz, en el que ya estuvimos años atrás, y que tiene como particularidad que en él iniciaron sus carreras personajes tan significados como Camarón de la Isla.
La cena no fue lo mejor de la velada, pero sí la actuación de una pareja de guitarra y cantante, con la participación de un bailaor que hizo las delicias de un numeroso grupo de «maduritas» que asistieron a la sesión. Al final, incluso el bailaor subió al escenario a parte de sus amigos y familia y nos dieron un completo recital de baile andaluz.
Otra de las cosas a destacar del viaje son las cenas variadas de cada una de las fechas que estuvimos en El Puerto. La primera, en La Pescadería, un sitio muy bien puesto en el centro de la población, donde cenamos francamente bien. Otro lugar menos lujoso, pero bien atendido y con producto típicamente de la zona, fue el bar Gonzalo. Y el mejor de todos, La Taberna del Chef del Mar, de Angel León. Es el chef de Aponiente, un restaurante con dos estrellas Michelin. En esa oportunidad la cena, muy variada en cuanto a los platos que seleccionamos, resultó fantástica, y quedamos con ganas de repetir en un futuro viaje. Elena y Rafa ya lo conocían de visitas anteriores.
En definitiva, una semana de lo más completa y variada, que sirvió además de colofón a los días previos de la Ruta del Quijote, y que luego rematamos en el viaje de regreso haciendo noche en Coimbra. En esa ciudad aprovechamos para cenar también en el restaurante de fados «A Capella», donde una pareja de guitarristas y un cantante con una magnífica voz nos deleitaron con sus canciones. Aunque no fueron los típicos fados que hablan de amor y de desamor, sino otros más relacionados con la característica esencial de los universitarios de la ciudad, no estuvo mal la velada.
Y aunque la estancia en Coimbra fue corta, nos dio también la ocasión de visitar la zona universitaria, que es quizás lo más característico. Y como además coincidió ese día con la celebración de las graduaciones universitarias, asistimos a una impresionante marea humana en la plaza situada junto a la catedral, y vimos luego a los estudiantes con sus familias fotografiándose junto a sus facultades, engalanados con los trajes especialmente diseñados para la ocasión, muy al estilo de los ingleses o americanos en eventos similares.
Esta tercera jornada estaba programada con menos desplazamientos en coche y con visitas guiadas tanto por la mañana como después de comer.
Y la empezamos con un desayuno en la Plaza Mayor, al lado de nuestro alojamiento, en una cafetería que nos ofrecían churros y porras, además de las tostadas, zumos, etc.
Tras el desayuno, como la visita por Villanueva de los Infantes no empezaba hasta las 11,30 nos dedicamos a recorrer otras calles y monumentos no incluidos en la contratada. Como además hoy era el día del concurso de pintura al aire libre, aprovechamos para dar un vistazo a los artistas que se afanaban en preparar sus obras por toda la plaza y alrededores.
En lo referente a la visita concertada, nuestro guía, Damián, nos hizo previamente un repaso de los antecedentes de la villa natal de Francisco de Quevedo, y luego nos llevó por diferentes lugares, empezando por la iglesia parroquial, situada en la plaza y en cuya cripta se conservan los restos del escritor.
De la Iglesia pasamos a la Alhóndiga, ubicada a escasos metros. Ese edificio fue el depósito de cereales en los siglos pasados, ejerciendo un papel similar al del Pósito Real de Campo de Criptana. Y ya en épocas más recientes, se utilizó como prisión, función que ejerció hasta poco después de la muerte de Franco. En sus columnas quedan señales dejadas por los reos mediante grabaciones en la piedra. Ahora el edificio está dedicado a actividades culturales.
Visitamos a continuación varios patios de otras tantas casas señoriales, propiedad de familias locales con antecedentes significativos y recorrimos varias calles de la localidad conociendo la historia de iglesias, conventos, etc.
La visita, que no estuvo mal pero resultó un poco larga de más, terminó poco después de las 2 y por el escaso margen que había hasta la concertada para la tarde, comimos algo rápido en un restaurante próximo y salimos para Ruidera a donde llegamos casi a las 4, con el tiempo justo.
Esa visita de la tarde consistía en un recorrido por las diferentes Lagunas de Ruidera, incluyendo además el acceso a la cueva de Montesinos, donde Don Quijote dijo haber soñado una serie de acontecimientos milagrosos.
Nuestro guía, José Luis, es un enamorado de su trabajo y durante 4 horas nos llevó por todas las lagunas, con explicaciones exhaustivas sobre las particularidades de cada una de ellas, de la flora y fauna del parque natural, y con la explicación de lo que se supone que Don Quijote dijo haber vivido en el interior de la cueva.
El paisaje de las lagunas nos causó una impresión enorme a todos y esas 4 horas se pasaron sin que sobrase nada. Al terminar la visita nos recomendó ir a una cascada próxima, lo que hicimos, pero de forma muy rápida y breve porque en ese momento nos cogió la tormenta que llevaba 3 días anunciada. Hubo suerte y nos pescó prevenidos y apenas nos mojamos.
Ya de regreso en Villanueva, terminamos el día cenando en otro restaurante local, y tras un breve paseo fuimos a tomar un helado en un local cercano.
Y con esta noche damos por concluido el paseo por las tierras del Campo de Montiel, a las que Cervantes señaló sin determinar con exactitud la localización del ‘lugar de La Mancha’ del que no quería acordarse y que algunos estudiosos han venido en señalar en Villanueva o algún pueblo de los alrededores.
Uno de los descubrimientos de estos días ha sido que estas tierras viven, además del turismo y del vino, de otras producciones agrícolas como el aceite, con grandes extensiones de olivos, y más recientemente del pistacho, cuyas plantaciones se han multiplicado en los últimos años y que ahora compiten con vino y aceite, siendo La Mancha un gran productor y exportador de este producto.
Mañana, tras finalizar nuestra estancia en La Mancha, partimos hacia el mar, a disfrutar del sol en la playa, comiendo ‘pescaito’ y escuchando flamenco.
Este segundo día empezó a las 9 de la mañana, hora a la que habíamos acordado el desayuno en el propio hotel rural. y aunque el desayuno no fue gran cosa, descubrimos que nuestras habitaciones estaban organizadas sobre una casa-cueva de las que son características del barrio del Albaicin, en el que está ubicado el hotel.
La casa cueva es una construcción excavada en la roca, en la que se han habilitado diversas habitaciones y que en su momento estuvo ocupada por una amplia familia. Parece ser que hay muchas en este barrio y con ese descubrimiento ya nos evitamos la visita que teníamos prevista a otra casa cueva en la zona.
Para completar el recorrido por Campo de Criptana bajamos hasta el centro, visitando la iglesia, que no tiene gran cosa, paseamos por la plaza del ayuntamiento, vimos la estatua de Cervantes y conseguimos visitar el Pósito Real, un antiguo centro que además de guardar el cereal regulaba el precio del grano y que también en los momentos de necesidad realizaba préstamos a los paisanos. Nos enteramos de que la expresión ‘pagar con creces’ proviene de que el crez era el interés que se pagaba por el préstamo de una fanega de grano.
Antes de abandonar Campo de Criptana volvimos a subir hasta la zona de los molinos para hacer las últimas fotos desde allí.
El siguiente paso del día era dirigirnos a El Toboso, para recorrer algunos de los lugares que se mencionan en el Quijote. Uno de ellos era la casa Dulcinea, que realmente fue la casa de Ana Zarco, quien inspiró a Cervantes para idear a Dulcinea en su obra. La casa permite ver lo que era la vivienda de una familia acomodada de la época.
La otra visita imprescindible en El Toboso era el museo Cervantino, que contiene multitud de reproducciones de la obra, en idiomas de todas partes del mundo con ejemplares singulares donados por personalidades reconocidas y por mandatarios de todas partes del mundo. Cuando se creó se pidió a las embajadas de todos los países con los que España mantiene relaciones y la respuesta fue unánime. Hay ejemplares de lo más variopinto y firmados por toda clase de celebridades, pasadas y actuales. Una visita interesante.
Desde allí continuamos camino hacia Tomelloso, localidad en la que comimos en un restaurante típico andaluz, el Triana, donde nos atendieron muy bien, con platos característicos de las tierras del sur.
Cerca del restaurante está la Cueva Galileo en la que teníamos concertada previamente una visita. Esa cueva es una de las más de 700 que se mantienen en Tomelloso, que en su día superaron los dos millares. Al parecer el suelo de la ciudad es de piedra (tosca, en su jerga) y bajo esa piedra hay arena, que se excavaba y se hacían bodegas para guardar el vino, cuya producción en toda la zona de Valdepeñas y alrededores es enorme. Nos mostraron lo que en su día eran esas cuevas y la funcionalidad que tuvieron hasta los años 80 del siglo pasado.
Pudimos conocer que la cooperativa Virgen de las Viñas que agrupa a la mayor parte de los productores vinícolas es la segunda mayor de Europa. Y que además, en Tomelloso se produce una parte importante del alcohol de origen vinico que luego se consume en muchas marcas de ron, de whiski, brandis, etc. Hemos visto dos grandes instalaciones de Osborne y Fundador, entre otras menos conocidas.
Visitamos luego la Posada de los Portales, que data de 1778 y donde se alojaban comerciantes en esas fechas. Hoy es la sede de la oficina de Turismo y también sala de exposiciones.
Y de allí nos fuimos al Museo del Carro y Aperos de Labranza, donde se guardan toda clase de utensilios utilizados en el campo y que se ha creado a partir de la construcción de un Bombo en 1970, que representa a las edificaciones típicas del campo manchego en las que se guardaba el grano, y todo lo necesario para trabajar en el campo.
Y como el día no daba para más, ya desde allí nos dirigimos a Villanueva de los Infantes donde nos alojaremos dos noches para continuar nuestro recorrido por las tierras del Quijote.
Por cierto, estamos instalados en La Morada de Juan de Vargas, un precioso palacete ubicado junto a la Plaza Mayor, con todo el mobiliario y decoración característico de épocas pasadas y sumamente confortable.
Desde hace bastante años, Ipi tiene proyectado un viaje a los lugares de La Mancha por donde el visionario Don Quijote realizó sus andanzas, y por fin este año se han dado las condiciones adecuadas para poder llevar a cabo el recorrido por estas tierras, con lo que hoy iniciamos nuestra particular ruta.
Desde A Coruña, de donde salimos sobre las 9 de la mañana, y con un par de cortas paradas para tomar un café y comer algo, llegamos poco después de las 5 de la tarde a Tembleque, nuestro primer destino.
Hay que señalar que, de los poco más de 15 grados que había en nuestra ciudad, en esa parada inicial la temperatura exterior estaba en 35 grados, y pese a todo no nos dejamos agobiar por el calor y pudimos hacer un corto pero tranquilo recorrido por las calles y plazas de Tembleque, lugar en el que la Plaza Mayor merece un reconocimiento especial por sus balconadas muy bien cuidadas, el edificio de la biblioteca, y la iglesia principal. Desde luego valió la pena la parada.
Plaza Mayor de Tembleque
El segundo destino programado era Consuegra, la ciudad de los molinos y el castillo situado en lo alto de una loma. De los 12 molinos que se conservan, hay varios con la maquinaria original y que siguen en funcionamiento aunque solo sea para demostraciones. En nuestro caso visitamos el denominado Rucio, pudiendo acceder a lo alto del mismo y verificar la maquinaria que permite la operatividad del mismo.
Y desde el exterior, en lo alto de la loma, tuvimos ocasión de fotografiar con libertad la totalidad de los molinos ubicados más arriba del castillo. No nos fue posible, sin embargo, acceder al castillo porque estaba cerrado. No obstante, antes de abandonar la localidad, dimos un pequeño paseo por el centro de la villa para ver la plaza mayor donde se ubica el ayuntamiento y la torre del reloj.
Molinos Castillo de Consuegra
Y el tercer destino, y último de esta jornada fue Campo de Criptana, donde habíamos reservado el alojamiento en el hotel rural Casa de los 3 Cielos. Es una edificación en varios niveles de alturas, con cada una de las habitaciones en diferente posición, lo que da una original imagen. Tiene varias terrazas e incluso una piscina.
Para completar el día habíamos reservado la cena en el restaurante Las Musas, ubicado junto a los molinos, en lo alto de la población.
Tuvimos la ocasión de fotografiar los molinos cuando se iba a producir la puesta de sol, si bien el hecho de que estaba una tarde que amenazaba tormenta nos privó de un cielo despejado a esa hora.
Aun así, terminada la cena, ya cerca de la medianoche, pudimos contemplar de nuevo los molinos ya iluminados.
Por cierto, la cena resultó muy bien, con un gazpacho de cerezas como inicio y complementado con un surtir quesos, perdiz escabechada, migas y pisto manchego. Regado también con un vino de esta zona que nos alegró el paladar.
Como ya hicimos en los dos años anteriores, también en 2024 habíamos programado la reunión anual de los hermanos y parejas, y en esta ocasión los organizadores hemos sido Pilar y yo. Y la programación la realizamos a partir de la idea ya prevista en el año 2021 que había tenido que suspenderse por varias razones.
Las fechas previstas y consensuadas con suficiente anticipación con todos los hermanos habían sido las de los días 17-18 y 19 de mayo, aprovechando la festividad de las Letras Galegas, que este año coincidió en viernes, con lo cual disponíamos de ese día completo, ya que todavía 3 de los asistentes tienen obligaciones laborales.
De esta forma, nos dimos cita el viernes 17, a las 12 horas en Las Médulas, para una visita guiada y con la reserva hecha por nuestro amigo Pedro de Ponferrada. Ramón y Berta que llegaban desde Madrid habían hecho noche ya en las cercanías (Hotel Medulio) y el resto fuimos llegando en tres coches, ya que Miguel y Valentina salían de Santiago, Paco-Elva-Manolo y Coló lo hacían conjuntamente en otro coche, y Pilar y yo viajamos en el nuestro.
Hay que decir que aunque se suponía que en estas fechas el tiempo sería bueno, la realidad no estuvo acorde con la previsión y todos viajamos con lluvia, aunque con la suerte de que a nuestra llegada la visita de Las Médulas pudimos hacerla sin que nos lloviese durante las dos horas largas que duró. Los diez asistentes a la misma ya conocíamos aquello, y yo personalmente en más de una ocasión, pero siempre resulta agradable una nueva oportunidad de ver la transformación que sufrió aquel paraje y de conocer algunas precisiones que se aprenden en cada nueva visita. Mi sensación personal en este caso fue que cada vez más la vegetación va comiendo las vistas de la tierra arcillosa pero sin embargo al comparar las fotos actuales con las de otras de iguales fechas del año 2008 demuestran que no es tan notorio.
Al final del recorrido habíamos reservado la comida en el restaurante O Palleiro do P do Forno, situado en las inmediaciones, a donde nos dirigimos sin demora, ya que estábamos bastantes justos de tiempo por haber realizado tal vez con excesiva tranquilidad el camino de regreso desde la zona alta de Las Médulas, con paradas para fotos y demás.
La comida resultó francamente bien. El restaurante tiene una tipología muy rústica, y la atención del personal ha sido excelente al igual que el menú elegido a base de platos típicos de la zona, con lo que todos los asistentes salimos de allí satisfechos de la elección. Hay que dejar constancia de que durante el tiempo que duró la comida cayó una buena tromba de agua, haciendo realidad las previsiones meteorológicas, pero ello no nos afectó porque estábamos a cubierto.
El paso siguiente dentro del programa era la visita del Mirador de Orellán, desde donde se suelen hacer las fotos características. Descubrimos que ahora hay que dejar los coches como 600 metros más abajo del mirador, cuando antes se accedía prácticamente hasta el mismo. Pero la cuesta, lejos de intimidarnos, nos la tomamos como una forma de rebajar la pesadez post-comida, con lo cual al final casi la agradecimos (unos más que otros, claro). Desde el mirador hicimos numerosas fotos, también con la suerte de nuestra parte porque durante ese tiempo no solo no llovió sino que incluso salió el sol a ratos.
Y aunque el plan inicial pasaba por bajar hasta el Lago de Carucedo, la demora que comenzaba a generarse en las previsiones horarias, hizo que nos saltásemos ese paso para ir directamente desde allí al Castillo de Cornatel, antes de que se aproximase la hora de cierre, que según google era a las 18,30 h. Pudimos fotografiar el Lago desde el castillo.
Cuando llegamos al castillo, situado a algo más de 10 kms desde Orellán, eran ya las 18,15 h. y a marchas forzadas subimos la empinada cuesta que lleva a la entrada desde el aparcamiento. Resultó, sin embargo, que la hora real de cierre era a las 20 h, con lo que de saberlo antes podríamos incluso haber accedido a las cuevas de Las Médulas, pero ya no era el caso. Lo que sí pudimos hacer fue tomarnos con calma la visita interior del castillo y recuperar el aliento de la llegada un tanto apresurada. Todo ello teniendo en cuenta que desde allí ya nos íbamos directamente a Molinaseca, lugar en el que habíamos reservado la casa rural donde nos alojaríamos durante el finde.
Al llegar a la Casa Rural María, en el centro de la población, pudimos acceder momentáneamente por la calle donde está ubicada para descargar maletas y todas las provisiones que llevamos para los desayunos y reuniones post-cenas, ya que nosotros ocupamos en su integridad la casa, que tiene 5 habitaciones, cada una con su baño, y un salón adecuado a las reuniones de los 10 integrantes del finde, pero que no funciona como un hotel o alojamiento donde además hay servicio de comidas.
La casa está bien, y durante la estancia unos cuantos nos ocupamos de la preparación de los desayunos para todos los asistentes pensando siempre en el cumplimiento de los horarios que nos permitiera llevar más o menos a rajatabla el programa de visitas previsto inicialmente. Y todo funcionó a la perfección, con la colaboración general.
Después de habernos acomodado en la casa salimos a dar un paseo por el pueblo, un lugar que por su proximidad a Ponferrada y por ser punto significado dentro del Camino Francés a Compostela, tiene siempre muchos visitantes, con varios albergues, hostales y hoteles, y con numerosos restaurantes, algunos de ellos entre los mejor valorados de la zona. El centro de Molinaseca está muy bien cuidado y guarda un estilo característico en cuanto a las construcciones.
La cena la teníamos reservada también con antelación en Casa Ramón, uno de esos restaurantes bien valorados, y donde casualmente también habíamos cenado bastantes años atrás, en una excursión que en su día organizamos con el grupo de amigos, aunque en aquella oportunidad nos alojamos en el hotel. Dentro de ese grupo de asistentes de antaño estaban también Coló y su marido Manolo.
La cena estuvo también bien y aunque a priori todos decíamos estar desganados porque la comida había sido abundante, al final se fueron pidiendo platos para compartir, y terminamos con una cena formal, muy variada en los contenidos, y con una excelente atención del personal, justificando asi la buena valoración del restaurante.
Ya de regreso a la casa rural, finalizamos la primera jornada tomando unos digestivos y con animada charla, a lo que ayudó la buena temperatura interior con que encontramos el alojamiento, con la calefacción a pleno funcionamiento. Entre pitos y flautas era más de la una de la madrugada cuando nos repartimos por las cinco habitaciones, señalando la hora del desayuno para las 9 de la mañana siguiente.
A la mañana siguiente, sábado 18, después de haber desayunado de forma contundente, nos dirigimos a la primera de las actividades del día, que fue la visita a la Herrería de Compludo, situada a unos 20 minutos de Molinaseca. Aunque teóricamente iba a ser a las 11, hora de apertura, y nosotros llegamos allí con más de un cuarto de hora de antelación, la demostración no comenzó hasta las 11,30 por lo cual tuvimos tiempo de observar el entorno con tranquilidad. Y hubo suerte de que no llovía.
Se trata de una antigua instalación (data del siglo XVII, o anterior), que funcionó hasta 1978. El actual inquilino (su familia fue propietaria anteriormente, ya que ahora es de titularidad pública), hizo unas demostraciones de la operatividad del complejo, mediante la fuerza del agua y la presión del aire y del agua. Es francamente interesante el ver cómo antiguamente podían trabajar el hierro de forma artesanal. Ahora se usa solo para demostraciones.
A continuación de la herrería, nos dirigimos hacia Peñalba de Santiago y Valle del Silencio. Para llegar allí, aunque geográficamente no está lejos, hay que hacer el recorrido dando la vuelta por Ponferrada porque el camino que sería más directo es poco practicable y menos con lluvia, como era el caso. Por esa razón, y debido al retraso acumulado en la visita a la herrería, apenas pudimos pasar algo mas de media hora en Peñalba, un lugar muy bien cuidado en general, aunque prácticamente despoblado, porque se ve que los propietarios de las casas, mayoritariamente rehabilitadas, las utilizan en los meses de verano.
En el pueblo hay una iglesia con signos mozárabes, que pudimos visitar, antes de regresar de nuevo a Ponferrada donde estaba reservada la comida.
También el restaurante donde comeríamos estaba reservado con antelación, eligiendo entre los recomendados de la plaza. Y resultó ser el Siete Sillas, justo en la plaza principal, donde está el Ayuntamiento. Comimos de maravilla, al igual que nos había ocurrido el día anterior, y también de igual forma el tiempo nos acompañó, ya que durante el tiempo de la comida pudimos comprobar lo bien que llueve en Ponferrada, ya que prácticamente no paró durante más de una hora. Y lo vimos en primera línea porque nuestra mesa estaba en una terraza cubierta que tienen en el exterior del local.
Sobre las 5 de la tarde abandonamos el lugar, porque ya se disponían a preparar las mesas para la cena, y desde allí con relax y tranquilidad nos dirigimos hacia el Castillo de los Templarios, uno de los símbolos de la ciudad. Previamente y de camino hacia el castillo recorrimos la calle del Reloj, y visitamos la Basílica de la Anunciación (al parecer tiene esa condición de basílica por estar dedicada a la vírgen).
En el castillo estuvimos buena parte de la tarde y aunque durante parte de la visita llovió algo, no fue tan molesto como para tener que suspenderla, pero utilizamos los paraguas en algunas de las zonas, como atestiguan varias de las fotografías que allí hicimos. El recorrido lo hicimos por libre, sin guía, e incluso cada uno a su aire, parándose en aquellas zonas que nos merecían más interés.
A la salida, ya sobre las 7 de la tarde, vinieron a esperarnos Pedro y Feli, la amiga de toda la vida de Ipi. Con ellos hicimos otro pequeño recorrido por algunas calles de la ciudad, justo para terminar en el Bodegón, uno de los bares emblemáticos de Ponferrada, donde es casi imposible encontrar sitio y más si se trata de un colectivo tan amplio como el nuestro, puesto que nos juntábamos 12 personas. Pero tuvimos la suerte de llegar casi cuando acababan de abrir, con lo que juntamos varias mesas y nos acomodamos a la perfección. Así pudimos degustar los platos característicos, es decir, patatas bravas, mejillones picantes, calamares y unas cortezas también clásicas del local, todo ello regado abundantemente con la sangría de champán, de la cual nos cepillamos cuatro jarras en el tiempo que mantuvimos la charla de grupo, durante cerca de hora y media.
Al salir, como en el programa se decía «ir de vinos por la ciudad», Paco exigió que había que hacer al menos otra parada para un vino, parada que hicimos en otro bar cercano, ya de camino hacia la plaza del ayuntamiento donde estaba el parking en el que habíamos dejado los coches a mediodía. Y ya en los coches, regreso a Molinaseca para dar por finalizada esa segunda jornada, aunque la terminamos como el día anterior tomando unos refrescos en el salón de la casa. Cuando nos fuimos a la cama era algo más temprano que la noche anterior.
La tercera y última jornada, domingo 19, empezó mas o menos a la hora del día anterior, si bien hubimos de recoger las cosas para meter en los coches y así dejar la casa libre, puesto que el recorrido era por fuera de Molinaseca. El primer destino fue Villafranca del Bierzo, aunque apenas pudimos visitar nada porque las iglesias estaban cerradas, una de ellas la de Santiago, a la que llegan los peregrinos del Camino, está como en obras, y el resto también cerradas porque al parecer este año Villafranca será base de la exposición de Las Edades del Hombre, y varios de los templos están siendo preparados para ello. Tampoco el castillo se puede visitar, aunque un grupo que llegó en un autocar, junto con una guía, debían tener «bula» porque sí que entraron.
En cualquier caso, hicimos un amplio recorrido por el pueblo e incluso finalmente fuimos al convento de la Anunciada, que sí estaba disponible para visitar, y donde además pudimos comprar pastas y rosquillas que preparan las monjas de clausura. Fue una visita breve, porque la iglesia tiene poco que ver.
El paso siguiente era Balboa, donde también nos encontramos con que La Casa de las Gentes, un museo de cosas tradicionales de la zona, también está cerrado desde la pandemia. Al parecer planean abrirlo a partir del mes de junio, pero no está muy clara la cosa. Hicimos unas fotos sobre el puente de los enamorados, y visitamos la palloza-restaurante que algunos no conocían. Y como nos habíamos tomado con calma tanto el paseo por Villafranca como la estancia en Balboa, pronto se acercaba la hora de la comida, y volvimos a los coches para subir a Cantejeira, ya que la comida estaba reservada arriba, en la Palloza de Cantejeira.
Al llegar, como aquello es muy reducido tuvimos que hacer números para conseguir aparcar los coches, pero lo conseguimos. La palloza está como siempre, bien cuidada, y con la mayor parte de las mesas ocupadas, pero nosotros teníamos una mesa amplia, frente a la barra, y comimos estupendamente. Hicimos las fotos de rigor y al finalizar la comida, ya desde allí cada uno se despidió de los demás dando por finalizada la reunión familiar correspondiente a este año, y emplazándonos para una fecha similar (23-24 y 25 de mayo) para el próximo año, reunión en la que ejercerán de anfitriones y organizadores Paco y Elva.
Empezamos la última etapa de este periplo con los mismos parámetros de días anteriores: despertar a las 7, prepararse para salir a las 8 y desayunar en media hora.
Pero a veces es difícil cumplir el programa, en parte porque al ser el último día hay que dejar la mochila organizada de otro modo, y tambien en parte porque te condiciona el entorno. Por cierto, hablando de entorno, el alemán que nos ha ido acompañando ronca de una forma impresionante. Esta noche una de las veces que me levanté al baño, sus ronquidos eran atronadores.
Salimos del albergue, pues, poco después de las 8, pero sin desayunar y pensando en encontrar algo por el camino, pero no fue así, al menos a corto plazo.
La salida de La Bañeza va por diferentes calles y pasa ante la iglesia del Salvador, la que ayer buscaban Chus y Mayi.
Poco después se adentra en el campo y más adelante atraviesa el río por un puente de hierro que se conserva de la antigua línea del ferrocarril.
Cuando se llevan recorridos algo más de 5 km, entramos en Palacios de la Valduerna, dónde esperábamos encontrar un bar para el desayuno. Al llegar nos dijeron dos paisanos que se encontraban delante del ayuntamiento que el único bar del pueblo estaba a unos 400 metros y que no abría hasta las 9, más o menos. Como todavía no eran las 9 y no aseguraban que fuese a estar disponible, dejé a Armando allí esperando por el resto del equipo y me acerqué yo a mirar. Al llegar al bar todavía estaba cerrado pero poco después llegó el jefe y ya vino hacia allí toda la tropa. Desayunamos bien y con tranquilidad y charlando con el paisano se nos fue una hora, con lo que cuando de nuevo nos pusimos en marcha eran las 10,10.
Desde allí, en dirección al siguiente pueblo, Celada De la Vega, hay más de 12 km y acordamos hacerlo de una tirada. El camino es casi siempre recto, por senderos entre arbolado y más o menos cerca de la carretera, pero se lleva bien en general.
Unos kilómetros antes de llegar a Celada, y después de pasar delante de Él Capricho (el famoso restaurante de los chuletones), nos encontramos con un puente romano precioso, que se conserva en buen estado. Es el puente Valimbre.
A él llegamos Armando y yo, y como justo antes el camino parecía terminarse, llamamos al terceto de cola para informar, y nos indicaron que habían hecho una parada de descanso y estaban con los alemanes. En vista de eso, decidimos continuar hasta el pueblo de Celada al que restaban un par de kilómetros.
Pero al pasar por Celada De la Vega el camino te obliga a entrar por una esquina, mientras los bares están junto a la carretera, con lo cual obviamos la parada y decidimos seguir directamente a Astorga.
Primera vista de Astorga
Al entrar nos dirigimos al albergue de San Javier, al que habíamos enviado las mochilas. Como no íbamos a pernoctar allí, la idea era solo ducharnos, y recoger las mochilas antes de ir a la estación de autobuses. Resultó que el albergue estaba a tope porque en Astorga se junta el camino francés con el de la Vía de la Plata y al parecer ya el volumen de peregrinos del francés es muy elevado a estas alturas de la temporada.
En cualquier caso, nos permitieron ducharnos, lo que hicimos Armando y yo mientras esperábamos por el resto. Vimos tambien al llegar que, justo a pocos metros, había un restaurante con muy buena pinta, El Serrano, y decidimos que era un lugar ideal para esta última comida.
Cuando llegaron Mayi, Chus y Rafa, se había hecho ya un poco tarde y decidieron que dejaban la ducha para cuando llegaran a su casa, así que nos fuimos rápidamente al restaurante, donde comimos de maravilla y nos atendieron con todo el esmero, dejando un excelente recuerdo del lugar.
De allí al autobús solo medio un taxi que nos hizo el traslado de las mochilas, y ahora mismo vamos camino de A Coruña, con ganas de llegar, y contentos por haber completado el programa previsto sin incidencias que resaltar.
Por mi parte, como promotor de la idea, felicitar a todos los que se han unido y celebrar el buen ambiente que hemos mantenido en estos 10 días que ha durado nuestra aventura.